El arresto
Desilusión y traición

Oración Inicial.
Señor, en respuesta a tu infinito amor, te ofrezco este momento de oración. Que todo lo que reflexione, decida y planifique, esté solamente orientado a unirme a Ti y a vivir contigo, amando, perdonando y sirviendo en tu nombre. Que así sea.

Gracia a pedir.
Pedimos la gracia de poder identificar cuando hemos tenido sentimientos de desilusión y traición con el objeto de iniciar procesos de sanación de ellos.  

Texto Lucas 22,45-48

Después de orar se levantó, fue hacia donde estaban sus discípulos y los encontró adormecidos por la tristeza. Jesús les dijo: '¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren para no caer en la tentación'.

Todavía estaba hablando, cuando llegó una multitud encabezada por el que se llamaba Judas, uno de los Doce. Este se acercó a Jesús para besarlo.

Jesús le dijo: 'Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?.

Contemplación

Nos encontramos allí, en el huerto de los olivos. Vemos desde lejos que Jesús vuelve a encontrarse con los tres apóstoles que le había pedido le acompañaran en su oración y estos se habían quedado dormidos. Que desilusión debe haber sentido. Les había pedido que oren, que dejen que el Padre les ilumine y les anime, sino todas las debilidades humanas caerían en manos del tentador. Se llenarían de miedo, arrancarían, no sabrían que hacer. Les despierta y vuelve a orar. Tres veces ocurre lo mismo. Jesús, cada vez que vuelve de orar se le nota más sereno. Algo le va transformando. No hay desesperación, se ha pasado el miedo, camina erguido, con una dignidad y una entereza que no tenía antes de orar tan profundamente.

Es allí cuando se siente a lo lejos voces y se divisa el resplandor de algunas antorchas. Cada vez es más cercano el vocerío, se nota que son muchos los que vienen. Jesús se dirige a todos nosotros y nos dice.

Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores.  ¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar'

Con temor nos ponemos de pie. ¿No será mejor huir? … son muchos los que se acercan. ¿Los vamos a enfrentar? … La otra posibilidad se entiende poco. ¿El plan de Jesús será entregarse?

Finalmente llegan hasta nosotros un grupo compuesto por mucha gente, venían con espadas y palos. Algunos con antorchas. De lo que comentaban se deduce que venían enviados por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos del Sanedrín.

Entre ellos divisamos a Judas que algo habla con el que parecía liderar el grupo. Luego se adelanta y se acerca a Jesús y le saluda diciéndole “Maestro” y le da un beso en la mejilla.

Jesús le queda mirando fijamente … Otra desilusión. Los otros no habían podido orar como les había pedido y Judas, en quien había confiado el manejo de las finanzas, ahora le traicionaba entregándole a esa muchedumbre.

¿Qué sentiría Jesús? … Probablemente pensaba: “En estas manos voy a dejar el proyecto de anunciar el Reino. … Unos no son capaces de orar en los momentos difíciles y este me entrega para que me apresen. … Que desilusión, que vil traición.”  Por su mente deben haber pasado tantas imágenes de su relación con Judas, desde que le conoció hasta cuando salió del cenáculo en la mitad de la cena para ir a traicionarlo.

Jesús podría haberle enrostrado ahora con fuerza aquello, pero allí estaba, sereno, mirando de frente a Judas que queda perplejo. Escuchamos que le dice con una voz que más que de reproche era de pena por lo que Judas estaba haciendo: “Judas, ¿con un beso me entregas?”

Vemos la turbación de Judas, agacha la cabeza y sin responder, se da media vuelta y se pierde en medio de la multitud. Está desesperado. Probablemente comienza a sentir el peso de lo que acaba de hacer. Ha comenzado en él la amargura de reconocer que su acto ha sido de traición.

Y los que venían armados con palos y espadas toman a Jesús, le atan las manos y se lo llevan. Observamos a la multitud ahora perderse entre los olivares llevándose a Jesús como un reo. Nos damos vuelta para ver que hacían los discípulos y … no están. Todos han huido, muertos de miedo de que también les tomaran prisioneros.

