1.1-Encarnación

La Trinidad decide redimir a la humanidad

Contexto

Este ciclo de ejercicios espirituales, están orientado a introducirnos en el misterio de la vida de Jesús de Nazaret. En este primer ejercicio reflexionaremos sobre el origen de la inspiración divina de encarnarse y que la divinidad se haga humanidad en Jesús. Para esto es necesario previamente aclarar la imagen de Dios que será nuestro referente en estas meditaciones.

 

El Dios de nuestra fe es un Dios creador. Por eso que Jesús nos invitará a considerarlo nuestro Padre, el que nos creó. Y Dios nos creó por amor, porque nos ama. Somos productos de su amor. Dios es para nosotros por definición infinito. Por lo tanto, su amor es infinito. Y quién nos ama infinitamente, nos perdona siempre. Y esa es una característica propia de Dios con nosotros. Nos ama y nos perdona. Y porque nos ama nos cuida. Y está permanentemente pendiente de cómo nos va. Es por eso que, para Ignacio en los ejercicios espirituales, habla de un Dios creador, pero también de un Dios que nos cría. Somos creatura y criatura divina. Nuestra imagen de Dios está basada en que nos creó, nos ama, nos perdona y nos acompaña.

Un Dios con estas características, solo corresponde que le amemos de vuelta. Él nos amó primero, nosotros al sentir ese amor, nos ponemos a su disposición, para servirle, adorarle y reverenciarle como nuestro Dios y Señor.

 

Cuando Dios nos creó, nos hizo a imagen y semejanza, por lo que, en nuestra esencia, en nuestro interior, está la esencia amorosa de Dios. Algunos les pueden llamar conciencia, alma, espíritu, ánima. Cualquiera sea la denominación, es la esencia divina que habita en nosotros. Porque Dios quiere ser uno con nosotros. Que él y nosotros seamos uno.

 

Otro aspecto relevante para considerar es que Dios le regaló a su criatura la libertad. Nos hizo libres y no esclavos de Dios. Con eso, Dios se arriesga a que nosotros decidamos libremente seguirle o no. Dios no nos obliga, nos manifiesta su deseo, pero somos libres de tomar o dejar lo que está a nuestro alcance, independiente de si con ello nos acercamos o nos alejamos de la voluntad que tiene Dios para con nosotros. Esta característica divina, hace que el discernimiento que nosotros podemos hacer en momentos de elegir en nuestra vida, sea fundamental para seguir o no la voluntad de Dios.

 

La historia de la humanidad se desarrolló de diversas maneras. Algunos siguiendo la voluntad de Dios decidieron su vida basados en el amor con el cual fueron creados. Pero otros, lamentablemente no pocos, fueron tentados para que en lugar del amor se impusiera un individualismo en que el “yo” fuera más importante que nosotros. La aspiración divina de que viviéramos amándonos comunitariamente fue obstruida por los deseos egoístas contrarios a la voluntad de Dios

 

Con este escenario reflexionaremos sobre como La Trinidad, nuestro Dios, contempla como su creación evoluciona y de qué forma sigue libremente sus deseos o se aparta de ellos. Al apartarse de los deseos de Dios, las criaturas sufren. Y Dios quiere salvarlas de ese sufrimiento. San Ignacio de Loyola al comenzar la segunda parte de sus ejercicios espirituales, ubica una contemplación que es el fundamento de por qué La Trinidad decide encarnarse, abajarse de su divinidad para humanizarse. Es el hijo de la Trinidad quien se encarna en Jesús de Nazaret.

Este es el principio. Aquí está explicado la razón por la cual la historia de Jesús tiene lugar y cómo comienza todo.

Oración Inicial.
Señor, en respuesta a tu infinito amor, te ofrezco este momento de oración. Que todo lo que reflexione, decida y planifique, esté solamente orientado a unirme a Ti y a vivir contigo, amando, perdonando y sirviendo en tu nombre. Que así sea.

Gracia a pedir
Tomar conciencia de qué es lo que Dios ve y oye al contemplar la realidad que vive su creación. Qué siente su corazón y qué acción decide tomar.

Texto.  EE: [101] – [109]

 (Adaptado de los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola)

1)     Ver a las personas en el mundo, en tanta diversidad, así en trajes como en actitudes, unos blancos y otros negros, unos en paz y otros en guerra, unos llorando y otros riendo, unos sanos y otros enfermos, unos naciendo y otros muriendo, unos ricos y otros pobres, unos poderosos y otros débiles.

