Lucas 15,3-7
"La Alegría del Pastor por la Oveja Encontrada"
“3 Él entonces les dijo esta parábola: 4 «Si alguno de ustedes tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta que la encuentra? 5 Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, 6 y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido”. 7 Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse».”
Contexto
Este pasaje del Evangelio de Lucas es la primera de tres parábolas sobre la pérdida y el hallazgo (la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo pródigo) que Jesús cuenta en respuesta a las murmuraciones de los fariseos y escribas. Ellos criticaban a Jesús porque "recibe a los pecadores y come con ellos" (Lucas 15,1-2). Con estas parábolas, Jesús revela el corazón misericordioso de Dios Padre, que se alegra inmensamente por el arrepentimiento y el retorno de un solo pecador.
Tema Central
El tema central es la inmensa alegría de Dios (simbolizada por el pastor) cuando un pecador, que se había perdido, es encontrado y se convierte. Se destaca la iniciativa amorosa y perseverante del pastor (Dios/Jesús) que busca activamente a la oveja perdida, sin importar el costo o el esfuerzo, y la celebración comunitaria (en el cielo y entre los amigos) que sigue al hallazgo. La parábola justifica la conducta de Jesús de acoger a los pecadores.
Aplicación a nuestra actualidad
Esta parábola tan conocida sigue siendo una fuente de profundo consuelo y un llamado a la conversión y a la misericordia:
El Valor de Cada Individuo para Dios: El pastor deja las noventa y nueve ovejas "seguras" para ir en busca de una sola que se ha perdido. Esto revela el valor infinito que cada persona tiene a los ojos de Dios. Nadie es un número, nadie es insignificante para Él. Cuando nos sentimos perdidos, olvidados o sin importancia, esta parábola nos recuerda que Dios nos busca individualmente con un amor personal e incansable.
La Iniciativa Divina en la Búsqueda: El pastor "va a buscar la que se había perdido, hasta que la encuentra". Dios no espera pasivamente a que regresemos; Él toma la iniciativa, nos busca, sale a nuestro encuentro en nuestras "lejanías" y "desiertos" personales. Su amor es activo y perseverante.
La Alegría del Reencuentro: "Cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría... “Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido”". La reacción del pastor no es de reproche o castigo, sino de pura alegría. Carga a la oveja (que puede estar cansada o herida) sobre sus hombros, un gesto de ternura y cuidado. Esta es la alegría de Dios cuando un pecador se arrepiente y vuelve a Él.
La Alegría en el Cielo: "Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse". Esta afirmación puede parecer sorprendente, pero subraya la intensidad del gozo divino por la recuperación de lo que estaba perdido. No desprecia a los "justos", pero enfatiza la celebración especial que merece la conversión de un pecador. Nos invita a compartir esa alegría celestial y a no ser como los fariseos que criticaban la misericordia de Jesús.
Llamados a Ser Como el Pastor (y a Dejarnos Encontrar): La parábola nos interpela de dos maneras. Primero, si nos sentimos "ovejas perdidas", nos asegura que Dios nos busca con amor y se alegra inmensamente con nuestro retorno. Segundo, si somos parte del "rebaño seguro", nos llama a tener el corazón del pastor: a preocuparnos por los que están perdidos, a no juzgarlos, y a alegrarnos sinceramente cuando regresan, participando en la misión de búsqueda y acogida.
Esta parábola es una ventana al corazón misericordioso de Dios. Nos asegura que su amor nos busca incansablemente, que cada uno de nosotros es inmensamente valioso para Él, y que nuestra conversión y retorno a su redil es motivo de una fiesta en el cielo.
Preguntas para la reflexión
¿En qué momentos de mi vida me he sentido como la "oveja perdida"? ¿He experimentado la alegría de ser "encontrado/a" y "cargado/a sobre los hombros" por el Buen Pastor?
¿Soy consciente del valor infinito que tengo a los ojos de Dios, incluso cuando me siento perdido/a o indigno/a?
¿Cómo reacciono yo cuando veo a alguien que estaba "perdido" (alejado de la fe, en situaciones de pecado) y regresa o muestra signos de conversión? ¿Siento la misma alegría que el pastor y que "el cielo"?
¿De qué manera puedo yo participar en la misión del Buen Pastor de "buscar a la oveja perdida" en mi entorno, a través de mi oración, mi testimonio o mi acogida?
¿Qué "murmuraciones" o juicios, similares a los de los fariseos, necesito abandonar para tener un corazón más parecido al de Dios, que se alegra por la conversión del pecador?
Oración
Señor Jesús, Buen Pastor, que dejas las noventa y nueve ovejas para buscar a la que se ha perdido, te damos gracias por tu amor incansable y tu misericordia infinita. Cuando nos sintamos perdidos, ayúdanos a recordar que Tú nos buscas con ternura. Y cuando veamos a un hermano o hermana regresar a Ti, que nuestros corazones se llenen de la misma alegría que hay en el cielo. Danos un corazón de pastor, para preocuparnos por los que están lejos y para celebrar siempre el don de la conversión. Amén.