3-9 Sermón del Monte

Un estilo de vida

Contexto 

En el seguimiento del peregrinar de Jesús, llegamos a un momento crucial. Luego de convocar seguidores y conformar un grupo de apóstoles, Jesús le explica en detalle la propuesta de vida que viene a anunciar. Para ello los convoca a una montaña y allí pronuncia el sermón del monte que el evangelista Mateo lo relata en el capítulo 5, 6 y 7. Lucas también incluye las bienaventuranzas en el capítulo 6, versículos 17 y siguientes. En esta reflexión nos centraremos en algunos aspectos del capítulo 5 de Mateo: las bienaventuranzas, las gracias recibidas, el cumplimiento de la ley y como amar. La invitación queda extendida para que exploremos en oración el resto del sermón del monte con los otros capítulos de Mateo.

Para nuestra reflexión nos apoyaremos también en el capítulo tercero de la exhortación apostólica del papa Francisco:  Alégrense y regocíjense, sobre el llamado a la santidad en el mundo actual, publicada el 19 de marzo de 2018. (se recomienda la lectura y oración de este texto como lectura complementaria al retiro)

La temática de este retiro es más extensa que los otros, por lo que se recomienda efectuarlo por partes, según la disponibilidad de tiempo que se tenga, cuidando que cada parte no se extienda más de una hora.

Oración Inicial.

Señor, en respuesta a tu infinito amor, te ofrezco este momento de oración. Que todo lo que reflexione, decida y planifique, esté solamente
orientado a unirme a Ti y a vivir contigo, amando, perdonando y sirviendo en tu nombre. Que así sea. 

Gracia a pedir

Pedimos la gracia de conocer más a Jesús y escuchar su propuesta de vida para seguirle más y mejor.

Contemplación. 

 Con la imaginación nos trasladamos a un lugar apartado, un monte cerca de Cafarnaúm. Podemos observar el entorno, desde arriba se divisa abajo la ciudad y el lago. El sol, aparece y desaparece entre nubes y se refleja hermosamente en el mar de Galilea. Vemos como se congregan allí mucha gente que vienen de distintos lugares. Los hay jóvenes, adultos, ancianos y también niños que vienen con sus padres. La mayoría galileos que viven en la cercanía, pero también de otras naciones y razas, aunque los menos. Hay de distintas clases sociales, pero la mayoría son gente sencilla, de escasos recursos.

Los apóstoles y los discípulos más cercanos se encargan de recibirlos a todos con cordialidad y los invitan a ubicarse, de modo que todos puedan escuchar lo que Jesús predicará. Nos ubicamos en un lugar más o menos cercano a donde estará el maestro, para escuchar su sermón con atención.

Hay un gran murmullo, todos conversaban mientras esperaban que llegara Jesús. 

Hasta que llega el momento esperado. Aparece Jesús rodeado por sus más cercanos y rápidamente el murmullo se va disipando. Jesús, saluda a todos con voz potente y todos responden. Entonces comienza a pronunciar su sermón con fuerza y con pausas de silencio entre cada una de sus enseñanzas, de modo que los asistentes se fueran interiorizando y acogiendo cada una.

Reflexión personal.

Reflexionaremos sobre cada una de las enseñanzas en el sermón del monte interiorizándolas en nuestra vida y a que nos invita como estilo de vivir.

 

 

Las bienaventuranzas.

Texto.  mateo 5, 1-12.

Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él.

Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:

 

'Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.

Felices los afligidos, porque serán consolados.

Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.

Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.

Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.

Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.

Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.

Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.

 

Este texto es el corazón, la carta magna de la enseñanza de Jesús. Aquí se condensa el deseo y la esperanza del Señor para nuestras vidas y las relaciones entre nosotros y con Dios. En todas ellas se manifiesta el deseo de Dios de que seamos felices, incluso en los momentos más complicados. Además, para cada una de las situaciones se indica un propósito que nos relacionan con Dios

Repasemos cada una de estas aseveraciones con calma, con tiempo, sin prisa.

