Mateo 4,25-5,12
"Las Multitudes Siguen a Jesús: El Sermón del Monte y las Bienaventuranzas"
Mateo 4
“25 Y lo seguían grandes multitudes que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania.”
Mateo 5
“1 Al ver la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. 2 Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo: 3 «Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. 4 Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. 5 Felices los afligidos, porque serán consolados. 6 Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. 7 Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. 8 Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. 9 Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. 10 Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. 11 ¡Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí! 12 Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.”
Contexto
El final del capítulo 4 de Mateo describe la creciente fama de Jesús. Después de llamar a sus primeros discípulos y comenzar su ministerio de predicación y sanación en Galilea, "grandes multitudes" de diversas regiones comienzan a seguirlo. Este es el contexto inmediato para el inicio del capítulo 5, que introduce el primero de los cinco grandes discursos de Jesús en el Evangelio de Mateo: el Sermón del Monte (Mateo 5-7). Jesús, viendo la multitud, sube a una montaña (evocando a Moisés en el Sinaí), se sienta como un maestro con autoridad, y comienza a enseñar a sus discípulos (y a la multitud atenta) los principios fundamentales del Reino de los Cielos, comenzando con las Bienaventuranzas.
Tema Central
El tema central es la presentación de los valores fundamentales del Reino de los Cielos a través de las Bienaventuranzas, proclamadas por Jesús a sus discípulos y a la multitud que lo seguía. Estas "felicidades" describen el carácter y las actitudes de aquellos que pertenecen al Reino, invirtiendo a menudo los valores del mundo y prometiendo una recompensa divina que trasciende las circunstancias terrenales. Es la carta magna del discipulado cristiano.
Aplicación a nuestra actualidad
Las Bienaventuranzas no son solo un conjunto de bellas declaraciones, sino un programa de vida radical y transformador que sigue siendo profundamente relevante:
Un Camino Diferente a la Felicidad: En un mundo que a menudo equipara la felicidad con la riqueza, el poder, el placer o la ausencia de problemas, Jesús propone un camino contracultural. La verdadera felicidad ("felices", "bienaventurados") se encuentra en actitudes como la pobreza de espíritu, la paciencia, el llanto por el sufrimiento (propio y ajeno), el hambre de justicia, la misericordia, la pureza de corazón, el trabajo por la paz y la perseverancia en la persecución por causa de la justicia y de Él mismo.
Pobreza de Espíritu y Paciencia: Ser "pobre de espíritu" no es necesariamente pobreza material, sino reconocer nuestra total dependencia de Dios, nuestra necesidad de Él. Los "pacientes" (o mansos) son aquellos que no responden con violencia ni arrogancia, sino con humildad y confianza en Dios, y heredarán la tierra.
Consuelo para los Afligidos y Saciedad para los Justos: Quienes lloran por sus pecados, por las injusticias del mundo o por las pérdidas, serán consolados por Dios. Quienes anhelan profundamente la justicia de Dios verán ese anhelo satisfecho.
Misericordia, Pureza de Corazón y Paz: Los misericordiosos, que muestran compasión y perdonan, recibirán misericordia. Los de corazón puro, con intenciones limpias y una mirada centrada en Dios, "verán a Dios". Quienes trabajan activamente por la paz y la reconciliación son reconocidos como verdaderos "hijos de Dios".
La Paradoja de la Persecución: Ser perseguido por causa de la justicia o por seguir a Jesús no es una desgracia, sino una bienaventuranza, una señal de pertenencia al Reino y una promesa de gran recompensa. Nos une a la tradición de los profetas.
Alegría en la Tribulación: Ante los insultos y calumnias por causa de Cristo, la respuesta no es la amargura, sino la alegría y el regocijo, porque la recompensa celestial es grande.
Las Bienaventuranzas son un espejo donde podemos examinar nuestra propia vida y nuestras actitudes. Nos llaman a un discipulado que no se conforma con los valores del mundo, sino que busca vivir según el corazón de Dios, encontrando la verdadera felicidad en lo que el mundo a menudo desprecia. Son un camino exigente, pero lleno de la promesa de la presencia y la recompensa de Dios.
Preguntas para la reflexión
¿Cuál de las Bienaventuranzas resuena más conmigo en este momento de mi vida y por qué? ¿Cuál me resulta más desafiante de vivir?
¿De qué manera puedo cultivar una mayor "pobreza de espíritu" en mi vida diaria, reconociendo mi dependencia de Dios y desapegándome de las seguridades terrenales?
¿Cómo puedo ser un agente más activo de "misericordia" y de "paz" en mis relaciones y en mi entorno?
Si la felicidad se encuentra en tener "hambre y sed de justicia", ¿por qué causas justas estoy yo verdaderamente "hambriento/a y sediento/a" y cómo estoy trabajando por ellas?
Cuando enfrento dificultades, incomprensiones o incluso "persecuciones" por vivir mi fe, ¿logro encontrar en ello un motivo de "alegría y regocijo", confiando en la recompensa del Reino?
Oración
Señor Jesús, que nos has revelado en las Bienaventuranzas el camino hacia la verdadera felicidad y los valores de tu Reino, ayúdanos a acogerlos en nuestro corazón y a vivirlos en nuestra vida diaria. Danos un espíritu de pobreza y paciencia, consuela nuestras aflicciones, sacia nuestra hambre de justicia. Enséñanos a ser misericordiosos, a tener un corazón puro y a trabajar por la paz. Y si somos perseguidos por tu causa, concédenos la gracia de alegrarnos, sabiendo que nuestra recompensa es grande en el cielo. Amén.