Salmo 122(121),1-5
"Alegría al Ir a la Casa del Señor: Jerusalén, Ciudad de Paz y Unidad"
“1 Canto de las subidas. ¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la Casa del Señor»! 2 Nuestros pies ya están pisando tus umbrales, Jerusalén: 3 Jerusalén, construida como ciudad bien compacta y armoniosa. 4 Allí suben las tribus, las tribus del Señor –según la costumbre de Israel– para celebrar el Nombre del Señor. 5 Porque allí está el trono de la justicia, el trono de la casa de David.”
Contexto
El Salmo 122, uno de los "Cánticos de las subidas", es la oración de un peregrino que expresa su gozo al llegar a Jerusalén. No es solo un viaje turístico, sino un acto de fe que reafirma su identidad como miembro del pueblo de Israel. El salmo celebra a Jerusalén no solo como un lugar geográfico, sino como el centro espiritual, social y político que une a todas las tribus dispersas en una sola familia.
Tema Central
El tema central es la alegría profunda que brota de la pertenencia a la comunidad de fe, simbolizada por la peregrinación a Jerusalén. Se celebra a la ciudad santa como el lugar de la unidad ("ciudad bien compacta", "allí suben las tribus"), de la alabanza comunitaria ("para celebrar el Nombre del Señor") y de la justicia ("allí está el trono de la justicia").
Aplicación a nuestra actualidad
Este salmo nos enseña el valor y la alegría de la vida comunitaria en la fe, que para nosotros se centra en la Iglesia, la nueva Jerusalén.
La Alegría de la Convocatoria: "¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la Casa del Señor»!". La llamada a reunirse como comunidad no debe ser vista como una obligación pesada, sino como una invitación a la alegría. Es el gozo de saber que no vivimos nuestra fe solos, sino que formamos parte de una familia que se reúne para encontrarse con su Señor.
Pertenencia y Hogar: "Nuestros pies ya están pisando tus umbrales, Jerusalén...". Pisar los umbrales de la iglesia, de nuestro lugar de reunión, es un acto simbólico de "llegar a casa". La comunidad de fe debe ser ese espacio donde nos sentimos acogidos, donde pertenecemos, donde podemos descansar de nuestra peregrinación por el mundo.
La Iglesia como Lugar de Unidad: "Jerusalén, construida como ciudad bien compacta y armoniosa. Allí suben las tribus...". La Iglesia está llamada a ser este lugar de unidad, donde personas de diferentes "tribus" (orígenes, sensibilidades, culturas) se reúnen como un solo pueblo. La unidad en la diversidad es un testimonio poderoso en un mundo fragmentado.
Centro de Alabanza: El propósito de reunirse es "celebrar el Nombre del Señor". La liturgia, especialmente la Eucaristía, es el corazón de la vida comunitaria, donde juntos ofrecemos nuestra alabanza a Dios.
Fuente de Justicia: "Porque allí está el trono de la justicia...". Jerusalén era el lugar del rey justo. La Iglesia también está llamada a ser un faro de justicia en el mundo. Nuestra alabanza a Dios debe estar conectada con un compromiso real por la justicia, la defensa de los débiles y la promoción de la rectitud, siguiendo el ejemplo de nuestro Rey, Jesucristo.
Este salmo es un antídoto contra el individualismo religioso. Nos invita a redescubrir la belleza y la necesidad de la comunidad, a alegrarnos por la llamada a reunirnos, a trabajar por la unidad, y a hacer de nuestras comunidades lugares vibrantes de alabanza y de compromiso con la justicia.
Preguntas para la reflexión
¿Siento yo la "alegría" cuando me invitan a "ir a la Casa del Señor", a participar en mi comunidad? ¿O lo veo como una carga?
¿Es mi comunidad de fe un lugar donde me siento "en casa", o me siento como un extraño? ¿Cómo puedo yo contribuir a que sea un lugar más acogedor y "armonioso"?
¿De qué manera puedo yo ayudar a que mi parroquia o grupo de fe sea un verdadero centro de unidad para las diversas "tribus" que la componen?
¿Mi participación en la liturgia me lleva a un compromiso más profundo con la "justicia" en mi vida diaria?
¿Qué paso concreto puedo dar para valorar más y participar más activamente en la vida de mi comunidad, la nueva Jerusalén?
Oración
Señor, ¡qué alegría cuando nos invitan a tu Casa! Permítenos entrar en tus umbrales, Iglesia santa, con un corazón gozoso. Haz de tu Iglesia una ciudad unida y armoniosa, donde todas las tribus de la tierra suban para celebrar tu Nombre. Que en ella encontremos siempre el trono de tu justicia y la fuente de tu paz. Amén.