Crucifixión
Soledad y abandono

Oración Inicial.
Señor, en respuesta a tu infinito amor, te ofrezco este momento de oración. Que todo lo que reflexione, decida y planifique, esté solamente orientado a unirme a Ti y a vivir contigo, amando, perdonando y sirviendo en tu nombre. Que así sea.

Gracia a pedir.
Pedimos la gracia de estar con Jesús en sus últimos minutos en la cruz, de acompañarlo en su pascua, como hemos acompañado en la de nuestros seres queridos que han partido.

Texto Marcos 15,20-39

Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron de nuevo sus vestiduras. Luego lo hicieron salir para crucificarlo. Como pasaba por allí Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que regresaba del campo, lo obligaron a llevar la cruz de Jesús.

Y condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que significa: 'lugar del Cráneo'.  Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó.

Después lo crucificaron.

Los soldados se repartieron sus vestiduras, sorteándolas para ver qué le tocaba a cada uno.

Ya mediaba la mañana cuando lo crucificaron. La inscripción que indicaba la causa de su condena decía: 'El rey de los judíos'.

Con él crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.

Los que pasaban lo insultaban, movían la cabeza y decían: '¡Eh, tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, sálvate a ti mismo y baja de la cruz!

De la misma manera, los sumos sacerdotes y los escribas se burlaban y decían entre sí: '¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es el Mesías, el rey de Israel, ¡que baje ahora de la cruz, para que veamos y creamos!'. También lo insultaban los que habían sido crucificados con él.

Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres de la tarde; y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz: 'Eloi, Eloi, lamá sabactani', que significa: 'Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?.

Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: 'Está llamando a Elías'.

Uno corrió a mojar una esponja en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña le dio de beber, diciendo: 'Vamos a ver si Elías viene a bajarlo'.

Entonces Jesús, dando un gran grito, expiró.

El velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo.

Al verlo expirar así, el centurión que estaba frente a él, exclamó: '¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!.

Contemplación

Poca gente o mucha gente … Que importa … contemplar la crucifixión es tener toda la atención solamente en él. Es estar con su sufrimiento. Nos imaginamos estando allí, a los pies de la cruz

Nos abrazamos al madero. Nuestras manos resbalan porque la sangre y el sudor de Jesús han impregnado ese tronco desnudo. Levantamos la mirada y nos encontramos con el cuerpo de Cristo flagelado, desnudo, humillado, horriblemente clavado en la cruz. Y allí Jesús con sus ojos cerrados, sufriendo infinitamente.

Alrededor pasa la gente y se burla. Los Sumo Sacerdotes y los escribas están allí hasta el final, para comprobar que su repugnante plan terminaba por concretarse. Los curiosos están allí observando morbosamente el dolor ajeno. Los soldados están allí cumpliendo la orden recibida. Otros dos crucificados estaban allí compartiendo la misma suerte que Jesús.

María, su madre y Juan su discípulo amado están allí a los pies de la cruz.  Un poco más lejos están María Magdalena y María la madre de Santiago.

¿Y el resto? … ¿y los otros apóstoles? … ¿y los que fueron curados por él? … ¿ y los miles que le escuchaban y se maravillaban? … ¿y los miles que le siguieron?

Sintió Jesús como último sufrimiento el abandono, la soledad. Tener que sufrir solo como tantos adultos mayores les ocurre en la actualidad, como tantos enfermos que agonizan en centros asistenciales, como tantos de extrema pobreza que no tienen con quien compartir lo nada que tienen, como tantos que lo único que piden es poder conversar con alguien y se sienten abandonados en asilos, cárceles, hospitales o simplemente en sus casas, donde ya no los visitan ni les invitan.

Todo eso lo ha vivido y para ellos es el evangelio y tenía que vivirlo para que fuera auténtico. La divinidad debía encarnarse y ser verdadero hombre sufriendo todas las miserias de los hombres hasta el extremo. Y le parecía que todo eso era una realidad en él. Piensa internamente y exclama “Todo está cumplido”. Misión cumplida, Padre.

Quizá en ellos, en los sufrientes de siempre, pensaba Jesús cuando estaba allí en la cruz, Los dolores han sido tan intensos y permanentes que cada vez le distraen menos. Es importante sentir el olvido y el abandono, sentir la soledad para empatizar con los que han sufrido lo mismo y seguirán sufriendo en adelante.

Nos imaginamos que intenta conversar con el Padre de todo esto y encargarle a los que sufren como él y le parece que el Padre calla, como que no está. Recuerda el salmo 22 y exclama “Dios mío, por qué me has abandonado”. Era lo último que podía sufrir, … el abandono del Padre. Pensó en los miles de personas que creyentes o ateos no sienten la presencia de Dios. Había que sufrir eso también.

Pero solo fue momentáneo. Rápidamente sintió la presencia del Padre. No estaba escondido ni distraído. Existía y estaba con él, salvo que su sufrimiento le impidieron sentirlo.

Su alma comenzó a salir de su cuerpo físico que comenzaba a detenerse y sintió la presencia del Padre con sus brazos abiertos, con sus manos extendidas para recibirlo y allí, en esos momentos finales le escuchamos exclamar “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” y suavemente se funde en ese abrazo con el Padre.

Ahora para Jesús todo es silencio y paz. … Su corazón ya no late, sus pulmones ya no respiran, su sangre ya no circula, por su cuerpo ya no hay dolores. Todo el sufrimiento ha quedado atrás, se acabaron las traiciones, los insultos, las injusticias, las burlas, las torturas, el cansancio y la soledad. Ahora todo es silencio y paz.

No se percata que por momentos, extrañamente el día se hace noche, que el velo del templo se rasga en dos, que un terremoto sacude la tierra, que el centurión finalmente exclama “Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios”. El comienza a vivir una nueva dimensión. La misión está cumplida y el Padre lo recibe en sus brazos.

Reflexión.

Pensemos en nuestras soledades, en los momentos en que hemos sentido que nos han abandonado. Cuando no nos toman en cuenta, cuando no nos invitan, cuando lo que opinemos no importa. … ¿nos ha ocurrido?  … ¿cuándo? … ¿quiénes hubiéremos querido sentir cerca y nos han dejado solos(as)?

O cuando hemos estado sufriendo en silencio y nadie nos ha tendido una mano. Todos han tenido algo más importante que lo nuestro. Y lo nuestro es nuestra cruz, pero es molesta para los otros. … Mejor apartarse de nosotros con nuestras quejas y problemas … ¿nos ha pasado? … ¿con quienes?

….

Por el contrario, traigamos ahora a nuestra oración a las personas que nosotros podemos acompañar, que nos necesitan, que quisieran contarnos sus sufrimientos pero que nosotros solemos evitar para no quedar con sus problemas. ¿Quiénes? … ¿qué podemos hacer por ellos y ellas?

Finalmente, recordando la contemplación de la muerte de Jesús, traigamos a nuestra oración a personas cercanas que han pasado por esa misma experiencia, por la pascua de Jesús, recemos por ellas y con ellas. Con nuestra oración nos unimos a su vida eterna, vida de silencio y paz. Y de esa forma nos pueden inundar de su paz. Hagamos un rato de silencio y encontraremos paz y al igual que ellos experimentaremos por algunos instantes la experiencia de la eternidad.

Coloquio.

Conversemos con Jesús, de cómo vivimos la experiencia de acompañarlo en su pascua.