2.8 En el templo

Jesús se les pierde, lo encuentran y se queda con ellos

Contexto 

Hemo recorrido junto a José y María toda la vida inicial de Jesús, desde que nace en Belén, el exilio en Egipto, su retorno a Nazareth y como transcurrió su vida de niño, adolescente, joven y adulto joven. Nos encontramos ya en el último capítulo de esta, la segunda etapa de nuestra contemplación del peregrino Jesús. En la siguiente sección, contemplaremos su vida pública: como predicaba, como expulsaba demonios, curaba, convocaba a seguirle para anunciar el Reino de Dios.

Pero antes de pasar a esa siguiente etapa nos detendremos a contemplar una situación que ocurrió cuando Jesús tenía recién 12 años y que es narrada por el evangelista Lucas. Cumplir doce años era un hito importante en su tiempo. Más se asemeja a los 18 actuales. Con esa edad en la práctica se le dejaba de considerar niño y ya era momento que acompañara a sus padres en la peregrinación de pascua a Jerusalén para vivir por primera vez conscientemente los ritos pascuales que recordaban la salida del pueblo de Israel de Egipto liberándose de la esclavitud que le tenía sometida el faraón.

A los doce años ya era tiempo que pudiera trabajar y relacionarse más con el padre que con la madre como lo era cuando niño. 

Era una costumbre, una tradición muy encarnada en el pueblo judío peregrinar a Jerusalén en esta fecha. La ciudad se llenaba de fieles que copaban los alojamientos y que incluso acampaban en carpas en su entorno.

Este momento es muy importante en la vida de Jesús. Hay un detalle en el relato de Lucas que es simbólico. Comienza refiriéndose a que 

“el niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él”

y al finalizar este episodio, vuelve a repetir lo mismo, pero ahora dice:

“Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres”

Pasa de ser “niño” a “Jesús”.

Acompañemos nuevamente a esta joven familia que es incondicional para cumplir con los preceptos y los ritos de su religión judía. Para María y José todo comenzó con mucha alegría, luego tuvo momentos de angustia para terminar más tranquilos, pero sin entender bien todo. Como suele suceder en episodios importantes de nuestro desarrollo en la vida. 

Oración Inicial.

Señor, en respuesta a tu infinito amor, te ofrezco este momento de oración. Que todo lo que reflexione, decida y planifique, esté solamente
orientado a unirme a Ti y a vivir contigo, amando, perdonando y sirviendo en tu nombre. Que así sea. 

Gracia a pedir

Pedimos la gracia de acompañar íntimamente a María y José, solidarios con su sentir en este episodio de sus vidas.

Texto.  (Lucas 2,40-52)

El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él. Sus padres iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua.  Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta.

Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él.

Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas.

Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: 'Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados'.

Jesús les respondió: '¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?

Ellos no entendieron lo que les decía. El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón.  Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.

Puntos. EE:   [272]

Centraremos nuestra contemplación en estos tres puntos de los Ejercicios Espirituales sugeridos por San Ignacio de Loyola:

Primero: Cristo nuestro Señor a la edad de doce años subió de Nazaret a Jerusalén.

Segundo: Cristo nuestro Señor se quedó en Jerusalén sin que lo supieran sus padres.

Tercero: Pasado tres días le hallaron disputando en el templo, sentado en medio de los doctores; y al preguntarle sus padres dónde había estado, respondió: “¿No sabéis que me conviene estar en las cosas de mi Padre?”

Contemplación

Nuevamente con la imaginación nos trasladamos a Nazareth, donde José y María están preparando el viaje a Jerusalén. No es primera vez que lo hacen. María había hecho este camino por allí cerca de Jerusalén cuando visitó a su prima Isabel. Luego pasaron por allí mismo cuando fueron a Belén con María pronta a dar a luz al niño.

