2 Corintios 1,18-22
"El Sí de Dios en Jesucristo, Sellados por el Espíritu"
“18 ¡Dios es testigo! La palabra que les dirigimos no es «sí» y «no» al mismo tiempo. 19 Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, el que nosotros hemos anunciado entre ustedes –tanto Silvano y Timoteo, como yo mismo– no fue «sí» y «no», sino solamente «sí». 20 En efecto, todas las promesas de Dios encuentran su «sí» en él. Por eso, cuando alabamos a Dios, por medio de él decimos «Amén». 21 Y el que nos confirma en Cristo, a nosotros y a ustedes, y el que nos ha ungido, es Dios, 22 el cual nos ha marcado con su sello y ha puesto en nuestros corazones las primicias del Espíritu.”
Contexto
Este pasaje forma parte de la introducción de la Segunda Carta de San Pablo a los Corintios. Pablo está defendiendo su integridad y la coherencia de su ministerio ante algunas críticas o malentendidos que habían surgido en la comunidad de Corinto. Parece que se le había acusado de ser inconstante o poco fiable, quizás por un cambio en sus planes de viaje. Pablo refuta estas acusaciones apelando a la fidelidad de Dios y, sobre todo, a la firmeza y veracidad de Jesucristo, en quien todas las promesas de Dios encuentran su cumplimiento definitivo.
Tema Central
El tema central es la firmeza y la fiabilidad de la palabra de Dios y de su cumplimiento en Jesucristo. En contraste con la posible inconstancia humana, Jesucristo es el "Sí" definitivo de Dios a todas sus promesas. Esta certeza se extiende a los creyentes, quienes son confirmados en Cristo por Dios mismo, ungidos, marcados con su sello y han recibido el Espíritu Santo como garantía ("primicias" o "arras") de la herencia futura.
Aplicación a nuestra actualidad
Las profundas afirmaciones de Pablo sobre Jesucristo y la obra de Dios en nosotros tienen una gran relevancia para nuestra fe hoy:
La Fidelidad de Dios en Cristo: "El Hijo de Dios, Jesucristo... no fue «sí» y «no», sino solamente «sí». En efecto, todas las promesas de Dios encuentran su «sí» en él". En un mundo donde a menudo experimentamos la inconstancia, las promesas rotas o la ambigüedad, Pablo nos recuerda que Dios es absolutamente fiel. Jesucristo es la encarnación de esa fidelidad; en Él, todas las esperanzas y promesas de Dios a la humanidad se cumplen de manera definitiva. Nuestra fe se apoya en este "Sí" rotundo de Dios en Jesús.
Nuestro "Amén" a Dios por Medio de Cristo: "Por eso, cuando alabamos a Dios, por medio de él decimos «Amén»". Nuestro "Amén" (que significa "así sea", "verdaderamente") en la oración y en la liturgia es una respuesta de fe al "Sí" de Dios en Cristo. Reconocemos y aceptamos con gratitud el cumplimiento de sus promesas en Jesús.
Confirmados, Ungidos y Sellados por Dios: "Y el que nos confirma en Cristo... y el que nos ha ungido, es Dios, el cual nos ha marcado con su sello...". Estas son imágenes poderosas de la obra de Dios en los creyentes:
Confirmados en Cristo: Dios nos da firmeza y estabilidad en nuestra unión con Cristo.
Ungidos: La unción (como en el Bautismo y la Confirmación) nos consagra a Dios y nos configura con Cristo, el Ungido (Mesías).
Marcados con su sello: El sello es un signo de pertenencia y protección. Somos propiedad de Dios, marcados para Él.
El Espíritu Santo como Primicias: "...y ha puesto en nuestros corazones las primicias del Espíritu". El Espíritu Santo que recibimos no es la totalidad de lo que Dios nos tiene reservado, sino unas "primicias" o "arras", una garantía, un anticipo de la gloria y la herencia plena que nos espera en el cielo. La presencia del Espíritu en nosotros es ya un pregustar de la vida eterna y nos asegura la fidelidad de Dios para llevarnos a esa plenitud.
Este pasaje nos invita a una profunda confianza en la fidelidad de Dios, manifestada en Jesucristo, su "Sí" definitivo. Nos recuerda que hemos sido elegidos, consagrados y sellados por Dios, y que la presencia del Espíritu Santo en nuestros corazones es la garantía de su amor constante y de la herencia que nos tiene preparada. Es un llamado a vivir con la seguridad y la alegría que brotan de estas verdades fundamentales.
Preguntas para la reflexión
¿De qué manera la certeza de que Jesucristo es el "Sí" definitivo de Dios a todas sus promesas fortalece mi fe y mi esperanza, especialmente en momentos de duda o incertidumbre?
Cuando digo "Amén" en la oración o en la liturgia, ¿soy consciente de que estoy respondiendo al "Sí" de Dios en Cristo y afirmando mi fe en sus promesas cumplidas?
¿Cómo vivo yo la realidad de haber sido "confirmado/a en Cristo", "ungido/a" y "marcado/a con el sello" de Dios? ¿Qué implicaciones tiene esto para mi identidad y mi forma de vivir?
Si el Espíritu Santo en mi corazón es "las primicias" de la herencia futura, ¿cómo me ayuda esto a valorar los dones espirituales que ya he recibido y a anhelar la plenitud de la vida con Dios?
Oración
Padre de fidelidad, te damos gracias porque en tu Hijo Jesucristo todas tus promesas encuentran su "Sí" definitivo. Gracias por confirmarnos en Él, por ungirnos y por marcarnos con tu sello de pertenencia. Te pedimos que el Espíritu Santo, que has puesto en nuestros corazones como primicias de la herencia eterna, nos fortalezca en la fe y nos haga testigos de tu amor inquebrantable, para que, por medio de Cristo, podamos siempre alabarte diciendo "Amén".