Salmo 40(39),6.9-11
"Hacer tu Voluntad, Dios Mío: Proclamar tu Justicia y Fidelidad"
“6 Tú no quisiste víctima ni oblación, pero me diste un oído atento; no pediste holocaustos ni sacrificios, pero dijiste: «Aquí estoy»... 9 Yo amo, Dios mío, tu Ley, y la llevo en lo más íntimo de mi ser. 10 Proclamé la justicia en la gran asamblea, no mantuve mis labios cerrados, tú lo sabes, Señor. 11 No escondí tu justicia dentro de mí, proclamé tu fidelidad y tu salvación, y no oculté a la gran asamblea tu amor y tu lealtad.”
Contexto
El Salmo 40 es un salmo complejo que combina elementos de acción de gracias por una liberación pasada (vv. 2-4) con una súplica por ayuda en una angustia presente (vv. 12-18). Los versículos seleccionados (6, 9-11) se encuentran en una sección donde el salmista reflexiona sobre la verdadera respuesta que Dios desea de sus fieles. No se trata primariamente de sacrificios rituales, sino de una obediencia interior, un "oído atento" a la voluntad de Dios, un amor por su Ley llevado en el corazón, y la proclamación pública de la justicia, fidelidad, salvación, amor y lealtad de Dios. El Nuevo Testamento, en la Carta a los Hebreos (10,5-7), cita los versículos 7-9a de este salmo (que incluyen la frase "Aquí estoy... para hacer, oh Dios, tu voluntad") aplicándolos proféticamente a Jesucristo y su obediencia sacrificial al Padre.
Tema Central
El tema central es la primacía de la obediencia a la voluntad de Dios y el amor interior a su Ley por encima de los sacrificios puramente externos. La verdadera adoración se manifiesta en un "oído atento" a Dios, en la disposición a cumplir su voluntad ("Aquí estoy"), y en la proclamación valiente y pública de las virtudes salvadoras de Dios: su justicia, fidelidad, salvación, amor y lealtad.
Aplicación a nuestra actualidad
Estos versículos nos ofrecen una profunda orientación sobre la esencia de nuestra relación con Dios y el testimonio que estamos llamados a dar:
Más Allá del Ritualismo: Un Oído Atento: "Tú no quisiste víctima ni oblación, pero me diste un oído atento". Dios valora más una escucha atenta y una disposición a obedecerle que el mero cumplimiento de ritos externos si estos no van acompañados de una conversión del corazón. Esto nos llama a examinar si nuestras prácticas religiosas son expresiones de una fe viva y obediente, o si se han vuelto rutinarias y vacías. ¿Estamos cultivando un "oído atento" a la voz de Dios en la oración, en su Palabra, en las circunstancias de la vida?
Amar la Ley de Dios en lo Íntimo: "Yo amo, Dios mío, tu Ley, y la llevo en lo más íntimo de mi ser". La Ley de Dios no debe ser vista como una imposición externa, sino como una guía amorosa que, cuando se interioriza y se ama, conduce a la vida y a la verdadera libertad. Es un llamado a un amor profundo por la voluntad de Dios, deseando que sus preceptos moldeen nuestro ser interior.
Proclamar las Obras de Dios: "Proclamé la justicia... no mantuve mis labios cerrados... proclamé tu fidelidad y tu salvación, y no oculté... tu amor y tu lealtad". La experiencia de la bondad de Dios y el amor por su Ley no pueden quedarse en el ámbito privado. Impulsan a la proclamación, al testimonio público. Estamos llamados a ser heraldos de la justicia de Dios, de su fidelidad inquebrantable, de su poder salvador, de su amor incondicional y de su lealtad constante. Este testimonio debe darse "en la gran asamblea", es decir, abiertamente.
No Esconder la Verdad de Dios: "No escondí tu justicia dentro de mí... no oculté...". Existe la tentación de callar o diluir el mensaje de Dios por temor, por conveniencia o por respeto humano. El salmista nos anima a la valentía de no esconder las verdades de Dios, sino a compartirlas con convicción y amor.
Este salmo nos invita a una fe que se traduce en una escucha obediente, un amor interiorizado por la voluntad de Dios y un testimonio valiente de su carácter y sus obras salvadoras. Nos recuerda que Dios desea nuestro corazón y nuestra vida entregada a Él, más que simples ofrendas externas.
Preguntas para la reflexión
¿De qué manera estoy cultivando un "oído atento" a la voz de Dios en mi vida, más allá de mis prácticas religiosas externas?
¿Cómo puedo yo crecer en amar la "Ley de Dios" (sus enseñanzas, su voluntad) y llevarla "en lo más íntimo de mi ser", de modo que moldee mis decisiones y actitudes?
¿En qué "gran asamblea" (mi familia, mi trabajo, mi comunidad, la sociedad) estoy llamado/a a "proclamar" con más valentía la justicia, la fidelidad, la salvación, el amor y la lealtad de Dios?
¿Hay verdades de Dios o aspectos de mi fe que tiendo a "esconder" o "ocultar" por temor o conveniencia? ¿Cómo puedo superar esto?
Si Dios me dijera hoy, como al salmista, "¿Aquí estoy?", ¿cuál sería mi disposición para hacer su voluntad?
Oración
Señor Dios, Tú no deseas primariamente víctimas ni ofrendas, sino un corazón que te escucha y un espíritu dispuesto a cumplir tu voluntad. Danos un oído atento a tu voz y un amor profundo por tu Ley, para que la llevemos en lo más íntimo de nuestro ser. Impúlsanos a proclamar sin temor tu justicia, tu fidelidad, tu salvación, tu amor y tu lealtad ante todos, para que tu Nombre sea glorificado. Aquí estamos, Señor, para hacer tu voluntad. Amén.