2)     Ver y considerar las tres personas divinas, en su trono de su divina majestad, cómo miran toda la faz y redondez de la tierra, y todas las gentes en tanta ceguedad y cómo mueren sufriendo.

3) Oír lo que hablan las personas sobre la faz de la tierra, es a saber, cómo hablan unos con otros, cómo juran y blasfeman, como unos se atacan y otros se apoyan, como el odio muchas veces supera al amor, el rencor supera el perdón, el egoísmo supera la solidaridad, etc.;

4) Oír lo que dicen las personas divinas: “Hagamos redención del género humano” y para ello que la segunda persona se haga hombre para salvar el género humano, y deciden enviar al ángel San Gabriel a Nuestra Señora.

Contemplación
Si hace dos milenios La Trinidad se encontraba con un escenario como el descrito en el texto de Ignacio, lo que la inspiró a decidir que era necesario una intervención que se tradujo en la Encarnación del Hijo en Jesús de Nazaret, contemplemos ahora lo que vería La Trinidad en nuestros tiempos.

 Imagino a Dios observando El Mundo. ¿Qué ve? … ¿qué oye? … ¿Qué sufrimientos percibe?

 Contemplo mi entorno más cercano, mi familia. ¿Qué ve Dios allí? … ¿qué escucha de lo que dicen mis familiares cercanos? … ¿qué sufrimientos y que gozos y esperanzas encuentra? … Recorro la vida, la existencia de mis familiares cercanos. … Traigo a nuestra oración sus rostros, sus nombres, sus vidas. … ¿Qué sentirá Dios al contemplarlos? … ¿qué les falta a ellas y ellos?

 Repito esta contemplación con los familiares más lejanos, los que no viven en mi casa, pero son mi familia. ¿Que ve y oye Dios en ellos(as)? … ¿qué sentirá Dios por ellos(as)?

 Repito la contemplación con mis amistades. … ¿Qué dicen?, … ¿qué piden?, … ¿por qué están sufriendo? … ¿Que los tiene entusiasmados y felices? … ¿Qué querrá Dios con ellos?

 Amplío mi análisis con las personas con quienes me relaciono cotidianamente, en mi trabajo, mis lugares de estudio, mi barrio, la comunidad a la que pertenezco. ¿Qué piden? … ¿Que necesitan? …¿que padecen? … ¿que les entusiasma?

 Veo ahora lo mismo con mi ciudad donde vivo, el país en que resido, el mundo. ¿Qué sentirá Dios al contemplar mi ciudad, mi país, el mundo?

 Finalmente hago el mismo ejercicio con nuestra Iglesia. Donde están los dolores y las angustias que vivimos en la comunidad eclesial. … Donde y cuáles son las esperanzas que tenemos como Iglesia. … ¿Qué sentirá Dios ante nuestra realidad eclesial de estos momentos?

Reflexión personal
Hagamos un momento de silencio, recordando lo que contemplamos.

Coloquio
 Antes de terminar mi oración, converso con Jesús sobre lo que medité, lo que me llegó y le pido ayuda para descubrir aquello que me está pidiendo el Señor y diferenciarlo de lo que me pueda estar tentando el mal espíritu. Una conversación personal, directa, en confianza. Jesús es mi amigo, quiere ayudarme y está siempre conmigo.  ¿Qué le cuento? … ¿Qué le pido? … Me desahogo con Jesús – amigo.

Examen de la oración

·        Reviso la oración efectuada tratando de descubrir lo que más me ayudó y lo que me distrajo.

·        Reviso el lugar donde hice la oración y cómo ayudó a estar más cerca de Dios

·        Reviso cuánto tiempo duró y si fue mucho o poco.

(Este examen de la oración es lo más importante a compartir con mi acompañante espiritual)

Para compartir grupal
Luego de haber terminado esta oración, podría tener un momento para compartirla con otros que también la hayan efectuado. Puede ser mi familia, un grupo de amigos, la comunidad a la que pertenezco. Podría responder a las siguientes preguntas

1) Compartir el examen de la oración

2) ¿Dónde sentí que Dios pone más atención en mi entorno y por qué? (familia, comunidad, iglesia, sociedad, etc.)

3) ¿Qué siento ante la decisión de Dios de intervenir y redimir a la humanidad para que tenga vida plena?

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