Ahora es distinto. Por primera vez van con Jesús que acaba de cumplir doce años. Contemplemos de lejos a Jesús, sin que se percate. Cómo ha crecido desde que volvió de Egipto. No tan solo en estatura, sino que también en sabiduría. Es de esos niños que hace las preguntas precisas y que cuesta responder cualquier cosa, porque sobre lo mismo vuelve a preguntar. Es muy inteligente. Al mismo tiempo travieso como todo niño. Lo observamos entretenido conversando con otros de su edad. Ya es líder y sus amigos le siguen en sus juegos y aventuras. Más tarde seguirá liderando a su grupo de apóstoles y nos convocará también a nosotros.

Está en esa edad compleja en que en ciertos momentos tiene rasgos de niño y luego de joven. Se entremezclan en él las características propias de la niñez con las de la juventud. Por cierto, que empiezan a aparecer las rebeldías propias de la adolescencia que María con sabiduría manejaba notablemente.

Todo esta listo para partir, serán unos tres días de viaje de ida, otro tiempo similar de estadía y luego lo mismo de regreso. Había que preparar todo para más de una semana. Irán en caravana, serán muchos los que van desde Nazareth, lo que daba más tranquilidad. Es más seguro viajar en grupo. Para José y María no es complicado esto, tenían experiencia de viajes mucho más largos, inciertos y peligrosos

Los vemos partir a toda la caravana alegres, conversando, riendo, compartiendo anécdotas. Los niños- jóvenes hacían su grupo aparte y se entretenían retrasándose un poco a veces para reencontrarse en las horas de comida y en la noche con sus respectivas familias. También era costumbre que los más pequeños fueran con sus madres y sus amigas y parientes mujeres y los mayores con sus padres y otros hombres.

Cantaban algunos salmos. Escuchémosle y unámonos coro para cantar el salmo 122. “Que alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor” es que reflejaba el sentir de ese viaje. Entonemos el salmo imaginándonos allí presentes con ellos.

¡Qué alegría cuando me dijeron: 'Vamos a la Casa del Señor'!
  Nuestros pies ya están pisando tus umbrales, Jerusalén.
  Jerusalén, que fuiste construida como ciudad bien compacta y armoniosa.
  Allí suben las tribus, las tribus del Señor

Los vemos entrar a Jerusalén atestada de un gentío enorme. Se ponen de acuerdo de donde se juntarían al terminar las ceremonias. Jesús va con ellos y juntos asisten a las liturgias pascuales. Sus ojos devoran todo con asombro. Es tan distinto todo. Nazareth pequeño y apacible. Jerusalén inmenso y lleno de gente. La sinagoga donde celebraban sus liturgias era totalmente distinta al templo. Es como si ahora trasladamos a un pequeño campesino de un pueblo diminuto con una capilla atendida por un diácono y lo llevamos a la plaza de San Pedro en Roma y a una misa en la Basílica presidida por el Papa

Momentos complicados emocionalmente para el joven Jesús participar en los sacrificios donde los sacerdotes derramaban la sangre de corderos que eran llevados como ofrenda. Probablemente se estremecerá ante esa cruda liturgia. Años después otros sacerdotes pedirán a las huestes romanas que sacrifiquen a un inocente y se derramará sangre no sobre un altar, sino que caerá lentamente de un madero sobre un cerro a la salida de la ciudad

Terminado los actos centrales, el grupo de Nazarenos deciden emprender el regreso, pues el camino es largo para ellos. Otros de lugares más cercanos se quedarán para participar unos días más de las enseñanzas que los doctores y sacerdotes aprovechaban de dar a los asistentes. Podemos imaginar como hay varios de estos grupos conformados en las escalinatas que hacen de improvisados anfiteatros, preguntando y escuchando a los escribas, doctores y maestros que desplegaban su sabiduría para educar al pueblo.

Y parte la caravana de vuelta del mismo modo que lo hicieron en la venida. Todos contentos compartiendo. Al llegar la noche las familias se reúnen para pernoctar juntos. Y allí ocurre lo inesperado. José y María se dan cuenta de que Jesús no estaba con ellos. Probablemente José estaba confiado en que venía con María y a su vez ella que venía con José. A los doce años ambas eran posibilidades válidas. Era niño pasando a ser joven. Jesús no aparece. Al comienzo se calmaban confiando en que aparecería pronto, que podría estar entretenido con otros de su edad en otras familias … pero no llegaba. La angustia iba creciendo. Lo buscaron en todos los grupos y no estaba.

