Mateo 5,13-16
"Sal de la Tierra y Luz del Mundo: Testigos Visibles del Reino"
“13 Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisoteada por los hombres. 14 Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. 15 Y no se enciende una lámpara para meterla debajo un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. 16 Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo.”
Contexto
Este pasaje forma parte del Sermón del Monte (Mateo 5-7), el primer gran discurso de Jesús en el Evangelio de Mateo. Jesús acaba de proclamar las Bienaventuranzas (Mateo 5,1-12), describiendo el carácter y las actitudes de aquellos que pertenecen al Reino de los Cielos. Inmediatamente después, utilizando las metáforas de la sal y la luz, Jesús define la identidad y la misión de sus discípulos en el mundo.
Tema Central
El tema central es la vocación de los discípulos de Jesús a tener un impacto transformador y visible en el mundo. Como "sal de la tierra", deben dar sabor, preservar de la corrupción y purificar. Como "luz del mundo", deben iluminar, guiar y revelar la verdad. Esta influencia no es para su propia gloria, sino para que, a través de sus buenas obras, otros vean y glorifiquen a Dios Padre. Se advierte también sobre el peligro de perder su cualidad distintiva y volverse inútiles.
Aplicación a nuestra actualidad
Las imágenes de la sal y la luz siguen siendo poderosas y desafiantes para nosotros como seguidores de Cristo hoy:
Ser Sal de la Tierra: La sal tiene múltiples funciones: da sabor a lo insípido, preserva de la corrupción, y en algunas culturas antiguas, tenía un valor purificador y se usaba en los sacrificios. Como discípulos, estamos llamados a:
Dar "sabor" al mundo: Aportar los valores del Evangelio (amor, justicia, paz, esperanza) a una sociedad que a menudo puede ser insípida o carente de sentido.
Preservar de la corrupción: Ser una influencia que contrarreste las tendencias al pecado, la injusticia, la falsedad y la decadencia moral.
Purificar: Contribuir a la sanación y purificación de las relaciones y estructuras sociales.
La advertencia es seria: si la sal "pierde su sabor" (si los cristianos nos volvemos indistinguibles del mundo, si comprometemos nuestros valores), nos volvemos inútiles para la misión.
Ser Luz del Mundo: La luz disipa la oscuridad, guía el camino, revela la verdad y permite ver la belleza. Como discípulos, estamos llamados a:
Disipar la oscuridad: La oscuridad de la ignorancia, el pecado, la desesperanza, la injusticia.
Guiar a otros: Ser un faro que muestra el camino hacia Cristo y hacia una vida plena.
Revelar la verdad: Vivir y proclamar la verdad del Evangelio con claridad y amor.
La luz no se puede ni se debe ocultar. Una "ciudad en la cima de una montaña" es visible para todos. Nuestra fe y nuestras obras deben ser un testimonio público.
Brillar con Buenas Obras para la Gloria del Padre: "Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo". El propósito de nuestra "luz" (nuestra vida transformada, nuestras buenas acciones) no es atraer la atención hacia nosotros mismos ni buscar el aplauso humano. El objetivo final es que otros, al ver la bondad y el amor reflejados en nuestras vidas, sean llevados a reconocer y glorificar a Dios Padre. Nuestras vidas deben ser un reflejo transparente de la bondad de Dios.
Este pasaje es una llamada a la identidad y a la misión. No somos llamados a retirarnos del mundo, sino a ser una presencia transformadora en él. Nuestra vida, marcada por los valores de las Bienaventuranzas, debe tener un impacto visible y positivo, llevando a otros a alabar a Dios.
Preguntas para la reflexión
¿De qué manera concreta estoy siendo "sal de la tierra" en mi familia, mi trabajo, mi comunidad? ¿Estoy dando "sabor" y ayudando a "preservar de la corrupción"?
¿Qué "oscuridades" (personales o sociales) me siento llamado/a a iluminar con la "luz" de Cristo que hay en mí?
¿Mis "buenas obras" son realmente visibles para los demás de una manera que los pueda llevar a pensar en Dios y a glorificarlo, o tiendo a ocultar mi fe o a buscar mi propio reconocimiento?
¿En qué áreas de mi vida corro el riesgo de que mi "sal pierda su sabor" o de "meter mi lámpara debajo de un cajón", es decir, de conformarme con el mundo o de no vivir mi fe con autenticidad y valentía?
¿Cómo puedo asegurarme de que el "brillo" de mi vida realmente apunte a la gloria del Padre y no a la mía propia?
Oración
Señor Jesús, Tú nos has llamado a ser sal de la tierra y luz del mundo. Danos la gracia de no perder nuestro sabor ni de ocultar nuestra luz. Que nuestra vida, transformada por tu Evangelio, dé sabor de esperanza y amor a nuestro mundo, y que nuestra luz brille a través de nuestras buenas obras, para que muchos vean tu bondad y glorifiquen a nuestro Padre que está en el cielo. Amén.