Viernes 8 de marzo de 2024. San Juan de Dios

Marcos 12,28b-34

Amarás al Señor, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas

 28 Un escriba que los oyó discutir, al ver que les había respondido bien, se acercó y le preguntó: "¿Cuál es el primero de los mandamientos?". 29 Jesús respondió: "El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; 30 y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. 31 El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos". 32 El escriba le dijo: "Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, 33 y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios". 34 Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: "Tú no estás lejos del Reino de Dios". Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Reflexión.

Recorramos nuestra existencia cotidiana … nuestro día típico … desde que nos levantamos hasta que nos acostamos … ¿en qué momentos podemos reconocer verdaderamente que estamos amando al Señor con todo nuestro corazón? … ¿con toda nuestra alma? … ¿en qué momento lo tenemos presente vivamente en nuestro pensamiento? … ¿qué es lo que hacemos con fuerza por amor a El? … Repitamos el mismo ejercicio, pero ahora con nuestros hermanos … por quienes nos rodean … los que viven con nosotros o cerca nuestro. ¿a quienes amamos más? … ¿a quienes amamos menos?.  Ofrezcámosle al Señor este acto de amor, le damos gracias por ayudarnos a amarle más y le pedimos nos ayude a corregir lo que necesitamos  para que estos dos mandamientos gobiernen nuestra vida cotidiana. Si todos pudiéramos hacer y vivir esto, más Reino de Dios estaría instaurado. ¡qué Buena Noticia!. Gracias Señor por invitarnos a amarnos en tu Nombre

Coloquio.

Señor Jesús, Sentimos tu amor. Cuando experimentamos el amor infinito de nuestro Dios, nuestra reacción lógica e inmediata, nuestra respuesta natural: amarte, Señor, con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas. Ayúdanos, Señor a aumentar nuestra oración, para sentir el amor misericordioso de Dios que toma la iniciativa y así responder amando a Dios por sobre todas las cosas. Nos resulta natural amarnos a nosotros mismos. Ayúdanos, Señor, a usar la misma medida para amar a nuestros prójimos. Ayúdanos a darnos cuenta que independiente de lo bueno o lo malo, lo bien o mal que nos parezcan, tu habitas en ellos. De modo que la mejor forma de expresar nuestro amor hacia ti, es con acciones de amor y de perdón con nuestros prójimos, especialmente los más débiles y desprotegidos. De esta forma, amando a Dios y a nuestros hermanos y hermanas donde habita Dios, nos encaminamos al Reino de Dios por toda la eternidad. Amén