Reflexión.

Imagino mi nombre en esa lista.  Jesús me elige para ser apóstol. Quiere que le acompañe, que le siga, quiere que transmita su mensaje.  Medito sobre esta invitación tan personal. Me llama simplemente porque a El le parece bien que yo sea parte del grupo. ¿Qué siento ante esta invitación?  ¿Cómo pongo en práctica este seguimiento? ¿A quién me manda a anunciarle el mensaje? ... ¿A quién podré liberar de sus demonios? … Le doy gracias al Señor por ser uno de sus escogidos

Coloquio.

Nos invitas a ser parte de tu equipo de apóstoles. Nos eliges para esta gran misión. Nos envías a anunciar el Reino de Dios. Que privilegio, que orgullo, que responsabilidad. Aceptamos, Señor, cuenta con nosotros.  Claro que sí. Con gusto, con alegría.  Nos unimos a tu grupo y partiendo por los más cercanos, por los más frágiles, por los que necesitan ayuda para vivir dignamente, comunicaremos tu mensaje de amor, misericordia y servicio. Lo haremos a tu manera, Señor, viviendo como tú, sintiendo como tú, amando como tú. Por nuestras obras nos reconocerán que somos tus discípulos. Ayúdanos, Señor a cumplir con esta hermosa misión de ser tus apóstoles.