Salmo 69(68), 30-31. 33-34. 36-37
"La alabanza de los que esperan en Dios"
"³⁰Yo soy un pobre desdichado, Dios mío, que tu ayuda me proteja: ³¹así alabaré con cantos el nombre de Dios, y proclamaré su grandeza dando gracias. ³³Al ver esto, los humildes se alegrarán, los que buscan a Dios tendrán más ánimo, ³⁴porque el Señor escucha a los pobres y no desprecia a sus cautivos. ³⁶Él salvará a Sión y volverá a edificar las ciudades de Judá: allí se establecerán y tomarán posesión de ella; ³⁷el linaje de sus servidores la tendrá como herencia, y los que aman su nombre morarán en ella."
Contexto
El Salmo 69 es uno de los lamentos individuales más intensos de la Biblia. El salmista se describe a sí mismo hundiéndose en el fango, agotado por el sufrimiento y el acoso de sus enemigos. Se siente abandonado por todos a causa de su fidelidad a Dios. Sin embargo, en medio de esta profunda angustia, los versículos seleccionados marcan un giro radical. El autor pasa de la súplica desesperada a una resolución firme de alabar a Dios, proclamando una confianza inquebrantable en que Dios no es indiferente al clamor de los que sufren, sino que actúa para salvarlos a ellos y a toda la comunidad.
Tema Central
El tema central de este pasaje es la esperanza que nace de la fe en medio del sufrimiento, expresada a través de la alabanza. El salmista, desde su condición de "pobre desdichado", hace una elección deliberada: en lugar de quedarse en la queja, decide alabar y dar gracias. Esta alabanza no es un sentimiento superficial, sino un acto de fe profundo que afirma dos verdades: primero, que Dios escucha a los pobres y no abandona a los "cautivos" (aquellos atrapados en situaciones de opresión). Segundo, que esta salvación no es solo individual, sino que se extiende a toda la comunidad, con una promesa de restauración y de herencia para los que aman a Dios.
Aplicación a nuestra actualidad
Todos pasamos por momentos en los que nos sentimos "pobres y desdichados", hundidos en problemas que parecen no tener salida, ya sea por enfermedad, soledad, problemas económicos o injusticias. Este salmo nos ofrece un camino para transitar por esas oscuridades. No nos pide que neguemos nuestro dolor, sino que, en medio de él, hagamos un espacio para la alabanza y la gratitud.
Es una invitación a cambiar el foco: en lugar de mirar solo la magnitud de nuestro problema, levantar la vista hacia la grandeza de Dios. Descubrimos entonces que la alabanza no es solo para cuando las cosas van bien; es una poderosa herramienta de resistencia espiritual. Al alabar, recordamos quién es Dios: Aquel que tiene una predilección por los humildes y escucha a los que nadie más escucha. Este acto de fe no solo nos fortalece personalmente ("tendrán más ánimo"), sino que nos une a una esperanza más grande: la certeza de que, al final, el amor y la justicia de Dios restaurarán nuestras vidas y nuestro mundo.
Preguntas para la reflexión
Cuando me siento un "pobre desdichado", ¿cuál es mi primera reacción? ¿Cómo puedo introducir un pequeño acto de alabanza o gratitud en medio de esa situación?
¿Quiénes son los "pobres" y "cautivos" en mi entorno? ¿De qué manera puedo ser un reflejo del Dios que los escucha y no los desprecia?
¿Qué significa para mí la promesa de que "los que aman su nombre morarán en ella"? ¿Cómo alimenta esta esperanza mi perseverancia en el día a día?
Al pensar en mi vida, ¿puedo recordar alguna situación difícil en la que, al decidir confiar y alabar, mi ánimo y mi perspectiva cambiaron?
Oración
Señor, Dios de los humildes, a veces me siento como el salmista, pobre y desdichado, sin fuerzas para seguir. Pero hoy elijo, con un acto de fe, alabarte y proclamar tu grandeza. Te doy gracias porque Tú escuchas a los pobres y no te olvidas de los que están cautivos en su dolor. Renueva mi ánimo, Señor, y hazme confiar en tu promesa de salvación y restauración. Que mi vida sea un canto que alegre a otros que te buscan. Amén.