Getsemaní
Incertidumbre y miedo

Oración Inicial.
Señor, en respuesta a tu infinito amor, te ofrezco este momento de oración. Que todo lo que reflexione, decida y planifique, esté solamente orientado a unirme a Ti y a vivir contigo, amando, perdonando y sirviendo en tu nombre. Que así sea.

Gracia a pedir.
Pedimos la gracia de que podamos sentir lo que Jesús sintió en el inicio de su Pasión.  

Texto. Marcos 14,32-36

Llegaron a una propiedad llamada Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos: 'Quédense aquí, mientras yo voy a orar'.

Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir temor y a angustiarse. Entonces les dijo: 'Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí velando'.

Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, de ser posible, no tuviera que pasar por esa hora. Y decía: 'Abba -Padre- todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya'.


Contemplación

Con la imaginación nos trasladamos a la noche de ese jueves antes de Pascua en Jerusalén. Hay luna llena. El cielo está despejado. Se ven las estrellas, aunque algunas nubes a ratos ocultan la luna y la oscuridad se hace más intensa. Luego vuelve a brillar. Probablemente sea similar a lo que le ocurre a Jesús esta noche de luces y sombras.

Lo vemos entrando al huerto de los olivos: Getsemaní. El grupo de discípulos más cercano le sigue de cerca. Vienen en silencio. Cada cierto rato entonan salmos de alabanza tradicionales de las fiestas de Pascua. Vemos a Jesús que se adelanta con tres de sus apóstoles y se dirige solo a un lugar donde comienza a hacer oración.

Está muy turbado, se estremece. Lo vemos dirigir la mirada hacia el cielo, como buscando algo. Lo inunda la incertidumbre, tiene un mal presentimiento. Sabe que lo pasará mal. Todo el camino que está recorrriendo lo conducen a un desenlace muy doloroso que, por cierto, quiere evitar.

Siente una angustia infinita. … ¿qué hacer?  … Es tiempo aún de escapar, de confundirse entre la muchedumbre que inunda Jerusalén en esta fecha y volver a Betania y de allí a Galilea. Podría salvarse de todo lo que se viene. Jesús sufre incertidumbre y miedo.

No sabe cómo se desarrollarán los acontecimientos si lo apresan, pero lo más probable es que lleguen a crucificarle. ¿Y todo el proyecto se acabaría? ¿Lo continuarían sus apóstoles? ¿Están preparados?

El sufrimiento es inmenso. Vemos como su túnica se comienza a teñir de rojo. Está sudando sangre. De pronto escuchamos que se dirige al Padre. “No quiero … No … no lo quiero … Este es un trago muy amargo … Aparta de mi este cáliz … Y se queda en silencio … repite lo mismo, su voz está entrecortada por un llanto que sale del alma y por su temblor. Pasa un rato largo … comienza a calmarse … cierra los ojos … baja la cabeza … deja de temblar … sentimos su respiración … levanta la cabeza con una mirada nueva … es de profunda resignación … Probablemente replica en su memoria partes del salmo 118 que venían cantando:

En el peligro invoqué al Señor, y él me escuchó dándome un alivio.  El Señor está conmigo: no temeré; ¿qué podrán hacerme los hombres?

Lo escuchamos decir con voz serena y pausada … “Que no se haga mi voluntad … sino la tuya, Padre”.

Guarda silencio, baja la mirada y se queda un buen rato así … Nosotros le acompañamos repitiendo “que no se haga mi voluntad … sino la tuya, Padre”

Reflexión.

Pensamos en nuestras incertidumbres, en nuestros miedos y repetimos “que no se haga mi voluntad … sino la tuya, Padre”

Recorramos nuestro pasado. Recordemos cuando hemos tenido dudas sobre lo que podemos hacer o dejar de hacer. Nuestras incertidumbres del pasado. ¿Cuándo ocurrieron? … ¿De qué se trataba? … Ya fueron … las sufrimos … nos dolieron …

Repasemos nuestros miedos … ¿cuándo nos inundaban los temores? … ¿los miedos a lo que podía ocurrir? … ¿de qué se trataba? … ¿con quienes acontecía?

¿estamos ahora con incertidumbre y miedos? …

“que no se haga mi voluntad … sino la tuya, Padre”

Podemos también recordar el salmo 118 que cantaban los discípulos

En el peligro invoqué al Señor, y él me escuchó dándome un alivio.  El Señor está conmigo: no temeré; ¿qué podrán hacerme los hombres?

¿Qué haría Cristo en mi lugar? … ¿qué hizo Cristo en Getsemaní? … Se abandonó en las manos del Padre.

Coloquio.

Conversamos con Jesús. Le comentamos lo que sentimos al verlo con incertidumbre y miedo. Le contamos las nuestras, las del pasado y las de hoy. Le pedimos ayuda para poder abandonarnos también nosotros en las manos del Padre.