Filemón 9b-10, 12-17
"Una Súplica de Amor: Recibe a Onésimo, ya no como Esclavo, sino como Hermano"
“9b Yo, Pablo, ya anciano y ahora prisionero de Cristo Jesús, 10 te suplico en favor de mi hijo Onésimo, al que engendré en la prisión... 12 Te lo envío como si fuera mi propio corazón. 13 Con gusto lo hubiera retenido a mi lado, para que me sirviera en tu nombre mientras estoy prisionero a causa del Evangelio. 14 Pero no he querido hacer nada sin tu consentimiento, para que el bien que me haces no sea por obligación, sino por tu propia voluntad. 15 Y tal vez él se apartó de ti por un tiempo, a fin de que lo recuperaras para siempre, 16 ya no como un esclavo, sino como algo mucho mejor, como un hermano muy querido. Él ya lo es para mí, ¡cuánto más lo será para ti, no sólo como hombre, sino también en el Señor! 17 Por eso, si me consideras un amigo, recíbelo como a mí mismo.”
Contexto
La Carta a Filemón es la carta más corta y personal de San Pablo. La escribe desde la prisión, probablemente en Roma o Éfeso, y va dirigida a Filemón, un cristiano acomodado de Colosas en cuya casa se reunía la iglesia. El motivo de la carta es Onésimo, un esclavo que había huido de Filemón (posiblemente después de haberle robado) y que, providencialmente, se encontró con Pablo en la prisión y se convirtió al cristianismo. Ahora, Pablo envía a Onésimo de regreso a su amo, Filemón, pero no como un fugitivo, sino como un "hermano en Cristo", y esta carta es su súplica para que Filemón lo reciba de esta nueva manera.
Tema Central
El tema central es una apelación magistral y llena de tacto de Pablo a Filemón para que reciba de vuelta a su esclavo fugitivo, Onésimo, no bajo la ley romana (que permitía un castigo severo), sino bajo la nueva ley del amor y la fraternidad en Cristo. Pablo pide a Filemón que lo acoja "ya no como un esclavo, sino como algo mucho mejor, como un hermano muy querido". El Evangelio, por tanto, transforma radicalmente las relaciones sociales, haciendo hermanos a quienes la sociedad consideraba amo y esclavo.
Aplicación a nuestra actualidad
Aunque la institución de la esclavitud ha sido abolida en la mayoría del mundo, los principios que Pablo expone en esta carta son profundamente revolucionarios y relevantes para nuestras relaciones hoy:
Apelar desde el Amor, no desde la Autoridad: Pablo, como apóstol, podría haberle "ordenado" a Filemón que aceptara a Onésimo. En cambio, elige apelar desde el amor: "te suplico en favor de mi hijo...". Nos enseña que las verdaderas transformaciones en las relaciones se logran a través de la persuasión amorosa, no de la imposición de la autoridad.
La Transformación por el Evangelio: Onésimo se fue como un esclavo pagano, probablemente inútil (su nombre significa "útil", un juego de palabras que Pablo usará), y vuelve como un "hijo" de Pablo y un "hermano en Cristo". El Evangelio tiene el poder de transformar la identidad y la vida de las personas de manera radical.
La Providencia Divina en los Conflictos: "Y tal vez él se apartó de ti por un tiempo, a fin de que lo recuperaras para siempre...". Pablo relee un evento negativo (la huida de un esclavo) con los ojos de la fe, sugiriendo que Dios pudo haber permitido este mal para un bien mayor: la conversión de Onésimo y la posibilidad de una relación nueva y eterna entre él y Filemón. Es una invitación a buscar la mano providente de Dios incluso en los conflictos y rupturas.
Una Nueva Relación en Cristo: "Ya no como un esclavo, sino como... un hermano muy querido... no sólo como hombre, sino también en el Señor". Esta es la revolución cristiana. La fe en Cristo no anula las estructuras sociales de un plumazo, pero las vacía de su contenido de opresión y las transforma desde dentro. En la comunidad cristiana, la identidad fundamental que nos une a todos no es la de amo/esclavo, jefe/empleado, rico/pobre, sino la de "hermanos en el Señor".
Recibir al Otro como a Cristo: "Recíbelo como a mí mismo". Pablo se identifica tan profundamente con Onésimo que le pide a Filemón que lo reciba como si fuera el propio Pablo. Esta es una aplicación práctica del mandato de Jesús: "Lo que hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mateo 25,40). Estamos llamados a acoger a los demás, especialmente a los que regresan o a los que son vulnerables, como si acogiéramos a Cristo mismo.
Esta carta es una joya de la diplomacia pastoral y una poderosa lección sobre el impacto social del Evangelio. Nos desafía a examinar nuestras propias relaciones: ¿las vivimos según los criterios del mundo (estatus, poder, utilidad) o según la nueva realidad de la fraternidad en Cristo, que nos llama a perdonar, a acoger y a amar incluso a aquellos que la sociedad nos diría que despreciemos o castiguemos?
Preguntas para la reflexión
¿En mis relaciones, tiendo a imponer mi autoridad o a apelar desde el amor para lograr el bien, como hace Pablo?
¿Soy consciente del poder del Evangelio para transformar radicalmente a las personas y las relaciones, haciendo "hermanos" a los que eran "esclavos"?
¿Hay conflictos o rupturas en mi vida que necesito empezar a mirar con los ojos de la fe, preguntándome qué bien mayor podría Dios estar obrando a través de ellos?
¿Cómo puedo yo hoy tratar a las personas con las que me relaciono (especialmente si hay diferencias de estatus) "ya no como esclavos, sino como hermanos muy queridos en el Señor"?
¿A quién necesito yo hoy "recibir como a Cristo mismo", perdonando una ofensa y acogiendo a esa persona con un amor renovado?
Oración
Señor Jesús, que por tu Evangelio has derribado los muros que nos separan y nos has hecho a todos hermanos. Danos un corazón como el de tu apóstol Pablo, que sabe suplicar con amor por los que se han alejado. Ayúdanos a perdonar y a acoger a nuestros hermanos, viéndolos no según los criterios del mundo, sino con la nueva dignidad que Tú les has dado. Que, al recibir al otro, te recibamos a Ti mismo, y que nuestras relaciones sean transformadas por la gracia de tu fraternidad. Amén.