[8] Paz para el mundo, el cual vuelve a encontrarse sumergido en la tragedia de la guerra.
La humanidad, desmemoriada de los dramas del pasado, está sometida a una prueba nueva y difícil cuando ve a muchas poblaciones oprimidas por la brutalidad de la violencia.
¿Qué más les queda a estos pueblos que no hayan sufrido ya?
¿Cómo es posible que su grito desesperado de auxilio no impulse a los responsables de las Naciones a querer poner fin a los numerosos conflictos regionales, conscientes de las consecuencias que puedan derivarse a nivel mundial?
¿Es demasiado soñar que las armas callen y dejen de causar destrucción y muerte?
“Felices los que trabajan por la paz porque podrán ser llamados hijos de Dios” (Mt 5,9).
La exigencia de paz nos interpela a todos y urge que se lleven a cabo proyectos concretos.
Que no falte el compromiso de la diplomacia por construir con valentía y creatividad espacios de negociación orientados a una paz duradera.