"Digno es el Cordero: Adoración Universal"
«11» Mientras miraba, oí la voz de una multitud de Angeles que estaban alrededor del trono, de los Seres Vivientes y de los Ancianos. Eran millones y millones, «12» y decían con voz potente: «Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza». «13» Oí también que todas las criaturas que están en el cielo, en la tierra, debajo de la tierra y en el mar, y todo lo que hay en ellos, decían: «Al que está sentado sobre el trono y al Cordero, la alabanza y el honor, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos». «14» Y los cuatro Seres Vivientes decían: «¡Amén!». Y los Ancianos se postraron para adorar.»
Contexto
Este pasaje se encuentra en la sección inicial del Apocalipsis, que describe la visión celestial de Juan. Justo antes de esto, Juan ha visto la majestad de Dios en su trono (Capítulo 4) y la presentación de un rollo sellado que nadie era digno de abrir, causando gran tristeza. Entonces, aparece el "Cordero como degollado" (Cristo crucificado y resucitado) que es el único digno de tomar el rollo (5,1-10). Lo que leemos aquí (5,11-14) es la explosión de alabanza cósmica que sigue inmediatamente a la toma del rollo por el Cordero. Es la reacción del cielo y de toda la creación ante la revelación de que Cristo, a través de su sacrificio, es el Señor de la historia y el único capaz de desvelar el plan de Dios.
Tema Central
El tema central es la adoración universal y la aclamación de la dignidad suprema de Jesucristo, el Cordero degollado, junto con Dios Padre ("el que está sentado sobre el trono"). Se proclama que Jesús, precisamente por su sacrificio redentor ("degollado"), es merecedor de todo poder, honor y gloria. Esta alabanza no se limita al cielo (ángeles, seres vivientes, ancianos), sino que se extiende a absolutamente toda la creación, reconociendo la soberanía compartida del Padre y del Hijo por toda la eternidad.
Aplicación a nuestra actualidad
Esta visión grandiosa nos ofrece una perspectiva transformadora sobre nuestra propia vida y nuestra oración. Primero, nos recuerda el centro de nuestra fe y nuestra alabanza: Jesucristo, el Cordero que se entregó por nosotros. Su dignidad no viene del poder terrenal, sino de su amor sacrificial. ¿Es Él realmente el centro de mi oración, de mi alabanza, de mi vida? Segundo, nos muestra que la adoración no es algo íntimo y privado, sino un evento cósmico. Toda la creación está llamada a alabar a Dios. ¿Cómo me uno yo a ese coro universal? Puede ser a través de la liturgia, de mi oración personal, pero también a través de mi respeto y cuidado por la creación, reconociendo en ella la obra de Dios. Tercero, la lista de atributos dados al Cordero (poder, riqueza, sabiduría, etc.) nos invita a reconocer que todo lo bueno proviene de Él y le pertenece. ¿Reconozco su señorío en todas las áreas de mi vida? Finalmente, el "Amén" de los Seres Vivientes y la postración de los Ancianos nos enseñan la actitud adecuada ante Dios y el Cordero: la afirmación gozosa de su reinado y la adoración humilde y reverente. ¿Qué sentimientos despierta en mí esta visión: asombro, pequeñez, gratitud, deseo de unirme a la alabanza?
Preguntas para la reflexión
¿Cómo resuena en mi corazón la proclamación "Digno es el Cordero degollado"? ¿Qué significa para mí que su dignidad venga de su sacrificio?
¿De qué maneras concretas puedo yo unirme hoy a ese coro universal que alaba a Dios y al Cordero, más allá de la oración verbal?
Al considerar los atributos dados al Cordero (poder, riqueza, sabiduría, fuerza, honor, gloria, alabanza), ¿en qué área de mi vida necesito reconocer más plenamente su señorío?
¿Qué significa para mí decir "Amén" a esta visión celestial? ¿Cómo se traduce esa afirmación en mi forma de vivir y de relacionarme con Dios y con los demás?
Oración
Señor Jesús, Cordero de Dios degollado y glorificado, digno de todo poder, honor y alabanza. Al contemplar la adoración del cielo y de toda la creación, mi corazón se llena de asombro y gratitud. Ayúdame a unir mi pobre voz a ese coro universal, reconociendo tu señorío sobre mi vida y sobre todo lo creado. Que mi vida entera sea un "Amén" a tu amor redentor y a la gloria del Padre, por los siglos de los siglos. Amén.