3-7 Bodas de Caná

Hagan todo lo que Él les diga

Contexto 

En el recorrido que estamos haciendo del peregrinar de Jesús, hemos llegado a un nuevo momento especial. Así como la partida de Jesús de su casa de Nazaret para dirigirse al Jordán marca el fin de la “vida oculta”. Ahora nos encontramos que ha concluido la etapa de preparación de la vida pública. 

El Padre le ha confirmado a Jesús su amor y confianza en que cumplirá la misión encomendada. Un largo proceso de discernimiento ocurrió en el desierto, donde el demonio intentó desbaratar todo, sin éxito. Ya tiene un grupo de discípulos que ha elegido y que se transforman en enviados (apóstoles). 

Todo está preparado para iniciar el despliegue por las distintas localidades anunciando el Reino de un Dios todo amor, todo perdón. Un Dios Abba (papito)

Ignacio nos propone comenzar esta nueva etapa inspirándonos con el relato de Juan de las bodas de Caná, el cual está lleno de signos y señales, propio de su estilo. Los hechos narrados han de tomarse más como el intento de comunicar simbólicamente algo, que como una sucesión de situaciones reales. 

Seguiremos en este ejercicio espiritual el relato de Juan proyectándolo simbólicamente en lo que quiere transmitir a la gente de su tiempo y a nosotros ahora. Por lo tanto, no nos distraeremos en detalles como si se requerían 600 litros de vino, de como se convirtió el agua en vino, por qué había allí 6 enormes tinajas, como los sirvientes le hicieron caso a Jesús en acarrear tal cantidad de agua hacia esas tinajas y tanto otro detalle que los teólogos y expertos han escudriñado por siglos. 

El desafío para nosotros es contemplar la primera manifestación de Jesús en su peregrinar, acompañado con un grupo de discípulos y que fue una muy buena noticia para los novios y su familia y como ello nos afecta a nosotros hoy.

Para nuestra contemplación hay que considerar que Nazareth y Caná eran dos pueblos bien cercanos uno de otro. Caná está al norte de Nazareth, a tan solo un par de horas a pie por un camino que serpentea por los cerros galileos. Dos pueblos pequeños de entre 1.000 a 2.000 habitantes cada uno. 

Las bodas eran un evento de gran significancia en el pueblo judío con todo un ceremonial que podía durar una semana de festejos. En pueblos pequeños no sería extraño que participara un parte importante de la población. Además, en pueblos tan cercanos, era muy posible que se conocieran o hubieran lazos familiares entre ambas poblaciones. Por eso no debe ser extraño que María fuera muy cercana a la familia de a boda y que estuviera en la organización de la misma. Tampoco suena exagerado 600 litros de vino, si la fiesta duraba varios días con varios centenares de personas participando.

Para la familia de los novios, la boda era algo que se preparaba con mucha anticipación y se invertía mucho en ella, aunque fueran de escasos recursos. Con tanta gente involucrada, era difícil estimar cuantos estarían y por cuanto tiempo. Era muy probable que llegaran invitados que no estaban en los cálculos iniciales. De hecho, veremos que Jesús llegó acompañado de sus discípulos, pescadores de Cafarnaúm que estaba como a 10 horas de distancia a pie.

El vino era un factor fundamental para el festejo de las bodas, no tan solo porque alegraba a los invitados, sino que además tenía un valor simbólico de bendición, abundancia y alegría.

Con todos estos antecedentes nos preparamos para asistir a esta boda  y presenciar el primer signo milagroso de Jesús en su vida pública.

Oración Inicial.

Señor, en respuesta a tu infinito amor, te ofrezco este momento de oración. Que todo lo que reflexione, decida y planifique, esté solamente
orientado a unirme a Ti y a vivir contigo, amando, perdonando y sirviendo en tu nombre. Que así sea. 

Gracia a pedir

Pedimos la gracia de que podamos transformar nuestras vidas, haciendo lo que Jesús nos pide: Amar y perdonar.  

Textos.  

Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí.

Jesús también fue invitado con sus discípulos.

Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: 'No tienen vino'.

Jesús le respondió: 'Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía'.

Pero su madre dijo a los sirvientes: 'Hagan todo lo que él les diga'.

Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una.

Jesús dijo a los sirvientes: 'Llenen de agua estas tinajas'. Y las llenaron hasta el borde.

'Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete'. Así lo hicieron.

El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo

y le dijo: 'Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento'.

Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él.

Puntos. EE:   [276]

Centraremos nuestra contemplación en estos tres puntos de los Ejercicios Espirituales sugeridos por San Ignacio de Loyola:

Primero: Fue convidado Cristo nuestro Señor con sus discípulos a las bodas.

Segundo: La Madre expone al Hijo la falta del vino, diciendo: “No tienen vino”; y mandó a los sirvientes: “Haced cualquier cosa que os diga.”

Tercero: Convirtió el agua en vino, y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos.”

Contemplación. 

 Nos trasladamos con nuestra imaginación a Caná, cerquita de Nazareth. Contemplemos las casas y su entorno preparadas para la ocasión con adornos especiales y mucha gente llegando. María está junto a los dueños de casa muy afanada en todos los preparativos y distribuyendo lo que se les ofrecería a los invitados.