¿Qué iría pensando Jesús mientras caminaba en medio de esa muchedumbre? … ¿Qué iría sintiendo? …

Probablemente más que pensar en él, su mente y su corazón estaba en los discípulos: “Estaban cansados, por eso se quedaron dormidos. … Desilusionante, claro, pero entendible. … Ha sido una larga jornada. … Qué bueno que alcanzaron a escapar, no están preparados todavía para el sacrificio. … Son buena gente, era importante que no los apresaran.” …  La desilusión se disipaba con la compasión, con ponerse en su lugar y aceptar en paz la forma de actuar, entendiendo su fragilidad.

Pensando en Judas, la rabia de sentirse traicionado se iba disipando si más que traición fuera que en realidad Judas se había equivocado como muchos se han equivocado y se seguirán equivocando. Comenzó a pensar en él y sentir compasión por el momento amargo que debe estar viviendo. Jesús le había perdonado, pero no tenía forma de comunicárselo. “Si hubiera alguna forma de sacarle el peso de la culpa, ¿cómo le puedo dar a entender que lo he perdonado” debe haber pensado en esos momentos. Pero eso no fue posible. Judas no volvió a encontrarse con Jesús. Nunca supo ni sintió su perdón y desesperado terminó suicidándose.

Jesús siguió caminando con sus captores, tironeado, insultado. El mantenía un permanente silencio. Muchas cosas pasaban por su mente. ¿Qué ocurriría ahora? … Lo que viene será terrible, pero más que en eso, su corazón seguía con sus discípulos aceptando su obrar tan frágil y desilusionante y perdonando la traición de Judas, aunque él nunca lo sintiera.

Reflexión.

Recorramos nuestra historia personal, pasada y presente. Llevemos nuestra memoria a quienes hemos sentido que nos han defraudado. ¿quiénes, luego de haberles confiado algo, actuaron sin seguir nuestras indicaciones? … ¿cuándo fue? … ¿Qué les dijimos? … ¿o guardamos silencio y todavía llevamos esa espina que clava y duele?  

Jesús logró aceptar la actitud de los discípulos, incluso justificándolos … Y nosotros … ¿hemos superado esas desilusiones? … Nos quedamos un rato en silencio, recordando … tratando de imitar a Jesús para que con su ejemplo también nosotros volvamos a mirar con amor a quienes nos han desilusionado. Aunque objetivamente nos siga defraudando sus actuar, pero aplicando el corazón compasivo de Jesús, superar la desilusión y con eso ganar también nosotros la paz de una historia pasada y sanada.

Un poco más difícil que las desilusiones es recordar a quienes nos han traicionado. Estas personas también nos provocan desilusión, pero aquí hemos sufrido a consecuencia de su actuar. Es un grado más. Traigamos con cuidado sus nombres a nuestra oración. Respiremos profundamente antes de hacerlo, varias veces y luego como si fuera un objeto delicado los ponemos en nuestra oración.

Le pedimos a Jesús nos ayude para que de la misma forma en que perdonó a Judas, nosotros también podamos ir transformando la rabia de su traición y sentir que se equivocaron, que decidieron mal, como muchos se han equivocado tantas veces …

Nos quedamos en silencio, atendiendo a nuestra respiración. Repitiendo el nombre de Jesús en cada respiración y vamos de a poco impregnándonos del sentir de Jesús, … para perdonar, … de a poco, … lenta pero progresivamente a quienes nos han traicionado. … La señal de que lo estamos logrando es que vamos llenándonos de a poco de una paz que nos permite avanzar aún con aquellos que nos han causado daño con su traición. … Y nos quedamos allí en paz … repitiendo suavemente: …  Jesús, … Jesús, … Jesús,  … junto con nuestra respiración.

Coloquio.

Conversamos con Jesús sobre los procesos de sanación que hemos vivido en esta oración con quienes nos han desilusionado y quienes nos han traicionado en la vida.