Ageo 1,15b; 2,1-9
"¡Ánimo! La Gloria Futura de esta Casa Será Mayor"
“1,15b El día veinticuatro del sexto mes, el segundo año del rey Darío... 2,1 El día veintiuno del séptimo mes, la palabra del Señor llegó por medio del profeta Ageo, en estos términos: 2 Habla a Zorobabel, hijo de Sealtiel, gobernador de Judá, a Josué, hijo de Iehosadac, sumo sacerdote, y al resto del pueblo, y diles: 3 ¿Queda todavía entre ustedes alguien que haya visto esta Casa en su primer esplendor? ¿Y qué es lo que ven ahora? ¿No es como si no existiera? 4 Y bien, ¡ánimo, Zorobabel! –oráculo del Señor–. ¡Ánimo, Josué, hijo de Iehosadac, sumo sacerdote! ¡Ánimo, todo el pueblo de la tierra! –oráculo del Señor–. ¡Manos a la obra, porque yo estoy con ustedes! –oráculo del Señor de los ejércitos–. 5 La palabra de la alianza que pacté con ustedes cuando salieron de Egipto permanece, y mi espíritu está en medio de ustedes. ¡No teman! 6 Porque así habla el Señor de los ejércitos: Dentro de muy poco tiempo, yo haré temblar el cielo y la tierra, el mar y el continente. 7 Haré temblar a todas las naciones; afluirán los tesoros de todas las naciones, y yo llenaré de gloria esta Casa, dice el Señor de los ejércitos. 8 ¡A mí la plata, a mí el oro! –oráculo del Señor de los ejércitos–. 9 La gloria de esta última Casa será más grande que la de la primera, dice el Señor de los ejércitos; y en este lugar, yo daré la paz, –oráculo del Señor de los ejércitos–.”
Contexto
Este pasaje del profeta Ageo se sitúa aproximadamente un mes después de que el pueblo, exhortado por el profeta, reanudara la reconstrucción del Templo de Jerusalén. A pesar del entusiasmo inicial, es probable que surgiera el desánimo. Los más ancianos, que habían visto el Templo de Salomón antes de su destrucción, comparaban aquel antiguo esplendor con la modestia del nuevo edificio que estaban construyendo y se sentían desilusionados. La obra actual les parecía "como si no existiera". Es en este momento de desaliento que Dios envía un nuevo mensaje a través de Ageo.
Tema Central
El tema central es un oráculo de ánimo y de esperanza gloriosa. Dios, a través del profeta, reconoce el desánimo del pueblo, pero lo exhorta tres veces a tener "¡Ánimo!" y a ponerse a trabajar, basando esta confianza no en sus propios recursos, sino en la promesa divina: "Yo estoy con ustedes". Dios les asegura que, a pesar de la apariencia humilde del nuevo Templo, su gloria futura será mayor que la del primero. Esta gloria no será material (oro o plata, que ya le pertenecen a Dios), sino que vendrá de la presencia misma de Dios y de la "paz" (shalom) que Él establecerá en ese lugar.
Aplicación a nuestra actualidad (especialmente desde la perspectiva cristiana)
Las palabras de Ageo son una poderosa fuente de aliento para nosotros cuando nos desanimamos en nuestros propios esfuerzos por construir el Reino de Dios:
El Desánimo por la Comparación: "«¿Queda todavía entre ustedes alguien que haya visto esta Casa en su primer esplendor? ¿Y qué es lo que ven ahora?»". A menudo, nos desanimamos al comparar nuestra realidad presente (nuestra comunidad, nuestra propia vida espiritual) con un "pasado glorioso" (real o idealizado). Podemos sentir que nuestros esfuerzos son pobres e insignificantes. Dios reconoce este sentimiento.
El Fundamento del Ánimo: "Yo estoy con ustedes": La triple llamada al "¡Ánimo!" no se basa en un optimismo vacío. Su único fundamento es la promesa de Dios: "porque yo estoy con ustedes". Nuestra fuerza para trabajar por el Reino, para construir la Iglesia, no proviene de nuestros recursos, de nuestros talentos o de nuestros resultados visibles, sino de la certeza de la presencia activa de Dios con nosotros.
La Fidelidad de Dios a su Alianza: "La palabra de la alianza que pacté con ustedes... permanece, y mi espíritu está en medio de ustedes. ¡No teman!". Dios nos recuerda que su compromiso con nosotros es fiel y que su Espíritu está presente. Esta es la garantía que disipa todo temor.
La Promesa de una Gloria Mayor: "La gloria de esta última Casa será más grande que la de la primera...". Para los cristianos, esta profecía encuentra su cumplimiento definitivo en Jesucristo. El Templo de piedra, por muy glorioso que fuera, fue sustituido por un Templo infinitamente más glorioso: el Cuerpo de Cristo (Juan 2,21). La gloria de la Nueva Alianza en Cristo es inmensamente superior a la de la Antigua. Nosotros, la Iglesia, somos las piedras vivas de este nuevo Templo.
El Don de la Paz: "...y en este lugar, yo daré la paz...". El don final y supremo que Dios promete es la "paz" (shalom), que significa plenitud, salvación, reconciliación. Jesucristo es "nuestra paz" (Efesios 2,14), y es en Él, el nuevo Templo, donde encontramos la verdadera paz con Dios y con los demás.
Este pasaje es una inyección de esperanza para todos los que se sienten desalentados en su servicio a Dios. Nos invita a dejar de mirar con nostalgia al pasado o con frustración al presente, y a levantar la mirada hacia la promesa de Dios. Nos llama a trabajar con "ánimo", no por lo que vemos, sino por la certeza de que Dios está con nosotros y de que la gloria que Él tiene preparada siempre superará nuestras expectativas.
Preguntas para la reflexión
¿En qué áreas de mi vida de fe o de mi servicio a la comunidad me siento desanimado/a al comparar la realidad presente con un "esplendor" pasado o ideal?
¿Cómo puedo yo hoy fundamentar mi "ánimo" y mi deseo de "ponerme manos a la obra" en la promesa de Dios "Yo estoy con ustedes", más que en mis propios sentimientos o en los resultados visibles?
¿Soy consciente de que, a pesar de la aparente "pobreza" de la Iglesia o de mi propia vida, pertenecemos a un nuevo Templo cuya gloria en Cristo es mayor que cualquier gloria pasada?
¿Qué significa para mí la promesa de que Dios quiere darme la "paz" (shalom) en el "templo" de mi propia vida y de mi comunidad?
¿Cómo puedo yo ser un "Ageo" para mi comunidad, llevando una palabra de ánimo y de esperanza a aquellos que se sienten desalentados en su servicio?
Oración
Señor de los ejércitos, que por tu profeta Ageo animaste a tu pueblo a reconstruir tu Casa. Mira también hoy nuestro desánimo cuando nuestros esfuerzos parecen pequeños e insignificantes. Danos tu ánimo, Señor, y recuérdanos tu promesa: "Yo estoy con ustedes". Que, confiando en tu presencia y en tu Espíritu, nos pongamos manos a la obra, sabiendo que la gloria que Tú preparas es siempre mayor que nuestros sueños y que en Cristo, nuestro verdadero Templo, nos das la paz. Amén.