Miércoles 15 de febrero de 2023. Santa Jovita

Marcos 8. 22-26. 

El ciego quedó sano, y veía con toda claridad

22 Cuando llegaron a Betsaida, le trajeron a un ciego y le rogaban que lo tocara. 23 Él tomó al ciego de la mano y lo condujo a las afueras del pueblo. Después de ponerle saliva en los ojos e imponerle las manos, Jesús le preguntó: "¿Ves algo?". 24 El ciego, que comenzaba a ver, le respondió: "Veo hombres, como si fueran árboles que caminan". 25 Jesús le puso nuevamente las manos sobre los ojos, y el hombre recuperó la vista. Así quedó curado y veía todo con claridad. 26 Jesús lo mandó a su casa, diciéndole: "Ni siquiera entres en el pueblo". 

Reflexión.

Recordemos nuestra vida de fe. … ¿En algún momento fuimos como el ciego? … ¿Hemos pasado por cegueras que no nos permiten percibir al Señor y toda la maravilla de su Creación? … Recordemos cuando Jesús ha intervenido en nuestra vida … No siempre fue inmediato, muchas veces fue paulatino… de a poco … a fuego lento … recordemos esos procesos … ¿Quiénes nos ayudaron a recuperar la visión? … ¿Quiénes nos acompañaron en esos procesos para ver, sentir y luego seguir al Señor en nuestra vida? … Finalmente Jesús nos pide que volvamos a lo nuestro, a nuestra casa, pero transformados. ¿Hemos podido aplicar en nuestra vida esta capacidad nueva de ver? … ¿Hemos podido dar testimonio de ello a otros? … ¿hemos podido contar esta Buena Noticia?

Coloquio.

Señor, te damos gracias porque como al ciego de Betsaida a nosotros también nos has vuelto la capacidad de ver las maravillas del Reino que muchas veces no percibimos por nuestras cegueras producto del egoísmo, del individualismo, los rencores y la poca capacidad de perdonar a quienes nos han causado daño personal o socialmente. Contigo, empezamos a percibir la luz y a ver con otros ojos a nuestros hermanos y hermanas, comprendiendo y anhelando ayudarles y amarles. Gracias, Señor, por devolvernos la solidaridad que perdemos con frecuencia. Gracias porque recuperando la vista del alma, vemos todo distinto y desaparecen las penumbras de los rencores y las angustias. Recuperamos la vista viendo ahora todo con claridad, sin envidias y odiosidades. Gracias, Señor.