Salmo 86(85), 3-6, 9-10
"Apiádate de Mí, Señor: Súplica Confiada al Dios Bueno y Clemente"
“3 ¡Apiádate de mí, Señor, porque te invoco todo el día; 4 alegra el alma de tu servidor, porque a ti, Señor, levanto mi alma! 5 ¡Tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con aquellos que te invocan! 6 ¡Escucha, Señor, mi oración y atiende a mi voz suplicante!... 9 Todas las naciones que has creado vendrán a postrarse delante de ti y a glorificar tu Nombre, Señor. 10 Porque tú eres grande, tú realizas maravillas y eres el único Dios.”
Contexto
El Salmo 86 es un lamento individual, una súplica intensa de alguien que se encuentra en una situación de angustia y necesidad. A diferencia de otros lamentos, este salmo no se centra en describir a los enemigos o la desgracia, sino que está tejido con citas y alusiones a otras partes de la Escritura (especialmente al Éxodo y los profetas). Es la oración de un hombre piadoso que conoce bien su tradición de fe. El salmista, que se define como "pobre y desvalido", basa su oración no en sus propios méritos, sino en el carácter misericordioso de Dios.
Tema Central
El tema central es una súplica confiada y perseverante ("te invoco todo el día") a un Dios que es, por naturaleza, "bueno y clemente, rico en misericordia". El salmista levanta su alma a Dios, pidiéndole alegría y escucha. Esta confianza personal se expande a una visión universal, donde se profetiza que todas las naciones reconocerán la grandeza y la unicidad del Señor, uniéndose a la adoración.
Aplicación a nuestra actualidad
Este salmo es una hermosa escuela de oración de petición, enseñándonos cómo y por qué podemos acercarnos a Dios con confianza:
La Oración Perseverante: "...porque te invoco todo el día". La perseverancia en la oración es un signo de fe. No se trata de intentar convencer a un Dios reacio, sino de mantener nuestro corazón y nuestra mente constantemente orientados hacia Él en medio de nuestras ocupaciones y preocupaciones.
Levantar el Alma: "...a ti, Señor, levanto mi alma". La oración no es solo recitar palabras; es un movimiento de todo nuestro ser interior. Es "levantar" nuestra alma por encima de las angustias del momento, de la tierra, para ponerla en la presencia de Dios, buscando en Él nuestra alegría y nuestro refugio.
El Fundamento de la Confianza: el Carácter de Dios: "¡Tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con aquellos que te invocan!". El salmista no basa su petición en su propia bondad, sino en la de Dios. Recordar y proclamar el carácter de Dios en nuestra oración fortalece nuestra fe. Sabemos que podemos pedir con confianza porque nos dirigimos a un Dios que, por definición, es bueno y misericordioso.
Una Visión Universal: "Todas las naciones que has creado vendrán a postrarse delante de ti...". Incluso en su súplica personal, el salmista no se olvida del plan universal de Dios. Esta visión nos recuerda que nuestras luchas y nuestra fe personales forman parte de una historia mucho más grande, la historia de la salvación de Dios para toda la humanidad. Nos invita a tener una perspectiva misionera en nuestra oración.
La Unicidad de Dios: "...tú realizas maravillas y eres el único Dios". La alabanza a Dios culmina en el reconocimiento de su unicidad. No hay otro dios, no hay otro poder que pueda salvar. Esta confesión de fe nos libera de buscar ayuda o seguridad en los "ídolos" modernos (el dinero, el poder, la superstición) y nos centra en la única fuente verdadera de salvación.
Este salmo nos invita a una oración que es a la vez humilde (reconociendo nuestra necesidad) y audaz (confiando en la bondad de Dios). Nos enseña a ser perseverantes, a elevar todo nuestro ser a Dios, a fundamentar nuestra confianza en su carácter misericordioso, y a mantener siempre una perspectiva universal, anhelando que todos los pueblos reconozcan al único y verdadero Dios que hace maravillas.
Preguntas para la reflexión
¿Mi oración es perseverante, invocando al Señor "todo el día", o es esporádica y solo para casos de emergencia?
¿Qué significa para mí hoy "levantar mi alma" al Señor? ¿Logro elevar mi corazón por encima de mis preocupaciones inmediatas para ponerlo en su presencia?
¿Mi oración se basa más en mis propios méritos ("he sido bueno, así que merezco...") o en la certeza de que Dios es "bueno y clemente, rico en misericordia"?
¿De qué manera mi oración personal se abre a una dimensión universal, deseando que "todas las naciones" glorifiquen el Nombre del Señor?
¿Qué "maravillas" de Dios en mi vida o en el mundo me llevan a proclamar con el salmista que Él es "el único Dios"?
Oración
Apiádate de mí, Señor, porque te invoco todo el día. Alegra el alma de tu servidor, porque a Ti, Señor, levanto mi alma. Tú eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan. Escucha mi oración y atiende a mi voz suplicante. Que todas las naciones que has creado vengan a postrarse delante de Ti, Señor, porque Tú eres grande, realizas maravillas y eres el único Dios. Amén.