Ezequiel 34,11-16
"El Señor Mismo, Pastor de sus Ovejas Dispersas"
“11 Así habla el Señor: ¡Miren! Yo mismo voy a ocupar de mis ovejas y las pasaré revista. 12 Como un pastor pasa revista a su rebaño cuando se encuentra en medio de sus ovejas dispersas, así pasaré revista a mis ovejas y las libraré de todos los lugares donde se habían dispersado, en un día de nubes y de espesa oscuridad. 13 Las haré salir de entre los pueblos, las reuniré de entre los países y las llevaré a su propia tierra. Las apacentaré por las montañas de Israel, por los valles y por todos los lugares habitables del país. 14 Las haré pastar en un buen pastizal y tendrán sus prados en las altas montañas de Israel. Allí descansarán en un buen prado y pastarán en un exuberante pastizal, sobre las montañas de Israel. 15 Yo mismo apacentaré a mis ovejas y yo mismo las haré descansar –oráculo del Señor–. 16 Buscaré a la oveja perdida, haré volver a la descarriada, vendaré a la herida y curaré a la enferma; pero aniquilaré a la que es gorda y robusta. Yo las apacentaré con justicia.”
Contexto
Este pasaje del profeta Ezequiel forma parte de un oráculo más amplio (capítulo 34) que comienza con una dura condena a los malos pastores de Israel (los reyes, sacerdotes y líderes) que se habían apacentado a sí mismos en lugar de cuidar del rebaño de Dios. Habían descuidado, explotado y dispersado a las ovejas. Como respuesta a este fracaso del liderazgo humano, Dios mismo anuncia que Él asumirá el papel de Pastor de su pueblo. Ezequiel profetizó durante el exilio en Babilonia (siglo VI a.C.), un tiempo en que el pueblo de Israel estaba, de hecho, disperso y desamparado.
Tema Central
El tema central es la intervención directa y personal de Dios como el Buen Pastor de su pueblo Israel. Ante el abandono y la negligencia de los pastores humanos, Dios mismo se ocupará de sus ovejas: las buscará, las reunirá de la dispersión, las librará, las llevará de regreso a su tierra, las apacentará en buenos pastos, las hará descansar, buscará a las perdidas, hará volver a las descarriadas, vendará a las heridas y curará a las enfermas. Su pastoreo se caracterizará por la justicia, distinguiendo entre las ovejas.
Aplicación a nuestra actualidad (especialmente desde la perspectiva cristiana)
Esta profecía de Ezequiel encuentra su cumplimiento pleno en Jesucristo, quien se presenta a sí mismo como el Buen Pastor (Juan 10). Las palabras de Dios a través de Ezequiel nos siguen hablando hoy de la naturaleza del cuidado amoroso y solícito de Dios por nosotros:
La Iniciativa Divina ante el Fracaso Humano: "¡Miren! Yo mismo voy a ocupar de mis ovejas...". Cuando los líderes humanos fallan, cuando nos sentimos abandonados o mal guiados, Dios no se queda indiferente. Él mismo toma la iniciativa para cuidar de su pueblo. Esto es una fuente de gran esperanza: nuestra seguridad última no reside en la perfección de los pastores humanos, sino en la fidelidad del Pastor divino.
Cuidado Personalizado y Minucioso: Dios "pasará revista" a sus ovejas, las "librará", las "reunirá", las "llevará", las "apacentará". Su cuidado es detallado y personal. Se preocupa por cada una, especialmente por las que están en situaciones más vulnerables.
Restauración y Provisión Abundante: Dios promete llevar a sus ovejas a "su propia tierra", a "buenos pastizales", a "prados exuberantes". Esto habla no solo de una restauración física (como el regreso del exilio), sino también de una restauración espiritual, de encontrar descanso, nutrición y seguridad en la presencia de Dios.
Búsqueda de la Oveja Perdida y Sanación: "Buscaré a la oveja perdida, haré volver a la descarriada, vendaré a la herida y curaré a la enferma". Este es el corazón compasivo del Pastor divino. No descarta a ninguna oveja. Se preocupa especialmente por las que se han perdido, las que se han alejado, las que están heridas por el pecado o el sufrimiento, las que están enfermas espiritualmente. Jesús encarna perfectamente esta actitud (cf. la parábola de la oveja perdida, Lucas 15).
Pastoreo con Justicia: "...pero aniquilaré a la que es gorda y robusta. Yo las apacentaré con justicia". Hay una distinción. Las ovejas "gordas y robustas" aquí pueden representar a aquellas que son autosuficientes, opresoras o que se aprovechan de las más débiles (en línea con la crítica a los malos pastores al inicio del capítulo). El pastoreo de Dios es justo; no tolera la injusticia dentro del rebaño.
Este pasaje nos llena de consuelo al saber que tenemos un Dios que es nuestro Pastor personal y solícito, que nos busca cuando nos perdemos, nos sana cuando estamos heridos y nos provee abundantemente. Para aquellos que tienen responsabilidades de liderazgo o cuidado de otros, es un llamado a imitar el modelo del Buen Pastor divino, con justicia y compasión. Y para todos, es una invitación a dejarnos encontrar, cuidar y guiar por el Señor, nuestro verdadero Pastor.
Preguntas para la reflexión
¿En qué momentos de mi vida he sentido de manera especial que Dios mismo ha "pasado revista" a mi situación, me ha librado de algún peligro o me ha reunido cuando me sentía disperso/a?
¿Cómo experimento hoy el "pastoreo" de Dios en mi vida? ¿Me dejo apacentar por Él, buscando su guía y su provisión en "buenos pastizales" (como su Palabra, los sacramentos, la comunidad)?
¿En qué áreas de mi vida me siento como una "oveja perdida, descarriada, herida o enferma" y necesito que el Buen Pastor me busque, me haga volver, me vende o me cure? ¿Me abro a su sanación?
Si Dios "apacienta con justicia", ¿cómo me desafía esto a vivir con justicia en mis relaciones y a preocuparme por la justicia dentro de mi comunidad y en el mundo?
¿Cómo puedo yo, en mi pequeño ámbito, reflejar algo del cuidado del Buen Pastor hacia aquellos que están perdidos, heridos o necesitados a mi alrededor?
Oración
Señor, nuestro Dios y Buen Pastor, te damos gracias porque Tú mismo te ocupas de tus ovejas. Búscanos cuando nos perdamos, haznos volver cuando nos descarriemos, venda nuestras heridas y cura nuestras enfermedades. Llévanos a tus buenos pastizales y haznos descansar en tu amor. Apaciéntanos con justicia y danos la gracia de seguirte fielmente, confiando siempre en tu cuidado providente y en tu misericordia infinita, por Jesucristo, nuestro Señor, el Pastor supremo de nuestras almas. Amén.