Éxodo 24, 3-8
"La Alianza del Sinaí: El Sello de la Sangre y el Compromiso del Pueblo"
“3 Moisés vino a comunicar al pueblo todas las palabras y prescripciones del Señor, y el pueblo respondió a una sola voz: «Estamos dispuestos a poner en práctica todas las palabras que ha dicho el Señor». 4 Moisés consignó por escrito todas las palabras del Señor. A la mañana siguiente, bien temprano, levantó un altar al pie de la montaña y erigió doce piedras en representación de las doce tribus de Israel. 5 Después designó a un grupo de jóvenes israelitas, y ellos ofrecieron holocaustos e inmolaron terneros al Señor, como sacrificios de comunión. 6 Moisés tomó la mitad de la sangre, la puso en unos recipientes, y la otra mitad la derramó sobre el altar. 7 Luego tomó el libro de la Alianza y lo leyó en presencia del pueblo, que exclamó: «Obedeceremos y haremos todo lo que diga el Señor». 8 Entonces Moisés tomó la sangre y roció con ella al pueblo, diciendo: «Esta es la sangre de la Alianza que ahora el Señor hace con ustedes, según lo establecido en todas estas cláusulas».”
Contexto
Este pasaje describe la ratificación solemne de la Alianza del Sinaí. Se sitúa en el libro del Éxodo, después de que Dios ha entregado a Moisés los Diez Mandamientos y un conjunto de leyes y prescripciones (el "Código de la Alianza", Éxodo 21-23). Ahora, Moisés baja de la montaña y presenta estas palabras de Dios al pueblo. El pasaje describe el ritual formal mediante el cual el pueblo se compromete a esta alianza y Dios, a su vez, los sella como su pueblo.
Tema Central
El tema central es el establecimiento de la Alianza entre Dios y el pueblo de Israel en el Sinaí. Este pacto sagrado se establece a través de varios elementos clave: 1) La proclamación de la Palabra de Dios por parte de Moisés. 2) El compromiso unánime del pueblo de obedecer. 3) La celebración de un sacrificio. 4) El sello de la alianza mediante la aspersión de la sangre, mitad sobre el altar (que representa a Dios) y mitad sobre el pueblo, creando un vínculo de vida y de parentesco entre ambos.
Aplicación a nuestra actualidad (especialmente desde la perspectiva cristiana)
El rito de la Alianza del Sinaí es de una importancia teológica inmensa, ya que prefigura y nos ayuda a comprender la Nueva Alianza sellada por Jesucristo:
La Palabra de Dios como Fundamento: La alianza comienza con la comunicación de la "palabra del Señor". No hay alianza con Dios sin su revelación. Para nosotros, la plenitud de esta Palabra es Jesucristo. Nuestra alianza con Dios se basa en escuchar y acoger su Palabra.
El Compromiso de la Obediencia: "Obedeceremos y haremos todo lo que diga el Señor". El pueblo responde con un compromiso total. Aunque la historia posterior mostrará su fragilidad y su repetida desobediencia, este momento inicial de compromiso es fundamental. Nuestra propia respuesta a la alianza con Dios en el bautismo es un compromiso de obedecer y hacer su voluntad, con la ayuda de su gracia.
El Sacrificio que Sella la Alianza: Los holocaustos y los sacrificios de comunión son el centro del rito. Para los cristianos, el único y perfecto sacrificio es el de Jesucristo en la cruz, que inaugura la Nueva Alianza.
La Sangre de la Alianza: "Esta es la sangre de la Alianza...". La sangre, símbolo de la vida, une a Dios y al pueblo en un pacto sagrado. Moisés rocía al altar (Dios) y al pueblo. Estas palabras resuenan directamente en las que pronunció Jesús en la Última Cena: "Esta copa es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por ustedes" (Lucas 22,20). La sangre de Cristo es la que nos sella en una Nueva y Eterna Alianza con Dios, uniéndonos a Él de una manera mucho más profunda.
Un Pueblo Constituido por la Alianza: Es a través de este ritual que las doce tribus se convierten formalmente en el pueblo de la alianza de Dios. De manera similar, es a través del bautismo y la participación en la Eucaristía (el sacramento de la Nueva Alianza) que nosotros somos constituidos como el nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia.
Este pasaje nos invita a reflexionar sobre la profundidad de nuestra propia alianza con Dios. No es un simple acuerdo moral, sino un pacto de vida sellado con la sangre de Cristo. Nos llama a renovar nuestro "sí" a Dios, nuestro compromiso de "obedecer y hacer" su voluntad, y a vivir con gratitud por la Nueva Alianza que nos une a Él y nos hace su pueblo, rociados no con la sangre de animales, sino con la preciosa Sangre de nuestro Redentor.
Preguntas para la reflexión
¿Soy consciente de que, a través de mi bautismo, he entrado en una "Alianza" sagrada con Dios? ¿Cómo vivo el compromiso que esto implica?
Cuando escucho la "palabra del Señor" en la Misa o en mi lectura personal, ¿respondo interiormente con la misma disposición del pueblo: "Obedeceremos y haremos todo lo que diga el Señor"?
¿Qué significa para mí que la Nueva Alianza haya sido sellada "con la sangre" de Jesucristo? ¿Cómo valoro este inmenso don?
Al participar en la Eucaristía y escuchar las palabras de la consagración, ¿soy consciente de que estoy renovando mi participación en la "sangre de la Alianza nueva y eterna"?
¿De qué manera puedo yo hoy vivir como un miembro fiel del pueblo de la Alianza, mostrando con mi vida que he sido "rociado" por la gracia de Cristo?
Oración
Señor Dios, que en el Sinaí sellaste una Alianza con tu pueblo Israel con la sangre de los sacrificios, te damos gracias porque en Jesucristo nos has llamado a una Nueva y Eterna Alianza, sellada no con la sangre de animales, sino con la de tu propio Hijo. Ayúdanos a escuchar siempre tu Palabra y a responder con un "sí" generoso, comprometiéndonos a obedecer y hacer tu voluntad. Que, rociados por la Sangre de Cristo, vivamos como un pueblo santo, unido a Ti para siempre. Amén.