¿En cuáles de estos grupos nos encontramos nosotros más identificados, en cuáles menos?

Bienaventurados tiene por sinónimo “Felices”.  El Papa Francisco en su reflexión entrega una interpretación actualizada de cada una de ellas:

·        Felices los que son pobres en el corazón

·        Felices los que reaccionan con humilde mansedumbre

·        Felices los que saben llorar con los demás

·        Felices los que buscan la justicia con hambre y sed

·        Felices los que miran y actúan con misericordia

·        Felices los que mantienen el corazón limpio de todo lo que mancha el amor

·        Felices los que siembran paz a nuestro alrededor

·        Felices los que aceptan cada día el camino del Evangelio aunque les traiga problemas

¿Nos identificamos más ahora con esta nueva redacción?

El Papa dice que estas bienaventuranzas son como el carné de identidad del cristiano…  En ellas se dibuja el rostro del Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestras vidas.

Allí está plasmado lo que Dios espera de nosotros, nos quiere felices, aún con los problemas que nos puedan rodear. Si seguimos estas enseñanzas estaremos haciendo la voluntad de Dios y allí está la santidad, por lo que podemos reescribir la palabra «feliz» o «bienaventurado», por ese sinónimo de «santo»

 Siguiendo el texto de la Exhortación Apostólica del Papa Francisco, reflexionemos en cada una de estas bienaventuranzas.

«Felices los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos»

«Santos son los que son pobres en el corazón»

El Evangelio nos invita a reconocer la verdad de nuestro corazón, para ver dónde colocamos la seguridad de nuestra vida.

 Normalmente el rico se siente seguro con sus riquezas, y cree que cuando están en riesgo, todo el sentido de su vida en la tierra se desmorona.

Jesús mismo nos lo dijo en la parábola del rico insensato, de ese hombre seguro que, como necio, no pensaba que podría morir ese mismo día (cf. Lc 12,16-21).

Las riquezas no nos aseguran nada.

Cuando el corazón se siente rico, está tan satisfecho de sí mismo que no tiene espacio para la Palabra de Dios, para amar a los hermanos ni para gozar de las cosas más grandes de la vida.

Así se priva de los mayores bienes.

Por eso Jesús llama felices a los pobres de espíritu, que tienen el corazón pobre, donde puede entrar el Señor con su constante novedad.

 

·        ¿A quiénes conozco que ponen sus objetivos en los bienes materiales?

·        ¿y yo? …

·        ¿Puedo decir que soy pobre de corazón? … ¿porqué?

·        ¿Cuál es mi afección por las riquezas? … en que se nota?

·        ¿Las busco? … ¿Son mis objetivos? … ¿Cuándo no? … ¿Cuándo si?

«Felices los mansos, porque heredarán la tierra»

«Santos son los que reaccionan con humilde mansedumbre»

Reaccionar con humilde mansedumbre en es este mundo que desde el inicio es un lugar de enemistad, donde se riñe por doquier, donde por todos lados hay odio, donde constantemente clasificamos a los demás por sus ideas, por sus costumbres, y hasta por su forma de hablar o de vestir.

En definitiva, es el reino del orgullo y de la vanidad, donde cada uno se cree con el derecho de alzarse por encima de los otros.

Sin embargo, aunque parezca imposible, Jesús propone otro estilo: la mansedumbre.

Si vivimos tensos, engreídos ante los demás, terminamos cansados y agotados.

Pero cuando miramos sus límites y defectos con ternura y mansedumbre, sin sentirnos más que ellos, podemos darles una mano y evitamos desgastar energías en lamentos inútiles.

 

Para santa Teresa de Lisieux, “la caridad perfecta consiste en soportar los defectos de los demás, en no escandalizarse de sus debilidades”.

·        ¿a quiénes conozco que andan enojados, criticando, orgullosos, vanidosos?

