Salmo 68(67), 2-4a, 6-7, 20-21
"¡Que se Levante Dios! Alabanza al Padre de Huérfanos y Dios de Salvación"
“2 ¡Que Dios se levante y se dispersen sus enemigos, que los que lo odian huyan delante de él! 3 ¡Que se disipen como el humo, como se derrite la cera ante el fuego! ¡Así perecerán los malvados delante de Dios! 4a Pero los justos se alegrarán y se regocijarán delante de Dios... 6 Él es padre de los huérfanos y defensor de las viudas, el Dios que habita en su Templo santo. 7 El Dios que da un hogar a los abandonados y conduce a los cautivos a la prosperidad... 20 ¡Bendito sea el Señor! Día tras día nos ayuda, Dios es nuestra salvación. 21 Nuestro Dios es un Dios que salva, el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.”
Contexto
El Salmo 68 es un himno antiguo y vigoroso que celebra a Dios como un guerrero triunfante que lidera a su pueblo. La primera parte, de donde se toman los versículos 2-4, evoca la antigua fórmula que se usaba cuando el Arca de la Alianza se ponía en marcha en el desierto, simbolizando la presencia de Dios que avanza y pone en fuga a sus enemigos. La segunda parte describe el carácter de este Dios poderoso, revelando su compasión por los más débiles. La sección final es una doxología que resume la experiencia de la salvación continua de Dios.
Tema Central
El tema central es la celebración del poder de Dios, que se manifiesta de dos maneras: primero, en su victoria sobre el mal y la oposición (los "enemigos"), lo que provoca la alegría de los justos; y segundo, en su cuidado compasivo por los más vulnerables y desamparados (huérfanos, viudas, abandonados, cautivos). Esta experiencia de un Dios poderoso y a la vez tierno, que salva "día tras día" e incluso "nos hace escapar de la muerte", conduce a una alabanza agradecida ("¡Bendito sea el Señor!").
Aplicación a nuestra actualidad
Este salmo, con sus imágenes fuertes, nos ofrece una oración de confianza y un retrato del corazón de Dios:
Orar por la Victoria de Dios sobre el Mal: "¡Que Dios se levante y se dispersen sus enemigos!". Esta es una oración de combate espiritual. Cuando nos enfrentamos a las fuerzas del mal en el mundo (injusticia, violencia, corrupción) o en nuestra propia vida (tentaciones, desesperanza), podemos invocar a Dios con esta confianza, pidiéndole que manifieste su poder y disperse la oscuridad.
La Alegría de los Justos: La victoria de Dios no es motivo de temor para quienes están de su lado, sino de inmensa alegría. "Los justos se alegrarán y se regocijarán...". La santidad y la justicia de Dios son la fuente de la verdadera alegría para el creyente.
El Poder de Dios al Servicio de la Compasión: Es crucial que el salmo una la imagen del Dios guerrero con la del "padre de los huérfanos y defensor de las viudas". El poder de Dios no es un poder opresor, sino un poder que se pone al servicio de los que no tienen poder. Su fuerza se manifiesta en su justicia para con los más débiles. Esto nos enseña que el verdadero poder, a los ojos de Dios, es el que se usa para defender y levantar a los vulnerables.
La Salvación Diaria de Dios: "¡Bendito sea el Señor! Día tras día nos ayuda, Dios es nuestra salvación". La salvación no es solo un evento lejano (el fin de los tiempos) o pasado (el Éxodo/la Cruz). Es una realidad cotidiana. Cada día, de múltiples maneras, Dios nos "ayuda", nos sostiene, nos salva de pequeños y grandes peligros. Es una llamada a cultivar una gratitud diaria por la providencia constante de Dios.
El Dios que Vence a la Muerte: "Nuestro Dios es un Dios que salva, el Señor Dios nos hace escapar de la muerte". Esta es la máxima proclamación de su poder. Para los cristianos, esta verdad se ha manifestado plenamente en la resurrección de Jesucristo. Tenemos un Dios que no solo nos ayuda en la vida, sino que ha vencido a nuestro último enemigo, la muerte. Esta es la fuente de nuestra esperanza más radical.
Este salmo nos invita a una fe robusta y comprometida. Nos anima a invocar el poder de Dios contra el mal, a alegrarnos en su justicia, a imitar su compasión por los desamparados, y a vivir en una gratitud diaria por su salvación, que nos acompaña cada día y nos abre las puertas a la vida eterna.
Preguntas para la reflexión
¿En qué situaciones de mi vida o del mundo necesito hoy clamar con fe: "¡Que Dios se levante y se dispersen sus enemigos!"?
¿Mi alegría como creyente está conectada con la manifestación de la justicia de Dios en el mundo?
¿De qué manera puedo yo, en mi pequeño ámbito, reflejar el carácter de Dios como "padre de los huérfanos y defensor de las viudas"?
¿Soy consciente de la "ayuda" que Dios me presta "día tras día"? ¿Le doy gracias por ello?
¿Cómo me fortalece y me da esperanza, frente a la fragilidad de la vida, la certeza de que nuestro Dios es "un Dios que salva" y "nos hace escapar de la muerte"?
Oración
¡Levántate, oh Dios, y que se dispersen tus enemigos! Que tu presencia disipe toda maldad. Que los justos nos alegremos y regocijemos delante de Ti. Te bendecimos, Padre de los huérfanos y defensor de las viudas, Dios que das un hogar a los abandonados. Gracias porque día tras día nos ayudas y eres nuestra salvación. Tú eres el Dios que salva y nos hace escapar de la muerte. ¡Bendito seas por siempre! Amén.