Contexto
"Qué hermoso es recordar ese fuego de Pentecostés, esa fuerza del Espíritu que nos llena de una esperanza nueva y nos da valentía. Pero sabemos que la vida no siempre es un camino llano y soleado, ¿verdad?
A veces, después de sentir ese calorcito de la fe y la esperanza, llegan momentos... diferentes. Momentos que podemos llamar 'tiempos de oscuridad'. No me refiero solo a la noche cuando se va el sol. Hablo de esas oscuridades que a veces sentimos en el corazón o que vemos a nuestro alrededor.
Puede ser la oscuridad de una preocupación grande por un hijo, por un nieto, por la salud de un ser querido.
Puede ser la oscuridad de la soledad, cuando nos sentimos solas(os) aunque estemos rodeadas(os) de gente.
Puede ser la oscuridad de una noticia triste que nos llega, o de un problema que parece no tener solución.
Incluso, a veces, la oscuridad de dudar de nuestra propia fe, de sentir que Dios está lejos o no nos escucha.
Estas 'oscuridades' son parte de la vida. El mismo fuego de Pentecostés no nos hace inmunes a ellas. Los mismos apóstoles, después de Pentecostés, enfrentaron persecuciones, dificultades, momentos de prueba.
Y aquí es donde la esperanza se pone a prueba de verdad. ¿Qué pasa con nuestra esperanza cuando llegan esos momentos oscuros? ¿Se apaga como una vela en el viento? ¿O hay algo, una luz más profunda, que puede seguir brillando incluso en medio de la noche más cerrada?
El Evangelio de San Juan nos habla de una Luz muy especial. Una Luz que existía desde el principio, una Luz que es la Vida misma. Y nos dice algo increíble sobre esta Luz y su relación con la oscuridad.
Vamos a escuchar con atención estas pocas palabras, pero muy profundas, del Evangelio. Abramos nuestro corazón para descubrir cómo esta Luz puede ser nuestra esperanza firme cuando todo a nuestro alrededor parece oscuro."
Juan 1, 4-5
En Él [el Verbo, la Luz] estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en la oscuridad, y la oscuridad no la ha vencido."
Comentario
"¡Qué palabras tan breves pero tan llenas de fuerza y consuelo! "En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la oscuridad, y la oscuridad no la ha vencido."
1. Jesús, Nuestra Luz Verdadera:
San Juan nos está hablando de Jesús. Él es esa Luz. No es una lucecita cualquiera, una idea bonita. Es la Luz que es la Vida misma. Esto significa que, incluso cuando todo parece muerto, oscuro, sin salida, en Jesús hay una fuente inagotable de vida y de luz.
2. La Luz Brilla SIEMPRE en la Oscuridad:
Fíjense bien: no dice "la luz brilló alguna vez" o "brillará en el futuro". Dice "la luz brilla" – en presente. Esto es una promesa para hoy, para este momento, para cada una de nuestras oscuridades. Aunque no la veamos claramente, aunque sintamos que la noche es muy densa, la luz de Cristo está ahí, brillando.
Es como cuando en una noche muy oscura miramos al cielo y, si tenemos paciencia, empezamos a distinguir las estrellas. Al principio no las veíamos, pero estaban ahí. Así es la luz de Jesús en nuestras vidas.
3. La Oscuridad NO la ha Vencido (¡Y no la vencerá!):
Esta es la gran noticia de nuestra fe, el corazón de nuestra esperanza. La oscuridad puede intentar apagar la luz, puede rodearla, puede asustarnos, ¡pero no puede vencerla!
Piensen en la noche más oscura que hayan vivido. Al final, ¿Qué pasó? Salió el sol. La luz siempre vuelve. Y la Luz de Cristo es aún más poderosa. Ni la muerte en la cruz pudo apagarla; al contrario, resucitó y brilló con más fuerza.
Por eso, ninguna de nuestras oscuridades –ni la enfermedad, ni la tristeza, ni el miedo, ni la soledad, ni siquiera nuestros propios pecados– tiene la última palabra. La última palabra siempre la tiene la Luz de Cristo, su Vida, su Amor, su Misericordia.
4. ¿Cómo Encontramos esa Luz en Nuestras Noches?
Esta Luz de Jesús no es algo lejano. La encontramos:
En la oración: Cuando le hablamos con sencillez desde nuestra oscuridad.
En su Palabra: Como estas palabras que acabamos de escuchar, que nos dan consuelo.
En los Sacramentos: Especialmente en la Eucaristía, donde Él mismo se nos da como alimento y luz.
En la comunidad: En el apoyo de una hermana(o), en una palabra de aliento.
Y a veces, en los pequeños signos de bondad y amor que vemos a nuestro alrededor, que son como destellos de Su presencia.
Esta es la esperanza que nos sostiene en los momentos difíciles. No es negar la oscuridad, sino saber que en medio de ella, Cristo, nuestra Luz, está presente y es más fuerte. Y si Él está con nosotras(os), ¿Quién contra nosotras(os)? Su luz nos da la fuerza para seguir caminando, para no perder la fe, y también, como veremos ahora, para ser nosotras(os) mismas(os) pequeñas luces para los demás."
Reflexión Personal
¿Cuáles son esas 'pequeñas o grandes oscuridades' que a veces quieren apagar mi esperanza?
¿Cómo puedo ser yo una pequeña 'luz de esperanza' para alguien que está pasando por un momento difícil en mi familia, vecindario o parroquia?