Con el gentío aparece Jesús, acompañado de sus discípulos a quienes presenta a quienes conocía. El ambiente es de mucho jolgorio. Los hombres conversaban entre ellos, se reían, brindaban por los novios y su futuro. Mucha risa y danzas típicas y cantos que alegraban el alma. Las mujeres formaban un grupo aparte, también muy festivo y de mucha camaradería.

En algún momento vemos que comienza una procesión en la que el novio, acompañado de sus amigos y familiares, se dirige a la casa de la novia para llevarla a su propio hogar. Con esto se concretaba la transferencia de la novia de la casa de su familia a la del novio.

Acabada la procesión vemos que parte el banquete y las festividades con comida, música y baile. El vino era servido en abundancia. Todos felices, todo era jolgorio. Se intercalaba todo con ceremonias y rituales, incluyendo bendiciones sobre los novios, intercambio de votos y otros actos simbólicos que marcaban el inicio de la vida matrimonial.

Y así pasaron un par de días. Divisamos a Jesús, charlando alegremente en algún rincón de la fiesta y se le acerca María con una expresión muy contrastante con el ambiente de fiesta. Estaba muy preocupada. Llama a Jesús, discretamente aparte y distante para que los otros no se percataran de lo que venía a plantear.

- “¿Qué pasa Mamá?  … Tienes cara de funeral … ¡Esta es una boda! … ¿qué ocurre?”

- Se les está acabando el vino, Jesús. Eso será un desastre. Vino demasiada gente y han bebido más de lo esperado. Este matrimonio quedará marcado por esto. ¡que fatalidad! 

- Nosotros no podemos hacer nada, somos simples invitados

- No podemos dejar que ocurra. Será un desastre. Tu podrás solucionarlo, Jesús. Tú puedes evitar que se arruine el comienzo de esta familia.

- No, mamá. No ha llegado mi hora aún. Le responde Jesús

Observamos como María se da vuelta decepcionada, con una pena infinita. No puede aceptar que no se pueda hacer algo. Se acerca a donde están los padres de los novios, desesperados. Las mujeres lloran a escondida y ellos se toman la cabeza impotente ante lo que se venía.

Alguien se acerca y pide sonriendo. ¿podrían llevar más vino para el grupo del fondo? Se ha acabado todo. Le contestan que esperen un rato, que ya irá. Pero no hay vino para llevar.

De pronto, a María se le ilumina la mirada, va a buscar a los sirvientes, los lleva donde Jesús y les dice que hagan todo lo que les diga. Jesús la queda mirando, casi como no creyendo lo que acaba de hacer ella. No tiene más opción que aceptar el desafío de su madre. Ordena que llenen las tinajas de agua y luego que le den a probar al maestro de ceremonia. 

Contemplamos el rostro del encargado cuando prueba el agua transformada en vino. Felicita al novio y comienza a servir este vino nuevo.

La fiesta continúa, los asistentes y los novios están felices. 

Los sirvientes no podían creerlo. Ellos sabían lo que había ocurrido. Se acercan a los discípulos y le preguntan ¿Quién es Jesús? … y le cuentan lo ocurrido. 

No había duda de que Jesús era el Mesías que esperaban y ellos eran testigos y formaban parte del equipo de enviados. Enviados a que la vida sea una fiesta, donde reine la felicidad y la alegría. Donde todos compartan y celebren. Que se dejen embriagar por el amor y la misericordia que son como el vino que anima. Y si llega a acabarse ese vino, Jesús tiene la capacidad de transformar lo cotidiano y vital como el agua en ese vino de amor y perdón que permite que la fiesta de la vida continúe con mayor fuerza.

Y nosotros allí, contemplando este pasaje, narrado por el evangelista Juan. El evangelista de los signos. Nos quedamos un rato largo en silencio, recordando lo ocurrido y lo que simboliza en nuestras vidas.  En silencio, por un rato largo. Recordando las palabras de María: “Hagan todo lo que él les diga” …  Repetimos esa frase como un mantra, al ritmo de la respiración, cuando botamos el aire. “Hagan todo lo que él les diga” … “Hagan todo lo que él les diga” … “Hagan todo lo que él les diga”

Reflexión personal.

¿Qué ocurrió? … ¿cómo se llevó a cabo el milagro? … Ha sido seguir la indicación de María: “Hagan todo lo que él les diga” … ¿Qué nos dice Jesús? … Llenen las tinajas con más fe, con mucha comprensión, con mayor esperanza, con amor, con justicia, perdón y solidaridad. Esa es el agua que se convierte en el vino que nos vuelve a la fiesta de la vida.

En silencio, contemplamos como nuestra vida volvió a estar en paz. Y allí en algún rincón, María estaba contenta del cambio y también Jesús que miraba de lejos como volvíamos a estar felices, luego de hacer lo que él nos dice: Ámense ustedes, amen a Dios y amen a todos sus hermanos y hermanas.

...

Coloquio. 

Me dirijo a María o a Jesús y le comento como este primer signo en que se manifestó la gloria de Jesús se ha aplicado en mi vida y como la fiesta ha continuado, siguiendo a Jesús, haciendo lo que nos dice que hagamos. 

Examen de la oración

Para compartir grupal
En el grupo podríamos responder a las siguientes preguntas