3-3 Elige discípulos de Juan

Sigan a Jesús. Él es el Cordero de Dios

Contexto 

Dejamos a Jesús saliendo del desierto, luego de un largo discernimiento sobre cómo responder a la declaración de amor del Padre en el Jordán y la confirmación de que tiene puesta toda su confianza en el trabajo que le encargará. 

En el desierto se despojó de sus propios deseos para escuchar lo que el Espíritu le pedía y resistirse a las tentaciones del demonio. Fue una larga batalla en que se confrontaron dos proyectos antagónicos. Por un lado, la propuesta de centrarse en el amor a Dios, al prójimo con la misma intensidad en que cada uno se ama a sí mismo. Por otro lado, está el proyecto del ego, prescindiendo de Dios y buscando el triunfo personal y la victoria sobre los otros. 

Se confrontan riqueza, fama y honores sobre pobreza humildad y servicio. Jesús eligió el camino del amor, del perdón y la solidaridad. Se trata de anunciar ese Reino, el Reino donde Dios reina con sus valores. Y la forma ha de ser desde los más sencillos, cambiando la forma de vivir, predicando con el ejemplo en lugar de con palabras. Será socorriendo a los que sufren, acogiendo y perdonando a los pecadores. Será el peregrino del amor que recorre pueblos y caminos llamando y enviando. Acogiendo, liberando, sanando. 

Para lograr todo esto, lo primero ha de ser conformar un equipo. Un grupo de seguidores del proyecto que serán elegidos y llamados desde las más variadas fuentes. Allí estarán gente ruda y otros muy suaves. Hombres y mujeres. Pecadores y letrados. Los va reclutando de a poco, uno tras otro hasta llegar a nosotros en nuestros días. Nos ve en nuestras casas o lugares de trabajo, nos llama, nos elige y nos dice también “Sígueme”. Nos manifiesta su voluntad de conquistar todo el mundo y a todos los que se encuentran poseídos por el espíritu egoísta de Satanás y con ello llevar a cabo la voluntad del Padre Dios y entrar en su gloria. Está consciente de que pasará penas y dolores. Nos invita a trabajar con él, para que, siguiéndole en la pena, también le sigamos en la gloria final

La elección de sus discípulos la abordaremos desde distintas perspectivas, siguiendo variados pasajes de los evangelios: 

Comenzaremos con la elección de los discípulos de Juan Bautista siguiendo el relato de San Juan que fue uno de ellos.

Oración Inicial.

Señor, en respuesta a tu infinito amor, te ofrezco este momento de oración. Que todo lo que reflexione, decida y planifique, esté solamente
orientado a unirme a Ti y a vivir contigo, amando, perdonando y sirviendo en tu nombre. Que así sea. 

Gracia a pedir

Pedimos la gracia de inspirarnos en la reacción de los apóstoles, que al sentirse elegidos y llamados por Jesús, convirtieron sus vidas para unirse con él y  proclamar el Reino de Dios.

Texto.  

Juan. 1,35-51.

Al día siguiente, estaba Juan otra vez allí con dos de sus discípulos y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: 'Este es el Cordero de Dios'.

Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús. Él se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: '¿Qué quieren?'. Ellos le respondieron: 'Rabbí -que traducido significa Maestro- ¿dónde vives?.

'Vengan y lo verán', les dijo. Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde.

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Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro. Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo: 'Hemos encontrado al Mesías', que traducido significa Cristo.

Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: 'Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas', que traducido significa Pedro.

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Al día siguiente, Jesús resolvió partir hacia Galilea. Encontró a Felipe y le dijo: 'Sígueme'.

Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro.

Felipe encontró a Natanael y le dijo: 'Hemos hallado a aquel de quien se habla en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret'.

Natanael le preguntó: '¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?'. 'Ven y verás', le dijo Felipe.

Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: 'Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez'.

¿De dónde me conoces?', le preguntó Natanael. Jesús le respondió: 'Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera'.

Natanael le respondió: 'Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel'.

