Reflexión.

Leo nuevamente cada una de las indicaciones de Jesús. ¿Quiénes son mis enemigos? ... En la intimidad de mi oración les pongo nombre y rostro ... Son aquellos que me han hecho mal,...  los que me han humillado,...  los que han hablado mal de mi, ... los que me han hecho daño. Allí está... frente a mi...  El Señor me pide que los ame, que olvide sus ofensas. ... ¿Cómo dar un primer paso? ... ¿por dónde partir? ... ¿qué puedo hacer hoy para iniciar este camino de reconciliación? ... ¿Difícil? ... ¡Nada es imposible para El!.  Le pido ayuda al Señor ... ¡Nada es imposible para El!..

Coloquio.

Difícil tarea nos pones, Señor. Algo en nuestro interior nos mueve a hacer el bien a quienes no nos odian y bendecir a quienes no nos maldicen ni difaman. Algo automático interno nos mueve a evitar que nos vuelvan a pegar en la otra mejilla y si me roban algo a cuidarme de que no lo hagan nuevamente.  Pero si tú lo pides, lo intentaremos, luchando contra esas tentaciones. Ayúdanos, Señor para desear el bien a todos, ya que aun cuando actúan equivocadamente, son hijos de nuestro mismo Padre y por lo tanto se merecen una actitud fraterna de nuestra parte. Lo intentaremos, pues tenemos tu ejemplo que fuiste capaz de perdonar e incluso justificar y abogar por los que te estaban crucificando cuando en lugar de un reproche o una maldición exclamaste "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen". Necesitamos tu ayuda, Jesús. Envía tu Espíritu para que nos acompañe en esta misión de amar, perdonar y servir a todos, incluso a aquellos que no nos nace automáticamente. Gracias, Señor.