Herodes
Humillación

Oración Inicial.
Señor, en respuesta a tu infinito amor, te ofrezco este momento de oración. Que todo lo que reflexione, decida y planifique, esté solamente orientado a unirme a Ti y a vivir contigo, amando, perdonando y sirviendo en tu nombre. Que así sea.

Gracia a pedir.
Pedimos la gracia de que podamos superar el dolor de la humillación e iniciar un camino de perdón con quienes se han burlado de nosotros.     

Texto.  Lucas 23. 4-11

Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la multitud: 'No encuentro en este hombre ningún motivo de condena'. Pero ellos insistían: 'Subleva al pueblo con su enseñanza en toda la Judea. Comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí'.

Al oír esto, Pilato preguntó si ese hombre era galileo. Y habiéndose asegurado de que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo envió. En esos días, también Herodes se encontraba en Jerusalén.

Herodes se alegró mucho al ver a Jesús. Hacía tiempo que deseaba verlo, por lo que había oído decir de él, y esperaba que hiciera algún prodigio en su presencia. Le hizo muchas preguntas, pero Jesús no le respondió nada. Entre tanto, los sumos sacerdotes y los escribas estaban allí y lo acusaban con vehemencia.

Herodes y sus guardias, después de tratarlo con desprecio y ponerlo en ridículo, lo cubrieron con un magnífico manto y lo enviaron de nuevo a Pilato.

Contemplación

Con la imaginación hemos ido siguiendo el peregrinar de Jesús en su Pasión. Antes Jesús iba donde quería. Elegía su destino. Ahora es conducido … Del huerto a la casa de Caifás. De allí al pretorio con Pilato y ahora este lo envía a donde residía temporalmente Herodes. Jesús ya muestra huellas del maltrato que ha recibido. En su rostro ya comienza a reflejarse el agotamiento por lo que está sufriendo.

Nos encontramos en un elegante salón, esa mañana de viernes. En el lugar de privilegio un trono donde se encuentra Herodes con su corte. Le anunciaron que Pilato, con quien no se llevaba nada de bien, le enviaría al predicador, amigo del Bautista a quien había asesinado hace un tiempo. Le entusiasmó la idea. Quería divertirse. Se comentaba mucho sobre los prodigios y milagros que Jesús había efectuado y él quería ser testigo presencial de esas magias.

En su mente no cabían los conceptos de Jesús. Era muy obtusa como para comprender lo que era la fe, la vida eterna, la ley del amor, el perdón divino. Cuando Jesús iba en camino, ya sabía que este sería un trámite estéril. Nada de lo que pudiera responder o sembrar germinaría. Herodes era tierra seca y pedregosa, superficial y torpe. Daba pena una persona de esa connotación y daba pena colectiva que tuviera poder sobre un territorio.

En el salón hay un murmullo que es interrumpido cada cierto rato por las carcajadas ruidosas de Herodes conversando con sus cortesanos. Nosotros nos encontramos en un rincón, pasando desapercibidos, testigos anónimos de este encuentro.

De pronto se escucha el ruido de un tumulto que se acerca y entran a Jesús empujado por los guardias, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos del Sanedrín. Dejan a Jesús al medio y ellos haciendo un círculo alrededor le piden a Herodes que, por encargo del procurador, juzgue y condene al reo.

Herodes pide que se lo acerquen. Allí están Jesús y Herodes frente a frente. Comienza un interrogatorio estéril. Jesús calla. Herodes se exaspera, le pide que haga un acto de magia y que con ello lo dejaba libre. Jesús calla. No se le mueve un músculo. Herodes comienza a ridiculizarlo, se ríe de él. Los otros allí presenten siguen a su jefe, mofándose de los cargos en su contra. Se burlan del reino que Jesús anuncia y de Jesús como supuesto rey de los judíos. No podían entender lo que significaba el Reino. No tenían esa capacidad. Jesús guarda silencio

En su interior probablemente sentía pena por ellos, por sus limitadas capacidades. Se sentía humillado. Las burlas y la forma soez de tratarlo, por cierto, que dañaban su interior. Pero algo le decía que era momento de callar, de no hacer cosa alguna. Era momento de blindarse ante tanto insulta y burla. No seguirle el juego.

En su lugar Jesús pedía al Padre por ellos. Debe haber invocado e intercedido: ”Son tan torpes, Padre. Son tan superficiales. Solo te pido que con esas limitaciones no sigan dañando al pueblo sencillo sobre el que tienen poder. Pero a ellos, no les culpo, Padre. Perdónalos porque no saben ni tienen la capacidad de saber lo que están haciendo

Y el circo herodiano continuó. Le pusieron una capa real y simulaban que le rendían pleitesía. Hasta que se cansó el payaso. Dejó de ridiculizar y lo manda de vuelta donde Pilato para que lo juzgue él. Herodes estaba para divertirse y esto ya le había aburrido.

Vemos a Jesús saliendo del salón, en silencio como entró, en su interior dolía la mofa y la ridiculización a la que había sido sometido. Pero, en comunicación con su Padre de los cielos el silencio exterior se proyectaba también hacia el interior para evitar que todos esos insultos y provocaciones le afectaran. Aunque parezca increíble, lograba caminar sereno todavía. Las burlas y humillaciones no le afectaron. El silencio y no involucrarse fueron su mejor defensa.

Reflexión.

Es otra forma de violencia. Actualmente la conocemos como “bullying” o “acoso” y se da en los ámbitos escolares con nuestros niños y jóvenes. Se da en el ámbito laboral entre colaboradores y entre jefes y subordinados. Se da en el ámbito social con discriminaciones de distinto tipo. Hay muchas formas de ridiculizar a otros como lo hicieron con Jesús. Se ridiculiza a las minorías, sean sexuales, políticas o religiosas. Hay ofensas ridiculizadoras en contra de los migrantes, en contra de la extrema pobreza y la extrema riqueza. También se trata despectivamente a quienes tienen una creencia política o de religión distinta a la del grupo dominante.

Recordemos las veces en que nos hemos sentido discriminados, ofendidos, ridiculizados. Desde las más ofensivas que nos han afectado en nuestra auto estima hasta las más superficiales que pueden haber llegado de personas que amamos. Esas, muchas veces son las más dolorosas. Recordemos las ofensas que hemos recibido por pertenecer a un grupo al que se le ridiculiza o aquellas que se dirigen hacia nosotros personalmente. ¿Quiénes fueron los que nos ridiculizaron? … ¿cuál fue el motivo? … No volvamos a sentir, solo contemplemos esas situaciones, percibámoslas. Repasémosla de a una si fueron varias o si no encuentro alguna, demos gracias a Dios por ello

Jesús guardó silencio, no dejó que las burlas ingresaran en su sensibilidad. Intentemos imitarle. La próxima vez que percibamos agresiones de este tipo, hagámonos el propósito de no reaccionar, de no entrar en ese juego. Guardemos las energías para luchas con más sentido como lo hizo Jesús.

Y con el pasado, le pedimos a Dios nos ayude para limpiar nuestro corazón y nuestra sensibilidad de las huellas que pueda haber dejado en nosotros. Y con quienes nos ofendieron, iniciar un proceso de perdón.

Recordemos que diariamente le decimos a nuestro Padre de los Cielos que en la misma medida en que nosotros perdonamos a los que nos ofenden, queremos que Él perdone nuestras ofensas.

Coloquio.

Hacemos un momento largo de silencio, en unión con Dios para sentir su presencia que nos permitirá revestirnos de esta capacidad de perdonar y de ignorar a los ofensores y al final conversamos con el Padre y con Jesús sobre la superación de nuestras humillaciones.