Jesús continuó: 'Porque te dije: 'Te vi debajo de la higuera', crees . Verás cosas más grandes todavía'.

Y agregó: 'Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre'.

Contemplación. 

Seguimos con la imaginación a Jesús que va saliendo de su largo discernimiento en el desierto y se encamina de vuelta al Jordán desde donde había salido para afinar su plan de vida. Contemplamos su rostro. Pese al cansancio de tantos días retirado, sonríe, se le ve pleno, decidido. Se acerca al lugar donde Juan continúa bautizando. Ya tiene un grupo de seguidores que no tan solo se bautizaban, sino que se quedaban junto a él. Era gente sencilla que les cautivaba la propuesta de dar un giro a su vida. De cambiar el fundamento de su existencia dirigiéndolo a Dios. 


Llama a Andrés y Juan.

Junto al Bautista están en esos momentos dos discípulos. Uno era Andrés, hermano de Simón y el otro, lo más probable es que fuera Juan, pues sin que sea nombrado se deduce, ya que Juan es el autor de este pasaje. Ambos serán más tarde parte del grupo de los primeros doce. Observemos como Juan Bautista viendo que Jesús se acercaba, les dice al oído a los dos “Este es el cordero de Dios”. Para ambos esta declaración era muy significativa, el cordero de Dios les remontaba a los anuncios del profeta Isaías que describe al cordero como un siervo sufriente que se sacrifica por los pecados del pueblo. Es la venida de un Mesías que redimiría los pecados. … Y Juan les indica que en Jesús se cumple esa promesa profética. … Se miran ambos a los ojos, meditan brevemente. No lo podían creer. Deciden seguir a Jesús a una distancia prudente para no importunarlo. 

¿Este joven será el Mesías, el cordero de Dios que cargará con los pecados de todos? Una fuerza irresistible les empuja a dejar a Juan y seguir a Jesús para comprobarlo. Al comienzo él hace como si no se diera cuenta, hasta que en algún momento se vuelve y les pregunta directamente. “¿Qué quieren?”

Contemplemos la sorpresa de ellos. No les pregunta quiénes son, sino que directamente qué es lo que buscan. Les oímos responder tartamudeando “Maestro, ¿Dónde vives?”. Notamos que solo a partir de la definición de Juan, ya le denominan “Maestro” y la pregunta es muy indiscreta. Se están auto invitando. Quieren conocerle íntimamente. Quieren conocer su casa. La respuesta de Jesús es inmediata. “Vengan a conocer donde vivo”. Les seguimos hasta llegar a un lugar probablemente una gruta o un rincón donde se habrá quedado Jesús, pues estaba muy lejos de Nazareth y los últimos días han sido de vagabundear por el desierto.

Pero la conversación fue tan interesante y cautivadora que se quedaron con él toda la tarde hasta la noche.


Llama a Simón Pedro

Al día siguiente observamos como Andrés sale rápido a buscar a alguien a quien contarle lo vivido. Comentarle lo que conversaron con Jesús toda esa tarde. Es que cuando algo extraordinario nos ocurre queremos compartirlo. Y Andrés se encuentra con su hermano Simón. Ambos eran de Betsaida, una localidad de Galilea que quedaba cerca del lago un poco más al norte. 

Excitado por lo vivido le dice a Simón, jadeando “¡Hemos encontrado al Mesías!”  Esa definición nos confirma el tema de conversación que les mantuvo con Jesús toda la tarde del día anterior. Estuvieron hablando del Reino, del proyecto de que se propagará con otros. Para convencerlo, probablemente debe haber agregado algo así como: “Ven Simón, compruébalo tú mismo. Es una maravilla todo lo que tiene en mente hacer por nosotros. Juan dice que él es el cordero de Dios”

Y van juntos a encontrarse con Jesús. 

Cuando llegan Jesús le recibe y lo identifica antes de que se presente. “Tú eres Simón, hijo de Juan. Pero a partir de ahora te llamarás Cefas”.  