·        ¿y yo? …

·        ¿Cuándo recuerdo que he logrado ser humilde?

·        ¿en qué circunstancias, en lugar de criticar he podido mirar los errores de
otros con ternura y compresión?

«Felices los que lloran, porque ellos serán consolados»

«Santos son los que saben llorar con los demás»

Saber llorar con los demás …

El mundo nos propone lo contrario: el entretenimiento, el disfrute, la distracción, la diversión, y nos dice que eso es lo que hace buena la vida.

El mundano ignora, mira hacia otra parte cuando hay problemas de enfermedad o de dolor en la familia o a su alrededor.

El mundo no quiere llorar: prefiere ignorar las situaciones dolorosas, cubrirlas, esconderlas.

Se gastan muchas energías por escapar de las circunstancias donde se hace presente el sufrimiento, creyendo que es posible disimular la realidad, donde nunca, nunca, puede faltar la cruz.

La persona que ve las cosas como son realmente, se deja traspasar por el dolor y llora en su corazón, es capaz de tocar las profundidades de la vida y de ser auténticamente feliz. 

Esa persona es consolada, pero con el consuelo de Jesús y no con el del mundo.

Así puede atreverse a compartir el sufrimiento ajeno y deja de huir de las situaciones dolorosas.

De ese modo encuentra que la vida tiene sentido socorriendo al otro en su dolor, comprendiendo la angustia ajena, aliviando a los demás.

Esa persona siente que el otro es carne de su carne, no teme acercarse hasta tocar su herida, se compadece hasta experimentar que las distancias se borran.

Así es posible acoger aquella exhortación de san Pablo: «Llorad con los que lloran» (Rm 12,15).

·        ¿Conozco personas que evitan a los que sufren?  … ¿quiénes?

·        ¿y yo? …

·        ¿Me involucro con los que tienen problemas? … ¿cómo?

·        ¿cuándo lo he logrado? … ¿con quienes?

·        ¿qué he sentido consolando?

«Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados»

«Santos son los que buscan la justicia con hambre y sed»

«Hambre y sed» son experiencias muy intensas, porque responden a necesidades primarias y tienen que ver con el instinto de sobrevivir.

Hay quienes con esa intensidad desean la justicia y la buscan con un anhelo tan fuerte. Jesús dice que serán saciados, ya que tarde o temprano la justicia llega, y nosotros podemos colaborar para que sea posible, aunque no siempre veamos los resultados de este empeño.

Pero la justicia que propone Jesús no es como la que busca el mundo, tantas veces manchada por intereses mezquinos, manipulada para un lado o para otro.

La realidad nos muestra qué fácil es entrar en las pandillas de la corrupción, formar parte de esa política cotidiana del «doy para que me den», donde todo es negocio.

Y cuánta gente sufre por las injusticias, cuántos se quedan observando impotentes cómo los demás se turnan para repartirse la torta de la vida.

Algunos desisten de luchar por la verdadera justicia, y optan por subirse al carro del vencedor.

Eso no tiene nada que ver con el hambre y la sed de justicia que Jesús elogia

Tal justicia empieza por hacerse realidad en la vida de cada uno siendo justo en las propias decisiones, y luego se expresa buscando la justicia para los pobres y débiles.

Es cierto que la palabra «justicia» puede ser sinónimo de fidelidad a la voluntad de Dios con toda nuestra vida, pero si le damos un sentido muy general olvidamos que se manifiesta especialmente en la justicia con los desamparados: «Buscad la justicia, socorred al oprimido, proteged el derecho del huérfano, defended a la viuda» (Is 1,17). 

·        ¿Dónde he sido testigo de injusticias cerca de mí?

·        ¿Con quién? …

·        ¿Qué he sentido?

·        ¿Puedo decir que tengo hambre y sed de justicia?

«Felices los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia»

«Santos son los que miran y actúan con misericordia»

La misericordia tiene dos aspectos: es dar, ayudar, servir a los otros, y también perdonar, comprender.

