Jueves 23 de mayo de 2024. Juan Bautista Rossi

Marcos 9,41-50

Que vivan en paz unos con otros

41 Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo.42 Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar. 43 Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos a la Gehena, al fuego inextinguible.

45 Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies a la Gehena.

47 Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos a la Gehena, 48 donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. 

49 Porque cada uno será salado por el fuego. 50 La sal es una cosa excelente, pero si se vuelve insípida, ¿con qué la volverán a salar? Que haya sal en ustedes mismos y vivan en paz unos con otros'


Reflexión.

Recordemos en nuestra vida cuando, nuestros actos pueden haber sido escandalosos, incongruentes, ambiguos con respecto a los valores cristianos que decimos profesar y con ello provocar a quienes tienen fe. Recordemos cuando hemos pecado con nuestras manos que fueron creadas para acariciar, ayudar y construir y las hemos empuñado para agredir o utilizado para ofender. Recordemos también cuando nuestros pies que nos fueron proporcionados para avanzar en los senderos de la ayuda y el amor, los hemos utilizados para hacer zancadillas a otros impidiéndoles su avance o bien conducirnos hacia el pecado que después nos avergüenza. También recordemos cuando nuestra mirada creada para admirar la obra de Dios y orientarnos hacia el bien, la hemos usado para expresar reproche o introducirnos indiscretamente en la vida de otros. Traigamos a nuestra oración nuestra vida entera, destinada a darle sabor a la vida de los otros y que por estar insípida no es capaz de contagiar felicidad y paz en nuestro entorno.

Coloquio.

Ayúdanos, Señor para que nuestros actos no escandalicen, sino que sean un ejemplo de verdadera santidad, que usemos nuestras manos para acariciar, multiplicando con ello el amor que tu nos regalas. Que nuestros pasos nos conduzcan siempre a servir, amar y perdonar sin impedir el avance hacia ti de nuestros(as) hermanos(as). Que nuestra mirada sea el reflejo de nuestra alma unida a ti, que con ella puedan reconocerte siempre presente en nuestra vida. Finalmente, ayúdanos a que como la sal podamos contagiar a otros proporcionándoles el sabor de la vida plena que tu nos inspiras. Amén