¡Le cambia el nombre! … Eso es algo muy especial en ese tiempo. Cambiar el nombre era cambiar la identidad, cambiar el sentido de su vida. En el antiguo testamento Abram (padre exaltado) pasó a llamarse Abraham (padre de multitudes), Jacob (Dios guarde o proteja) pasó a llamarse Israel (el que lucha con Dios). A Simón (el que ha escuchado a Dios) ahora le llamarán Pedro, la piedra sobre la que continuará el proyecto del Reino, la iglesia. Contemplemos el rostro rudo de Simón al sentir la autoridad con que Jesús le cambiaba el nombre. Era cautivante la personalidad de Jesús. A partir de ese momento Jesús será el centro de su ser.

Pero aún falta tiempo para conformar una comunidad y los hermanos volverán a casa a seguir con sus labores de pesca, pero con una experiencia fundante que muy pronto se concretará.


Reconoce a Natanael

Luego vemos a Jesús alejarse del Jordán canino al norte, hacia Galilea. Y en el camino se encuentra con otro discípulo de Juan, Felipe. Conversan y rápidamente Felipe se entusiasma con Jesús y el proyecto de anunciar el Reino de Dios. Jesús le interpela directamente y le dice “Sígueme”. Felipe acepta con gusto la invitación. Como Felipe era de Betsaida igual que Andrés y Simón, parten todos hacia el norte de vuelta a casa. 

En el camino Felipe se aparta un poco y va a encontrarse con Natanael. Eran amigos y le cuenta entusiasmado que habían encontrado al Mesías. Pero no encuentra eco. Natanael estaba pasando por un mal momento, nada le motivaba. Pone en duda que hubieran encontrado realmente al Cristo. Vemos como Felipe trata de convencerlo. ¿Y quién es ese profeta?, le pregunta a regaña diente.  ¡Jesús de Nazareth! Le contesta Felipe. Se ve que ya le encanta pronunciar el nombre de Jesús. 

Allí Natanael suelta una carcajada. “No Felipe, estás bromeando. ¿De Nazareth? Ese pueblo de mala muerte perdido en las montañas galileas. No, de allí no sale nada bueno, menos un Mesías”. Tanto insiste Felipe, que fuera a comprobarlo por sí mismo que Natanael acepta y salen al encuentro de Jesús. 

Cuando llegan, Jesús les recibe entusiasmado y como si le hubiera conocido por mucho tiempo alaba la forma de ser de Natanael: “Aquí llega un hombre íntegro y sincero, un verdadero hijo de Israel.”  

Observemos la expresión de Natanael … sorpresa, incredulidad, desconfianza … “¿Qué sabes de mí que lo expresas así?” Le interpela. Allí Jesús le deja una prueba inequívoca de su mesianismo. “Te conozco desde que estabas bajo la higuera”. … 

Natanel se queda boqui abierto con la mirada fija en Jesús. Sus ojos enrojecen y un nudo se le atraviesa en la garganta. Solo Dios y él sabían lo que pasó cuando a solas estuvo bajo la higuera, lo que oró, lo que decidió en soledad, en ese campo amplio con solo una higuera, nadie más. El y Dios dialogando, discerniendo que hacer con su vida. Fue un momento fundante que había ocurrido hace poco.

Si Jesús sabía de ese episodio, no cabe duda que Jesús ha de ser el enviado de Dios. Es el Mesías que estaban esperando. 

Rompe en llanto y se abraza a Jesús. Nunca más se alejará de él, será parte del grupo. También le conocemos con el nombre de Bartolomé


Reflexión personal.

Coloquio. 

Conversemos con Jesús y comentémosle nuestra intención de aceptar su invitación a seguirle, a ser parte de su equipo, le damos las gracias por su confianza y que no le defraudaremos. Con nuestras propias palabras, como un amigo que conversa con otro amigo.

Examen de la oración

Para compartir grupal
En el grupo podríamos responder a las siguientes preguntas