Mateo lo resume en una regla de oro: «Todo lo que queráis que haga la gente con vosotros, hacedlo vosotros con ella» (7,12).

El Catecismo nos recuerda que esta ley se debe aplicar «en todos los casos», de manera especial cuando alguien «se ve a veces enfrentado con situaciones que hacen el juicio moral menos seguro, y la decisión difícil».

Dar y perdonar es intentar reproducir en nuestras vidas un pequeño reflejo de la perfección de Dios, que da y perdona sobreabundantemente.

Por tal razón, en el evangelio de Lucas ya no escuchamos el «sed perfectos» (Mt 5,48) sino «sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará» (6,36-38).

Y luego Lucas agrega algo que no deberíamos ignorar: «Con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros» (6,38). La medida que usemos para comprender y perdonar se aplicará a nosotros para perdonarnos.

La medida que apliquemos para dar, se nos aplicará en el cielo para recompensarnos.

No nos conviene olvidarlo

Jesús no dice: «Felices los que planean venganza», sino que llama felices a aquellos que perdonan y lo hacen «setenta veces siete» (Mt 18,22).

Es necesario pensar que todos nosotros somos un ejército de perdonados.

Todos nosotros hemos sido mirados con compasión divina.

Si nos acercamos sinceramente al Señor y afinamos el oído, posiblemente escucharemos algunas veces este reproche: «¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?» (Mt 18,33).

·        ¿Qué momentos recuerdo en que he sentido que me han perdonado?

·        ¿Cuándo he sentido que Dios me ha perdonado?

·        ¿Quiénes me han causado daño? … ¿qué me hicieron?

·        La invitación es a perdonarlos …

·        ¿Cómo podría comenzar a perdonarles?

«Felices los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios»

«Santos son los que mantienen el corazón limpio de todo lo que mancha el amor»

Esta bienaventuranza se refiere a quienes tienen un corazón sencillo, puro, sin suciedad, porque un corazón que sabe amar no deja entrar en su vida algo que atente contra ese amor, algo que lo debilite o lo ponga en riesgo.

En la Biblia, el corazón son nuestras intenciones verdaderas, lo que realmente buscamos y deseamos, más allá de lo que aparentamos: «El hombre mira las apariencias, pero el Señor mira el corazón» (1 S 16,7).

Él busca hablarnos en el corazón (cf. Os 2,16) y allí desea escribir su Ley (cf. Jr 31,33).

En definitiva, quiere darnos un corazón nuevo (cf. Ez 36,26)

Lo que más hay que cuidar es el corazón  (cf. Pr 4,23).

Nada manchado por la falsedad tiene un valor real para el Señor.

Él «huye de la falsedad, se aleja de los pensamientos vacíos» (Sb 1,5).

El Padre, que «ve en lo secreto» (Mt 6,6), reconoce lo que no es limpio, es decir, lo que no es sincero, sino solo cáscara y apariencia, así como el Hijo sabe también «lo que hay dentro de cada hombre» (Jn 2,25).

Es cierto que no hay amor sin obras de amor, pero esta bienaventuranza nos recuerda que el Señor espera una entrega al hermano que brote del corazón, ya que «si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría» (1 Co 13,3).

En el evangelio de Mateo vemos también que lo que viene de dentro del corazón es lo que contamina al hombre (cf. 15,18), porque de allí proceden los asesinatos, el robo, los falsos testimonios, y demás cosas (cf. 15,19).

En las intenciones del corazón se originan los deseos y las decisiones más profundas que realmente nos mueven.

Cuando el corazón ama a Dios y al prójimo (cf. Mt 22,36-40), cuando esa es su intención verdadera y no palabras vacías, entonces ese corazón es puro y puede ver a Dios.

San Pablo, en medio de su himno a la caridad, recuerda que «ahora vemos como en un espejo, confusamente» (1 Co 13,12), pero en la medida que reine de verdad el amor, nos volveremos capaces de ver «cara a cara» (ibíd.).

