Lucas 14, 25-33
"Calcular el costo de seguir a Jesús"
"25. Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo: 26. «Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. 27. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. 28. ¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? 29. No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, 30. diciendo: ‘Este comenzó a edificar y no pudo terminar’. 31. ¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? 32. Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. 33. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo»."
Contexto
Jesús se dirige decididamente hacia Jerusalén, donde sabe que le espera la cruz. Grandes multitudes lo siguen, probablemente con entusiasmo, pero quizás también con ideas equivocadas sobre lo que significa ser su discípulo. Viendo este fervor popular, Jesús se detiene y se vuelve para hablarles con una claridad radical. No quiere seguidores movidos por la emoción del momento, sino discípulos conscientes y comprometidos. Por eso, les presenta una serie de condiciones exigentes para enfriar cualquier entusiasmo superficial y provocar una decisión meditada.[1]
Tema Central
El tema central es el costo radical e innegociable del discipulado.[1] Seguir a Jesús no es un pasatiempo ni un añadido a nuestra vida, sino una decisión que lo reordena todo. Jesús utiliza tres condiciones fundamentales:
Amarlo por encima de todo: La expresión "no me ame más que a" (en otras traducciones, "aborrecer") es un modismo semítico que no significa odiar, sino establecer un orden de prioridades. El amor a Dios debe ser el absoluto, y todos los demás amores, incluso los más legítimos como la familia y la propia vida, deben estar subordinados a Él.[1]
Cargar la propia cruz: Significa aceptar el sufrimiento, el rechazo y la muerte a uno mismo por causa del Evangelio. Es la disposición a seguir a Jesús hasta las últimas consecuencias.[2]
Renunciar a los bienes: Implica un desapego total de las posesiones materiales, reconociendo que todo le pertenece a Dios y que no podemos servir a dos señores.[1]
Las dos pequeñas parábolas, la del constructor de la torre y la del rey que va a la guerra, ilustran la necesidad de una reflexión seria y prudente antes de asumir este compromiso.[3]
Aplicación a nuestra actualidad
Este evangelio nos sacude y nos impide acomodarnos en una fe "light" o a la carta. Vivimos en una cultura que nos invita a evitar el compromiso y a buscar siempre la opción más cómoda. Jesús, en cambio, nos pide todo. Nos invita a hacer una pausa, tal como lo hicieron el constructor y el rey, y a "calcular los gastos".
Seguir a Jesús hoy puede no implicar un martirio físico, pero sí una serie de muertes cotidianas: morir a nuestro egoísmo, a nuestra necesidad de control, a nuestro deseo de tener siempre la razón, a nuestro afán de acumular. Significa que en nuestras decisiones familiares, profesionales y económicas, el criterio final no puede ser nuestra conveniencia, sino el amor a Cristo y su proyecto. Nos pregunta: ¿Estás dispuesto a que tu fe te cueste algo? ¿Quizás una amistad, una oportunidad de negocio, tu comodidad, tu reputación? Ser discípulo es una aventura apasionante, pero exige una decisión lúcida, valiente y sostenida cada día.
Preguntas para la reflexión
¿Qué afectos o relaciones en mi vida compiten con el primer lugar que solo le corresponde a Dios? ¿Cómo puedo ordenarlos bajo su amor?
¿Cuál es la "cruz" que estoy llamado a cargar en este momento de mi vida? ¿La llevo con resignación o la abrazo como parte de mi seguimiento a Jesús?
Al pensar en "renunciar a todos mis bienes", ¿qué apegos (no solo materiales, sino también de ideas, seguridades o planes) me impiden seguir a Jesús con mayor libertad?
Si tuvieras que "calcular los gastos" de tu fe hoy, ¿estarías dispuesto a pagar el precio de un compromiso más radical con el Evangelio?
Oración
Señor Jesús, que caminas delante de mí y me invitas a seguirte, gracias por tu honestidad y por mostrarme que tu camino es exigente. Dame la lucidez del constructor y la prudencia del rey para comprender lo que me pides. Te pido la gracia de amarte por encima de todas las cosas y de todas las personas. Dame la fuerza para abrazar mi cruz de cada día y la libertad para desprenderme de todo lo que me impide caminar ligero detrás de ti. Que mi vida entera sea un "sí" decidido y gozoso a tu llamada. Amén.