Mateo 13,24-30
"La Parábola del Trigo y la Cizaña: La Paciencia de Dios ante la Convivencia del Bien y el Mal"
“24 Jesús les propuso otra parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; 25 pero mientras todos dormían, vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. 26 Cuando el trigo creció y dio fruto, apareció también la cizaña. 27 Los servidores fueron a decirle al dueño: “Señor, ¿no has sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora tiene cizaña?”. 28 Él les respondió: “Esto lo ha hecho un enemigo”. Los servidores le preguntaron: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?”. 29 “No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. 30 Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña, átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero”».”
Contexto
Este pasaje se encuentra en el "Discurso de las Parábolas" del Evangelio de Mateo (capítulo 13). Jesús acaba de contar la Parábola del Sembrador, que se centraba en las diferentes disposiciones del corazón para recibir la Palabra. Ahora, con la Parábola del Trigo y la Cizaña, Jesús aborda otro misterio del Reino: la coexistencia del bien y del mal en el mundo y en la Iglesia. Jesús ofrecerá una explicación detallada de esta parábola a sus discípulos más adelante en el mismo capítulo (Mateo 13,36-43).
Tema Central
El tema central es la coexistencia misteriosa del bien (el trigo sembrado por el dueño) y del mal (la cizaña sembrada por el enemigo) en el campo del mundo hasta el tiempo de la cosecha (el juicio final). La parábola enseña la paciencia de Dios, quien no permite una separación prematura y violenta del bien y del mal, para no dañar al trigo. La separación definitiva y el juicio quedan reservados para el final de los tiempos.
Aplicación a nuestra actualidad
Esta parábola nos ofrece una profunda sabiduría para entender y navegar la compleja realidad de nuestra Iglesia y nuestro mundo, donde el bien y el mal están a menudo entremezclados:
El Origen del Bien y del Mal: "Un hombre sembró buena semilla... vino su enemigo, sembró cizaña". La parábola es clara: Dios solo siembra el bien. El mal no proviene de Él, sino de un "enemigo" (Satanás, como explicará Jesús). Esto nos ayuda a no culpar a Dios por la presencia del mal en el mundo.
La Coexistencia Inevitable: El trigo y la cizaña crecen "juntos". En el mundo, en la Iglesia, e incluso en nuestro propio corazón, el bien y el mal conviven. A menudo nos escandaliza ver el pecado dentro de la Iglesia o la maldad en personas que parecen buenas. Esta parábola nos enseña que esta mezcla es parte de la realidad de este tiempo.
La Impaciencia Humana vs. la Paciencia de Dios: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?". La reacción de los servidores es la nuestra: una reacción de impaciencia, de querer purificar el campo inmediatamente, de separar de forma clara y contundente a los buenos de los malos. Pero el dueño (Dios) es más paciente y sabio.
La Sabiduría de la Paciencia Divina: "No... porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo". La paciencia de Dios no es debilidad o indiferencia ante el mal. Es una sabiduría profunda que busca proteger el bien. Un juicio prematuro podría dañar a los que son frágiles ("trigo" que aún está creciendo), podría condenar a quienes todavía tienen tiempo para convertirse (la cizaña, en el corazón humano, puede convertirse en trigo), y nos arrogamos un discernimiento que solo le pertenece a Dios.
La Certeza del Juicio Final: "Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha...". La paciencia de Dios no significa que no habrá un juicio. La parábola asegura que al final de los tiempos habrá una separación definitiva. La cizaña será separada y quemada, y el trigo será recogido en el granero. Esta certeza del juicio nos llama a la responsabilidad personal (asegurarnos de ser trigo) y nos da la esperanza de que la justicia finalmente prevalecerá.
Esta parábola es una poderosa llamada a la paciencia, a la humildad y a la esperanza. Nos invita a no escandalizarnos por la presencia del mal en el mundo y en la Iglesia, a resistir la tentación de hacer juicios prematuros y condenatorios, y a confiar en la sabiduría paciente de Dios, que sabe esperar el momento de la cosecha. Nuestro trabajo no es arrancar la cizaña, sino crecer como buen trigo, dando fruto y confiando en que el Dueño del campo se encargará de la separación final.
Preguntas para la reflexión
¿Cómo reacciono yo ante la presencia del pecado y la imperfección en la Iglesia o en personas creyentes? ¿Me escandalizo e impaciento, o intento tener la mirada paciente de Dios?
¿En qué medida la tentación de "arrancar la cizaña" (juzgar, condenar, excluir a otros) está presente en mi vida o en mi comunidad?
¿Cómo me ayuda la paciencia de Dios a ser más paciente conmigo mismo/a, reconociendo que en mi propio corazón también crecen juntos el trigo y la cizaña?
¿De qué manera la certeza del juicio final ("la cosecha") me motiva a vivir con mayor responsabilidad y a enfocarme en dar "buen fruto" como el trigo?
¿Confío en la sabiduría de Dios que prefiere esperar para no dañar al trigo, incluso si eso significa permitir que el mal coexista con el bien por un tiempo?
Oración
Señor, Dueño del campo, que siembras siempre la buena semilla del Reino, danos tu mirada paciente para aceptar la misteriosa convivencia del trigo y la cizaña en el mundo, en tu Iglesia y en nuestros propios corazones. Líbranos de la impaciencia de querer arrancar el mal antes de tiempo, no sea que dañemos el bien. Ayúdanos a crecer como buen trigo, a dar fruto abundante, y a confiar en tu sabiduría, esperando con esperanza el día de la cosecha, cuando separarás definitivamente el bien del mal y recogerás el trigo en tu granero. Amén.