Jesús promete que los de corazón puro «verán a Dios».

·        ¿Qué situaciones de falsedades recuerdo en otros o en mi?

·        ¿Qué acciones impregnadas de amor recuerdo?

·        Comparando ambas situaciones … ¿qué siento?

·        Recuerdo a las personas que más amo

·        Recuerdo a las personas que no amo

·        ¿Cómo mirarlas también con amor?

·        Pido ayuda a Dios para lograrlo

«Felices los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios»

«Santos son los que siembran paz en su alrededor»

Esta bienaventuranza nos hace pensar en las numerosas situaciones de guerra que se repiten.

Para nosotros es muy común ser agentes de enfrentamientos o al menos de malentendidos.

Por ejemplo, cuando escucho algo de alguien y voy a otro y se lo digo; e incluso hago una segunda versión un poco más amplia y la difundo.

Y si logro hacer más daño, parece que me provoca mayor satisfacción.

El mundo de las habladurías, hecho por gente que se dedica a criticar y a destruir, no construye la paz.

Esa gente más bien es enemiga de la paz y de ningún modo bienaventurada.

Los pacíficos son fuente de paz, construyen paz y amistad social.

A esos que se ocupan de sembrar paz en todas partes, Jesús les hace una promesa hermosa: «Ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9).

Él pedía a los discípulos que cuando llegaran a un hogar dijeran: «Paz a esta casa» (Lc 10,5).

La Palabra de Dios exhorta a cada creyente para que busque la paz junto con todos (cf. 2 Tm 2,22), porque «el fruto de la justicia se siembra en la paz para quienes trabajan por la paz» (St 3,18).

Y si en alguna ocasión en nuestra comunidad tenemos dudas acerca de lo que hay que hacer, «procuremos lo que favorece la paz» (Rm 14,19) porque la unidad es superior al conflicto

No es fácil construir esta paz evangélica que no excluye a nadie sino que integra también a los que son algo extraños, a las personas difíciles y complicadas, a los que reclaman atención, a los que son diferentes, a quienes están muy golpeados por la vida, a los que tienen otros intereses.

Es duro y requiere una gran amplitud de mente y de corazón, ya que no se trata de «un consenso de escritorio o una efímera paz para una minoría feliz», ni de un proyecto «de unos pocos para unos pocos».

Tampoco pretende ignorar o disimular los conflictos, sino «aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso».

Se trata de ser artesanos de la paz, porque construir la paz es un arte que requiere serenidad, creatividad, sensibilidad y destreza.

Recuerdo relaciones de conflicto, de peleas, de enfrentamiento, de habladurías

·        ¿Cómo fue mi reacción? …

·        ¿Cómo ser agentes de paz?

·        ¿A quiénes conozco que siembran paz a su alrededor

·        ¿Cómo imitarles?

«Felices los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los
cielos»

«Santos son los que aceptan cada día el camino del evangelio, aunque les traga problemas»

Jesús mismo remarca que este camino va a contracorriente hasta el punto de convertirnos en seres que cuestionan a la sociedad con su vida, personas que molestan.

Jesús recuerda cuánta gente es perseguida y ha sido perseguida sencillamente por haber luchado por la justicia, por haber vivido sus compromisos con Dios y con los demás.

Si no queremos sumergirnos en una oscura mediocridad no pretendamos una vida cómoda, porque «quien quiera salvar su vida la perderá» (Mt 16,25).

Un santo no es alguien raro, lejano, que se vuelve insoportable por su vanidad, su negatividad y sus resentimientos.

No eran así los Apóstoles de Cristo.

