3. Contexto

Para iniciar este retiro pascual, a modo de recuento, es necesario hacer una breve cronología de lo que ha pasado antes de llegar a la Pascua.

Somos seguidores de Jesucristo, somos su Iglesia qué queremos estar con Jesús, somos adoradores de la Trinidad. De esa misma Trinidad que hace dos milenios, contemplando su creación, se percata que la humanidad lo está pasando mal. Ha usado la libertad regalada por el Padre de forma que ahora le juega en contra. La humanidad se encontraba con dolores que le impedían ser feliz. El egocentrismo, la desconfianza, los temores los rencores, los odios le impedían gozar de una vida plena. Su creación está confundida y con ello han perdido la esperanza de una vida eterna de amor luego de su paso por este mundo. El mal se ha expandido y no les deja ser felices

Decidida a redimir a la humanidad de lo que le aqueja, la Trinidad envía al Hijo a encarnarse, para que siendo uno igual a nosotros, plenamente humano, nos comunique la Buena Noticia de que en el Reino de Dios el Padre es amoroso y misericordioso, y que entre nosotros debe haber más fraternidad que individualismo, más compasión que envidia, más reconciliación que rencor, más servicio que opresión.

Y así nace Jesús en Nazaret en una familia humilde, campesina, en un lugar pequeño. Nace humilde en un establo. El todo poderoso se despoja de su poder y se hace uno con nosotros. Es muy importante tener conciencia que el motivo de Jesús, la razón de su existencia surge de la decisión divina de comunicar a toda la humanidad la Buena Noticia del Reino de Dios, en que las relaciones entre nosotros están fundadas en el amor en el perdón y en el servicio.

Es este mensaje el que Jesús en toda su vida se encargó de comunicar. Se hizo de amigos, formó una comunidad, la instruyó para que multiplicara su misión, la envió a difundir esta buena noticia, ayudó a muchos, curó enfermos, expulsó demonios, predicó el Evangelio. Un Evangelio que molestó a los poderosos de su tiempo. Al poder económico, al poder político, al poder religioso de la época. Y por ello, todos los poderes juntos se coludieron y decidieron su muerte.

Así llegamos al comienzo de la Semana Santa. Y lo primero que conmemoramos es esa cena del jueves, donde Jesús hace dos gestos que iluminan lo que va a ocurrir a continuación. El lavado de pies y la eucaristía.

Dice el texto del Evangelio que Jesús se levanta de la mesa, del lugar donde encabezaba la reunión, porque él era el maestro, el líder a quien seguían. Se levanta y se saca el manto. Sacarse el manto es simbólico de vaciarse de la dignidad que me representa. Sacarse el manto es despojarse de los privilegios. Sacarse el manto es ser uno más con todos. Pero Jesús no solo se sacó el manto, se ciñó la toalla a la cintura. La toalla es símbolo de la servidumbre que está al servicio de otros. Y de esa forma Jesús nos da el ejemplo de servicio para que lo sigamos.

En la pasión la divinidad se esconde, Jesús se saca el manto, se vacía de divinidad y se hace plenamente humano, se vacía de divinidad para llenarse de humanidad. Este preámbulo es muy importante para comprender y sentir el sufrimiento de Jesús. Cualquier humano que predicara lo que Jesús predicó, iba a tener el final que Jesús tuvo. Jesús no divino, Jesús humano sufre lo que los humanos sufrimos. Y así se hace con nosotros uno. Luego se pone el manto de nuevo. Vuelve a la mesa en su lugar de líder. Toma el pan y les dice “esto soy yo”.   “Yo soy uno con ustedes. Este pan somos nosotros, en comunión” … Y lo parte … y el pan sufre, … se rasga. Nos rasgamos con Jesús.  … Y luego lo reparte. Es necesario partir el pan para repartirlo, para multiplicar la comunión. … Es necesario sufrir los dolores de la pasión para llegar al gozo de la resurrección.

Un maestro espiritual postula que todos nosotros tenemos a Dios en nuestro interior. Es una luz que habita en cada uno de nosotros. Esta luz de Dios interna está cubierta por una capa de tinieblas, una capa oscura, donde se encuentran nuestros problemas, nuestras angustias, nuestros rencores, todo lo que nos duele.  Y nosotros vivimos por sobre esa capa oscura. Para llegar a la luz al interior, es necesario traspasar esa capa oscura. Es necesario hacernos conscientes de nuestros pecados y los de los demás, para llegar a la luz. En nuestras liturgias reflejamos eso ubicando la liturgia del perdón antes de la liturgia de la palabra y solo con ello avanzamos hacia el resto de la misa.

Jesús uno con todos nosotros, plenamente humano, vivió la pasión. Despojado de toda divinidad. Era necesario, para que su misión plenamente humana se cumpliera.

El Viernes Santo, lo vivimos contemplando los distintos personajes que participaron. Ponemos nuestra atención en un Pilato que se lava las manos para no ser culpable de sangre inocente. En un Judas que lo entrega, quizá convencido de que de esa forma iba a forzar al Mesías a desplegar toda su fuerza poderosa y liberar al pueblo de la opresión romana. Pero ese no era el plan de Dios ni lo que Jesús iba a hacer. En la pasión recordamos también a un Pedro que se llena de miedo y termina negando lo que había afirmado con tanta convicción con tanta decisión anteriormente.

Y en esta Semana Santa nos preguntamos cuántas veces nos hemos lavado las manos y ha sufrido un inocente. Cuántas veces hemos tratado de llevar a cabo lo que nosotros creemos y queremos a espaldas de lo que Dios quiere, sin considerar la voluntad del Padre. Cuántas veces por temores, por falta de coraje hemos terminado negando lo que nos habíamos propuesto. Y frente a ello hemos admirado la figura, la personalidad el actuar de María. Maestra del silencio, de la oración, de la fe, de la aceptación, del seguimiento, de la compasión, de la humildad, y de tantas otras virtudes marianas que nos gustaría también nosotros seguir.

Y a Jesús lo asesinan, lo torturan lo crucifican. Y lo entierran en un sepulcro rápidamente con una piedra que sella la sepultura.

Y la noche De Pascua se llena de misterio, se llena de luz porque cuando atravesamos la capa oscura nos encontramos con la luz. Y nos alegramos, cantamos, nos llenamos de gozo, porque la divinidad se ha impuesto.  Y Jesús muerto en la Cruz es ahora El Cristo de la resurrección.