Reflexión.

Traigamos a nuestra memoria algún niño(a) cercano a nosotros ... hijo ... hermano  ... sobrino ... nieto ... amigo ... Contemplemos su rostro, ... sus gestos ... su vida pequeñita.  ¿Qué sentimientos nos provoca?  ¿Qué tiene ese niño(a) que nos provoca ese sentimiento?    Nos imaginamos ante nuestro Padre Dios ... El contemplándonos ... ¿Qué necesitamos cambiar para ser como ese niño(a)? ... ¿Qué tienen los niños que nosotros debamos copiar?  Nos quedamos un rato regaloneando con el Padre Dios ... nosotros, … como niños con su Padre.   Gracias Señor.

Coloquio.

Señor, queremos tener la inocencia y el corazón puro como los niños. Queremos confiar en nuestros seres queridos, como los niños. Queremos creer en ti incondicionalmente como los niños. En lugar de despreciarlos, ayúdanos a aprender de los niños para lograr de ti esa opción preferencial que tienes por ellos que hace que cualquiera de los niños que se pierda actúes como el Buen Pastor que es capaz de dejar a los noventa y nueve y seguir a la que necesita de cuidado especial.