El libro de los Hechos cuenta insistentemente que ellos gozaban de la simpatía «de todo el pueblo» (2,47; cf. 4,21.33; 5,13) mientras algunas autoridades los acosaban y perseguían (cf. 4,1-3; 5,17-18)

Las persecuciones no son una realidad del pasado, porque hoy también las sufrimos, sea de manera cruenta, como tantos mártires contemporáneos, o de un modo más sutil, a través de calumnias y falsedades. Jesús dice que habrá felicidad cuando «os calumnien de cualquier modo por mi causa» (Mt 5,11).

Otras veces se trata de burlas que intentan desfigurar nuestra fe y hacernos pasar como seres ridículos.

·        ¿Cuándo he sentido en carne propia que seguir el evangelio provoca problemas?

·        ¿qué de la sociedad actual está a contracorriente con lo que nos pide Jesús?

Sobre la misión que recibimos.

Texto.  mateo 5, 13-16.

 

Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres.

Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo.

 

Luego de enunciar el centro de la forma de vida con las “Bienaventuranzas”, Jesús nos describe la misión que Dios nos entrega, misión que da sentido a nuestra vida. Estamos llamados ey enviados a darle sabor a divino al mundo y a iluminarlo con nuestra forma de vivir.

 

“Somos la sal de la tierra”

 

La sal es usada básicamente con dos objetivos: preservar los alimentos para que no se descompongan y para darles sabor a aquellos más insípidos. Estas son las cualidades que hemos de usar en nuestra vida en relación con nuestros hermanos y hermanas.

Será misión nuestra que la tierra no se corrompa, no se descomponga con la maldad. Es misión nuestra preservarla de los efectos que provoca la envidia, el rencor y el egoísmo entre otros males que propicia el mal espíritu.

Al mismo tiempo estamos llamados a proporcionarle el sabor del amor, el perdón y el servicio a nuestra tierra, para convertir nuestra sociedad en el Reino de Dios, donde reina la solidaridad, la paz, la justicia y la misericordia. Solo así viviremos felices y alegres, que es lo que Dios quiere en su Reino.

Para ello, nuestra existencia ha de estar exenta de maldad y plena de amor. Sin estos ingredientes, nuestra sal pierde sabor y no lograremos el objetivo de nuestra vida. Recibimos el sabor como un don, una gracia de Dios para llevar a cabo nuestra misión.

Repasemos nuestra vida pasada …

·        ¿En qué podríamos decir que hemos contribuido a evitar que el mal afecte a hermanos y hermanas que se ven tentados o han caído en las tramas del mal espíritu?

·        ¿Qué acciones nuestras han sido señal de darle sabor de amor y perdón a nuestro entorno, en nuestra familia, amistades y lugares donde desarrollo mis actividades cotidianas?

Y actualmente …

·        ¿Qué estamos haciendo concretamente para preservar en otros y en nosotros la vida que Dios quiere que vivamos?

·        ¿Cuáles de nuestras actividades de estos momentos son claramente una contribución a que el sabor de la vida nuestra y de quienes compartimos cotidianamente sea más feliz y alegre?

Pensando en el futuro …

·        ¿Qué podríamos planificar como cambio en nuestras actividades y prioridades para ayudar más a que el mundo que nos rodea no pierda la esperanza de una vida más plena y feliz?
¿Qué podemos hacer concretamente para que los dones que hemos recibido de Dios se multipliquen en nuestra sociedad, partiendo por los más cercanos y extendiéndose por todo lugar donde haya una creatura amada por Dios?

“Somos luz del mundo”

 

Si contemplamos el mundo y la humanidad, encontramos a una gran parte sumida en las tinieblas de las guerras, las disputas y los desencuentros. Muchos deambulan en la oscuridad que provocan las injusticias y los abusos. Muchos se sienten perdidos porque no divisan una salida razonable a los dramas humanos y hasta la naturaleza misma se cubre de tinieblas ante el daño que le estamos causando. Es un mundo frío, que está helado por el egoísmo, las injusticias, la violencia, el odio, la miseria y el hambre. Aunque vemos avances tecnológicos y científicos, aunque incluso surgen espiritualidades que encaminan hacia un crecimiento interior, se está olvidando el centro del mensaje de Jesús que nos invita a una espiritualidad de gratuidad hacia el otro, una espiritualidad orientada a la relación entre nosotros impregnada de amor, misericordia y servicio. Eso falta. Esa es la luz que necesitamos.

