Salmo 104(103),1.24.29-31.34
"Bendice, Alma Mía, al Señor: Su Grandeza en la Creación y su Espíritu Renovador"
“1 ¡Bendice al Señor, alma mía! ¡Señor, Dios mío, qué grande eres! Estás vestido de esplendor y majestad... 24 ¡Qué variadas son tus obras, Señor! ¡Todo lo hiciste con sabiduría, la tierra está llena de tus criaturas!... 29 Les retiras el aliento, y expiran y vuelven al polvo. 30 Envías tu aliento, y son creados, y renuevas la superficie de la tierra. 31 ¡La gloria del Señor permanezca para siempre, alégrese el Señor por sus obras!... 34 ¡Que mi canto le sea agradable, y yo me alegraré en el Señor!”
Contexto
El Salmo 104 es un magnífico himno a Dios como Creador y Sustentador del universo. Es una contemplación poética y detallada de la obra de la creación, desde los cielos hasta las profundidades del mar, destacando la sabiduría, el poder y la providencia de Dios en cada elemento. El salmista se maravilla ante la diversidad y el orden del cosmos, y reconoce la dependencia total de todas las criaturas respecto a su Creador. Los versículos seleccionados resaltan la grandeza inicial de Dios, la sabiduría en sus obras, el poder de su Espíritu para dar y renovar la vida, y el deseo de que la gloria de Dios perdure y que la alabanza del salmista le sea agradable.
Tema Central
El tema central es la alabanza a Dios por su grandeza majestuosa, manifestada en la sabiduría y diversidad de su obra creadora. Se subraya el poder vivificador y renovador de su Espíritu ("aliento"), que da origen a las criaturas y renueva la faz de la tierra. La respuesta adecuada ante esta revelación es la alegría en el Señor y el deseo de que la propia alabanza sea agradable a Dios, contribuyendo a la gloria perenne del Creador.
Aplicación a nuestra actualidad
Este salmo nos invita a una profunda contemplación de la creación como manifestación de Dios y a reconocer la acción continua de su Espíritu:
Admiración por la Grandeza de Dios en la Creación: "¡Señor, Dios mío, qué grande eres! Estás vestido de esplendor y majestad... ¡Qué variadas son tus obras, Señor! ¡Todo lo hiciste con sabiduría, la tierra está llena de tus criaturas!". El salmo nos llama a no pasar por alto la belleza, el orden y la complejidad del mundo natural. Cada criatura, cada paisaje, cada fenómeno natural es un reflejo de la sabiduría y el poder de Dios. Esta contemplación debe llevarnos al asombro y a la alabanza, y también a un profundo respeto y cuidado por la creación, obra de sus manos.
El Espíritu Creador y Renovador: "Envías tu aliento (Espíritu), y son creados, y renuevas la superficie de la tierra". Esta es una afirmación poderosa sobre la acción continua del Espíritu de Dios. Él no solo creó en el principio, sino que sigue sosteniendo, dando vida y renovando constantemente la creación. Esta verdad nos llena de esperanza, especialmente en tiempos de crisis ecológica o de aparente decadencia: el Espíritu de Dios tiene el poder de renovar. También nos recuerda nuestra dependencia de su "aliento" para nuestra propia vida y vitalidad espiritual.
La Gloria de Dios y su Alegría en sus Obras: "¡La gloria del Señor permanezca para siempre, alégrese el Señor por sus obras!". El fin último de la creación es la gloria de Dios. Y Dios mismo se alegra en lo que ha hecho. Esto nos invita a unirnos a esa alegría divina, apreciando y cuidando la creación como un regalo que refleja la bondad y la belleza de su Autor.
Una Alabanza Agradable a Dios: "¡Que mi canto le sea agradable, y yo me alegraré en el Señor!". El salmista no solo alaba, sino que desea que su alabanza sea genuina, sincera, y que complazca a Dios. Esta es la actitud de un corazón que busca una relación auténtica con su Creador. La verdadera alegría se encuentra en esta comunión con el Señor, expresada en una alabanza que brota del corazón.
Este salmo es una escuela de contemplación y alabanza. Nos enseña a ver el mundo con ojos de fe, reconociendo en él la grandeza, la sabiduría y el amor de Dios, y a vivir con la certeza de que su Espíritu está constantemente creando y renovando la vida, invitándonos a una alegría profunda y a una alabanza que le sea agradable.
Preguntas para la reflexión
¿Con qué frecuencia me detengo a contemplar la belleza y la sabiduría de la creación (desde una flor hasta el universo) y a reconocer en ella la grandeza de Dios, permitiendo que esto me mueva a la alabanza?
¿Soy consciente de la acción continua del "aliento" o Espíritu de Dios que da vida y renueva todas las cosas, incluida mi propia vida espiritual? ¿Cómo puedo abrirme más a su poder renovador?
¿De qué manera puedo yo contribuir a que la "gloria del Señor permanezca para siempre" a través de mi cuidado de la creación y de mi testimonio de su bondad?
¿Qué significa para mí que mi "canto" (mi oración, mi vida, mis acciones) "le sea agradable" a Dios? ¿Cómo busco esa autenticidad en mi relación con Él?
Oración
¡Bendice, alma mía, al Señor! Señor, Dios mío, ¡qué grande eres, vestido de esplendor y majestad! Te alabamos por la inmensa variedad y sabiduría de tus obras; la tierra está llena de tus criaturas. Envía tu Espíritu, Señor, y renueva la faz de la tierra; que tu aliento nos cree y nos vivifique. Que tu gloria permanezca para siempre y te alegres en tus obras. Que nuestro canto te sea agradable, y que siempre encontremos nuestra alegría en Ti. Amén.