Salmo 81(80), 12-17
"El Lamento de Dios: Si mi Pueblo me Escuchara..."
“12 Pero mi pueblo no oyó mi voz, Israel no me quiso obedecer. 13 Los entregué a la dureza de su corazón, para que caminaran según sus caprichos. 14 ¡Ah, si mi pueblo me escuchara, si Israel siguiera mis caminos! 15 En un instante, yo humillaría a sus enemigos y volvería mi mano contra sus adversarios. 16 Los que odian al Señor lo adularían, y su espanto duraría para siempre; 17 a mi pueblo, yo lo alimentaría con la flor del trigo y lo saciaría con la miel de la roca».”
Contexto
Este pasaje es la continuación del oráculo profético que Dios pronuncia en el Salmo 81. Después de recordar su acto liberador de Egipto y de exhortar a su pueblo a una lealtad exclusiva ("No tengas ningún dios extraño... ¡Abre tu boca y yo la llenaré!"), Dios ahora expresa su lamento por la desobediencia y la infidelidad de Israel. Contrapone la triste realidad de la rebelión del pueblo con la maravillosa alternativa de bendición, victoria y provisión abundante que habrían experimentado si tan solo hubieran escuchado y obedecido.
Tema Central
El tema central es el lamento de Dios por la desobediencia de su pueblo, que, al seguir sus propios caprichos, se ha privado de las bendiciones que Él anhelaba darles. Se presenta un cuadro hipotético ("¡Ah, si mi pueblo me escuchara...!") que revela el deseo profundo de Dios de proteger a su pueblo de sus enemigos y de sustentarlo con los mejores dones ("la flor del trigo", "la miel de la roca"). La infidelidad del pueblo es la causa de su propia desgracia.
Aplicación a nuestra actualidad
Las palabras de Dios en este salmo, cargadas de un anhelo casi doloroso, son una poderosa interpelación para nosotros hoy:
La Tragedia de la Desobediencia: "Pero mi pueblo no oyó mi voz, Israel no me quiso obedecer". La raíz del sufrimiento espiritual es a menudo la negativa a escuchar la voz de Dios y a seguir sus caminos. Esta desobediencia no es un simple incumplimiento de reglas, sino el rechazo de una relación de amor y confianza.
Abandonados a Nuestros Propios Caprichos: "Los entregué a la dureza de su corazón, para que caminaran según sus caprichos". Esta es una de las consecuencias más terribles del pecado. Cuando rechazamos persistentemente la guía de Dios, Él, respetando nuestra libertad, nos puede "entregar" a las consecuencias de nuestras propias malas decisiones. Seguir nuestros "caprichos" en lugar de la sabiduría de Dios es un camino hacia la frustración y la infelicidad.
El Anhelo de Dios: "¡Ah, si mi pueblo me escuchara, si Israel siguiera mis caminos!". Este "Ah" es un suspiro de amor, un lamento divino. Dios no se complace en nuestro extravío; anhela apasionadamente nuestro bien. Desea que escojamos el camino de la vida y la bendición que Él nos ofrece. Nos revela un Dios con un corazón que puede ser "entristecido" por nuestra infidelidad.
Las Bendiciones de la Obediencia: La vida de obediencia a Dios no es una vida de represión, sino de plenitud. Dios promete a los que le escuchan: victoria sobre los "enemigos" (las fuerzas del mal, las tentaciones, las dificultades) y un sustento de la mejor calidad ("la flor del trigo", "la miel de la roca"). Esto simboliza la paz, la seguridad y la satisfacción profunda que solo se encuentran en una vida alineada con la voluntad de Dios.
Una Llamada Constante a la Conversión: El lamento de Dios es, en sí mismo, una llamada a la conversión. Al mostrarnos el contraste entre lo que somos cuando nos alejamos de Él y lo que podríamos ser si lo escucháramos, nos está invitando a volver, a reconsiderar nuestras decisiones y a abrir de nuevo nuestros oídos a su voz.
Este pasaje nos confronta con la seriedad de nuestra libertad. Podemos elegir escuchar a Dios y seguir sus caminos, que llevan a la vida y a la bendición, o podemos elegir seguir nuestros propios caprichos, con las consecuencias que ello conlleva. Es una invitación a dejar de entristecer el corazón de Dios y a responder a su anhelo de amor, para que pueda derramar sobre nosotros la abundancia de sus dones.
Preguntas para la reflexión
¿En qué áreas de mi vida estoy "caminando según mis caprichos" en lugar de "escuchar la voz de Dios" y "seguir sus caminos"?
¿Soy consciente de que mi desobediencia o mi indiferencia pueden "entristecer" a Dios, que anhela mi felicidad?
¿Qué "enemigos" o "adversarios" en mi vida (internos o externos) necesito que el Señor "humille" o venza, y estoy dispuesto/a para ello a escuchar su voz y obedecerle?
¿Qué significa para mí ser alimentado con "la flor del trigo" y saciado con "la miel de la roca"? ¿Anhelo la calidad de vida espiritual que Dios ofrece?
¿Qué paso concreto puedo dar hoy para responder al "¡Ah, si me escucharas...!" de Dios, abriendo mi corazón a su voluntad y a sus caminos?
Oración
Señor, Dios nuestro, que con amor de Padre te lamentas cuando no escuchamos tu voz y seguimos nuestros propios caprichos. Perdona nuestra dureza de corazón y nuestra desobediencia. Abre nuestros oídos para que escuchemos tu llamado y danos un corazón dócil para seguir tus caminos. Anhelamos las bendiciones que nos tienes preparadas: la victoria sobre nuestros enemigos y el alimento exquisito de tu gracia. Que no te entristezcamos más, sino que te demos la alegría de vernos caminar en tu amor y tu verdad. Amén.