Es que en medio de este oscuro panorama surge Jesús como un faro luminoso que nos invita a multiplicar su labor iluminativa con su mensaje, con su propuesta, anclada en las bienaventuranzas que nos lleva a una misión multiplicadora. Es un fuego luminoso que encendió otros fuegos hace dos milenios y que sigue en nosotros avanzando para llegar a iluminar la tierra completa. Faltan muchos lugares y personas donde llegar, pero el camino que una docena de apóstoles comenzó, se ha extendido de generación en generación y somos millones los que de un modo u otro consideramos que preferimos el perdón al rencor, compartir en lugar de competir, amar en lugar de odiar. Somos más felices así, perdonando, compartiendo y amando. Jesús nos invita a multiplicar esta cadena, de ser un fuego que enciende otros fuegos. De ser luz para este mundo que necesita de esta cruzada para reparar e iluminar sus oscuridades.

Mirando nuestro pasado …

·        ¿Cuándo hemos sido portadores de esta antorcha de Jesús que invita a amar, perdonar y servir? …

·        ¿a quiénes intentamos entusiasmar con un modo de vivir distinto al de nuestra sociedad egoísta y competitiva?

En estos momentos …

·        ¿cómo se nota que entusiasmados con la propuesta de Jesús la llevamos a la práctica y con ello multiplicamos su efecto?

·        ¿en qué lugares y con quienes estamos siendo luz, un faro a seguir, y provocamos una sana imitación de un estilo de vida que nos mantiene mayormente en paz y felices, aunque a veces podamos decaer?

De ahora en adelante …

·        ¿de qué forma podemos entusiasmar a otros a seguir la propuesta de Jesús para que su vida sea más plena?

·        ¿por dónde empezar? … ¿con quiénes empezar? … ¿cómo empezar?

Cumplimiento de la Ley.

Texto.  mateo 5, 17-19

No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.

 

El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.

 

Jesús advierte que su propuesta es continuación de lo anunciado y revelado en el Antiguo Testamento. De hecho, los teólogos siempre nos recuerdan que Jesús es el cumplimiento de lo profetizado en el Antiguo Testamento. El mensaje de Jesús está orientado a ponerlo en práctica en forma plena con un estilo actualizado según el contexto histórico, pero sin contradecir el sentido profundo de lo expresado por los profetas.

Las bienaventuranzas no niegan ni reemplazan los mandamientos entregados a Moisés, son un complemento que nos encaminan a llevarlas a cabo al estilo de Jesús. Los mandamientos de la ley nos marcan lo que debemos hacer y lo que debemos evitar para hacer la voluntad de Dios. Las Bienaventuranzas son recomendaciones orientadas a nuestra felicidad que nos encaminan al encuentro con el Señor.

Jesús nos invita a cumplir los mandamientos y seguir las bienaventuranzas porque de ese modo seremos considerado grandes en el Reino de los cielos.

Los Diez Mandamientos, que son una parte fundamental de la ley bíblica, se encuentran en el Antiguo Testamento de la Biblia, específicamente en dos libros: Éxodo 20:1-17 y luego en Deuteronomio 5:6-21

En resumen, se refieren a:

