Dios promete cielos nuevos y tierra nueva llenos de alegría
Texto original (El Libro del Pueblo de Dios):
17 Porque yo voy a crear cielos nuevos y una tierra nueva: lo pasado no será recordado ni vendrá más a la memoria.
18 Ustedes se alegrarán y gozarán para siempre por lo que yo voy a crear: porque voy a crear a Jerusalén para el gozo, y a su pueblo para la alegría.
19 Yo gozaré por Jerusalén y me alegraré por mi pueblo: ya no se oirán en ella gemidos ni llantos.
20 Ya no habrá allí niños que vivan pocos días ni ancianos que no completen sus años: morir a los cien años será morir joven, y no llegar a los cien será una maldición.
21 Construirán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán sus frutos.
Contexto:
Este pasaje pertenece a la última parte del libro de Isaías (capítulos 56-66), a menudo llamada "Tercer Isaías". Fue escrito probablemente después del regreso del exilio en Babilonia. La comunidad judía que había vuelto a Jerusalén se encontraba con muchas dificultades: la ciudad estaba en ruinas, había pobreza, divisiones internas y la restauración prometida parecía tardar o no cumplirse del todo. Había desánimo y quizás dudas sobre las promesas de Dios. En medio de esta situación de desaliento y de pecado dentro de la propia comunidad (que el profeta denuncia en otros pasajes cercanos), Dios responde con esta visión radicalmente esperanzadora. No es solo una promesa de mejora, sino de una creación totalmente nueva.
Breve explicación para hoy:
Dios nos habla aquí de una transformación total y definitiva. No se trata solo de "arreglar" un poco las cosas, sino de crear algo completamente nuevo: "cielos nuevos y tierra nueva". Esta nueva realidad será tan maravillosa que las tristezas y sufrimientos del pasado quedarán completamente olvidados, como si nunca hubieran existido.
La característica principal de este nuevo mundo será la alegría: la alegría de Dios en su pueblo y la alegría del pueblo en Dios y en su creación. Desaparecerán las causas del llanto: la muerte prematura (los niños vivirán, los ancianos completarán sus vidas, ¡vivir cien años será lo normal!), la injusticia y la inseguridad (la gente construirá sus casas y vivirá en ellas, plantará viñedos y disfrutará de sus frutos, sin miedo a que se los quiten o a ser expulsados).
Para nosotros hoy, este texto es una fuente de esperanza inmensa. Aunque vivamos en un mundo con sufrimiento, injusticia y dolor, Dios nos asegura que este no es el final. Su plan último es un futuro de plenitud, paz y gozo absolutos. Esta promesa no es una excusa para desentendernos del presente, sino un motor que nos impulsa a vivir ya ahora buscando esa justicia, esa paz y esa alegría, sabiendo hacia dónde caminamos. Desde la espiritualidad ignaciana, podemos "componer lugar", imaginar vivamente esta nueva creación, sentir la alegría de Dios y pedir la gracia de desear ardientemente este futuro prometido y de trabajar por él en nuestro día a día.
Tema central: La promesa escatológica (final, definitiva) de Dios de una nueva creación radical, donde reinarán la alegría perpetua, la paz, la justicia, la vida plena y la armonía, superando todo sufrimiento y memoria del pasado doloroso.
Preguntas para la reflexión personal:
Ante las dificultades y dolores del presente (personales o del mundo), ¿cómo resuena en mí esta promesa de Dios de "cielos nuevos y tierra nueva"? ¿Me ayuda a mantener la esperanza?
¿Qué "cosas pasadas" (heridas, rencores, tristezas) necesito poner en manos de Dios para que Él, con la esperanza de esta nueva creación, me ayude a que ya no dominen mi memoria ni mi presente?
¿Cómo puedo cultivar en mi vida diaria pequeños signos de esa alegría, paz y justicia que Dios promete para el futuro (por ejemplo, en mis relaciones, en mi trabajo, en mi comunidad)?
La promesa dice que "construirán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán sus frutos". ¿Qué me dice esto sobre el valor que Dios da al trabajo humano digno y a la seguridad básica para todos? ¿Cómo me interpela respecto a las situaciones de injusticia que veo a mi alrededor?
¿De qué manera la visión de Dios alegrándose por su pueblo ("Yo gozaré por Jerusalén...") cambia mi imagen de Dios y mi forma de relacionarme con Él?
Oración:
Señor, Dios Creador, te damos gracias por la promesa luminosa de cielos nuevos y una tierra nueva. Ante las sombras y dolores de nuestro mundo y de nuestras vidas, esta palabra tuya es un faro de esperanza. Infunde en nosotros la certeza de que Tú estás preparando un futuro de alegría plena, donde el llanto y el sufrimiento no tendrán lugar. Ayúdanos a no quedar atrapados en el pasado, sino a vivir con el corazón anhelante de esa nueva creación. Danos fuerza y creatividad para construir ya, en nuestro presente, signos de esa paz, esa justicia y esa vida digna que Tú deseas para todos tus hijos e hijas. Que tu Espíritu nos llene de tu misma alegría al vernos caminar juntos hacia ese hogar definitivo que nos preparas. Amén.