Contemplemos la mirada, el rostro de María ante la ausencia de Jesús. Como mira a José para decidir que hacer. José impotente no podía hacer nada. Todas las ideas se pasaban por la mente. ¿Se habrá accidentado? … ¿Lo habrán asaltado? … ¿Estará enfermo en alguna parte? …

Los vemos volver de prisa a buscarlo. Deshacer un día de camino, de vuelta, subiendo a Jerusalén. Pero es encontrar una aguja en un pajar. Son muchos miles los peregrinos que pululan todavía por las calles. Pasan largos tres días sin encontrarlo. Veinte años después también María sufrirá la ausencia de Jesús crucificado hasta que lo encuentra resucitado.

¿Dónde estará? … ¿Cómo estará? … Le vienen a su memoria la profecía de Simeón. ¿Será esta la espada que traspasará su corazón?  No, se niega. No puede ser. Rezan, piden, pero solo hay silencio. No hay respuesta. Y la desesperación aumenta.

Vuelven a ir al templo varias veces buscándole sin éxito. Es que es un recinto muy grande. … De pronto María le parece escuchar una voz inconfundible. … Se acerca y … efectivamente es él … ¡qué alivio! … ¡allí está!  … ¡vivo! … sin problema, en medio de un grupo de personas que comparten con escribas, doctores y maestros. Y Jesús pregunta y argumenta. Y todos admirados de ese joven que es el centro de atención.

Allí María luego de sentir un tremendo alivio en su corazón, el que llevaba tres días muy apretado. Entre sollozos de emoción contenida le reprende en público. Observemos la reacción de Jesús. Tranquilo, como si todo fuera muy normal. Este es su lugar. No había porqué buscarlo en otros lados.

Al igual que nosotros y que muchos por mucho tiempo, María no lograba entender el sentido de esa respuesta. ¿Era una mirada al futuro que tenía Jesús? … ¿Ya estaba consciente de su misión o la descubre más tarde? … ¿Era esta una respuesta de adolescente rebelde que no acepta ser reprendido? …

María no responde, guarda silencio. Vemos su mirada escudriñando que hacer. Ganas tenía de retarlo por su respuesta, pero ella sabía quién era el Padre a que se refería Jesús. Entonces, calla. Expresa su silencio. Se acerca, le ofrece la mano con cariño, extiende su palma derecha y Jesús la suya. Ambas palmas de sus manos se unen. Jesús se para, se despide del grupo y va con su madre, caminando lentamente, en silencio. Tranquilos.

Nunca olvidará María este episodio que la mantuvo tenso por tanto tiempo, pero evitaba traerlo a colación, solo se lo comentaba a personas muy cercanas e importantes.

Dejamos a María, José y Jesús de vuelta en Nazareth donde el niño va progresando para llegar a ser Jesús de Nazareth a quien seguiremos conociendo íntimamente en su vida adulta y pública en que seguirá peregrinando por los caminos y pueblos de Galilea y Judea

Reflexión personal

Recordamos lo contemplado, como nos fue llegando al corazón la escena, lo que pasó como se vivió y lo traemos a nuestra vida

Está en el templo, donde habita Dios. En cada uno de nosotros habita el Señor. El está en los más necesitados, en los enfermos, en los ancianos, en los niños, en los que sufren, en los pobres. Allí está, porque allí esta el Padre y el Espíritu divino. El templo es más que el edificio donde celebramos nuestras liturgias. Está allí, por cierto, pero no sólo allí. Por eso es que el Papa nos llama a salir y encontrarnos con Jesús en todas las personas.

Busquemos a Jesús en este templo amplio … ¿lo encontramos? … ¿dónde?

En silencio nos quedamos en paz … Jesús está con nosotros y nos acompañará siempre. Por los siglos de los siglos.

Coloquio

Conversemos con María esta vez de todo lo vivido. De como sentimos con ella y como también nos pasa en nuestras vidas todo lo que le ocurrió en este episodio. 

Examen de la oración

Para compartir grupal
En el grupo podríamos responder a las siguientes preguntas