1.  Adoración Exclusiva: Amar y adorar solo a Dios, sin idolatría ni culto a otros dioses o imágenes.

2.  Respeto del Nombre de Dios: No tomar el nombre de Dios en vano ni usarlo de manera irrespetuosa.

3.  Santificación del Día de Reposo: Guardar y santificar el día de reposo, dedicándolo al descanso y la adoración.

4.  Honrar a los Padres: Respetar y obedecer a los padres y figuras de autoridad.

5.  Prohibición de Asesinar: No cometer homicidio ni causar daño físico injusto.

6.  Prohibición de Cometer Adulterio: Mantener la fidelidad en el matrimonio y respetar la relación conyugal.

7.  Prohibición de Robar: No tomar propiedad ajena injustamente ni cometer actos de robo.

8.  Prohibición de Falso Testimonio: No mentir ni dar falso testimonio contra otros.

9.  Prohibición de Deseo de lo Ajeno: No codiciar ni desear lo que pertenece a otros.

10.   Prohibición de Deseos Malos: No permitir que los deseos egoístas o maliciosos dominen el corazón.

En un momento de silencio repasamos cada uno de los mandamientos de la Ley de Moisés, verificando como las bienaventuranzas no los modifican, sino que los complementan y cuando en nuestra vida hemos entrado en conflicto con alguno de ellos.

Como amar.

Texto.  mateo 5, 43-48

Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores;  así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.  

Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos?  

Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?

Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.

 

Finalmente, Jesús avanza hacia el centro de su propuesta de vida: “el amor”.

Es importante aclarar que a lo que se refiere Jesús no es el amor sentimental (“filia” en griego), el que surge o no surge solo, no lo gobernamos, por lo tanto no nos puede pedir que hagamos algo que no está en nuestras manos. Tampoco se refiere al amor de atracción sexual (“eros” en griego) que también es espontáneo, aunque es más controlable por la voluntad. Tampoco es el amor familiar como el de una madre por su hijo o viceversa (“storge” en griego) porque estaría circunscrito solo a la familia. La palabra empleada en el evangelio original era “agape” que en griego se refiere a la acción deliberada de desear el bien a otra persona, independiente de la atracción, los lazos familiares o lo bien o mal que me caiga. Ese es el amor del evangelio. Y ese amor si podemos controlarlo y si nos pueden pedir que lo llevemos a cabo como un mandamiento divino.

Llama la atención que Jesús corrige lo expresado en el antiguo testamento cuando expresa “Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos …” Aquí es necesario tener en cuenta que “amar al prójimo” es parte de la ley (Levítico 19,18) y “odiar al enemigo” es una norma que era muy practicada pero que no está escrita como legal. Cabe hacer notar que esta práctica en la historia de Israel también se sustenta en que lo que no es de Israel podía ser enemigo y que ellos son el pueblo elegido por Dios. Con Jesús todo se amplía y Dios hace salir el sol sobre buenos y malos y el evangelio es para todas las naciones y en la cruz puso en práctica esta recomendación pidiendo al Padre que perdonara a quienes lo estaban crucificando porque no saben lo que hacen.

Finalmente, Jesús nos recuerda que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, por lo que nos exhorta a imitarle: “sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo”. Por cierto, que la perfección es solo atribuible a la divinidad, pero allí está nuestro modelo a seguir. Nos invita a ir superando nuestras imperfecciones y en la medida que lo vamos logrando, vamos acercándonos a la santidad que quiere Dios en nosotros.

Revisando nuestra historia personal y tomando en cuenta la definición de amor-agape, ¿lo hemos logrado? … ¿Cuándo si? … ¿Cuándo no? …

·        Busquemos un caso en que alguien que nos ha causado daño, “un enemigo”. Es natural que no sintamos amor-filia por esa persona, pero … ¿le deseamos mal? … ¿queremos su destrucción? …

·        En base a esto reconstruyamos nuestra historia de pecado y pidamos perdón a Dios por lo que nos cuesta llegar a la perfección a que nos invita

·        Le damos gracias por el regalo de tenerlo presente en nosotros para amar-agape incluso a nuestros enemigos.

Coloquio. 

Con todo lo reflexionado en este capítulo le expresamos al Señor lo que sentimos ante su proyecto de vida y como que queremos conocerle más para seguirle mejor. 

Examen de la oración

Para compartir grupal
En el grupo podríamos responder a las siguientes preguntas