"Obedecer a Dios Antes que a los Hombres"
«27» Los trajeron y los hicieron comparecer ante el Sanedrín. El Sumo Sacerdote los interrogó, «28» diciendo: «Nosotros les habíamos prohibido expresamente enseñar en ese Nombre, y ustedes han llenado Jerusalén con su doctrina. ¡Quieren hacernos responsables de la sangre de ese hombre!». «29» Pedro, junto con los Apóstoles, respondió: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. «30» El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien ustedes mataron colgándolo de un patíbulo. «31» A él, Dios lo exaltó con su poder, haciéndolo Jefe y Salvador, para conceder a Israel la conversión y el perdón de los pecados. «32» Nosotros somos testigos de estas cosas, y también el Espíritu Santo que Dios ha dado a los que le obedecen». «33» Al oír estas palabras, ellos se enfurecieron y querían matarlos.»
Contexto
Este pasaje sigue inmediatamente a la segunda detención de los apóstoles. Habían sido milagrosamente liberados de la prisión por un ángel y, obedeciendo el mandato divino, volvieron a enseñar en el Templo. Las autoridades, perplejas al encontrarlos allí de nuevo, los hacen comparecer ante el Sanedrín (la máxima corte religiosa y civil judía). Es la segunda vez que enfrentan esta prohibición directa y la amenaza de las autoridades por predicar en nombre de Jesús.
Tema Central
El tema central es la confrontación directa entre la autoridad humana que prohíbe anunciar a Jesús y la autoridad divina que lo ordena. Pedro, en nombre de todos los apóstoles, establece un principio fundamental: la obediencia a Dios tiene prioridad sobre la obediencia a los hombres cuando entran en conflicto. Aprovecha la ocasión para proclamar nuevamente el núcleo del mensaje cristiano (el kerygma): la muerte y resurrección de Jesús, su exaltación como Jefe y Salvador, y el llamado a la conversión para el perdón de los pecados. Afirma que ellos, junto con el Espíritu Santo, son testigos irrefutables de esta verdad. La reacción violenta de las autoridades subraya el impacto provocador de este testimonio.
Aplicación a nuestra actualidad
La respuesta de Pedro, "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres", sigue siendo un faro para nosotros hoy. Nos enfrentamos constantemente a presiones (sociales, culturales, laborales, a veces incluso familiares o internas) que nos invitan a callar nuestra fe, a diluir los valores del Evangelio, o a actuar en contra de nuestra conciencia formada por Dios. Este pasaje nos desafía a discernir: ¿A quién estoy escuchando principalmente? ¿Qué voz tiene la última palabra en mis decisiones? Nos recuerda que nuestra lealtad última es a Dios.
Pedro no se limita a defenderse, sino que proclama la verdad de Jesús. Esto nos invita a no solo resistir lo malo, sino a proponer activamente lo bueno, la verdad del Evangelio, aunque sea incómodo. Ser "testigos" no es solo haber visto algo, sino vivir de tal manera que nuestra vida misma hable de esa realidad. Notemos que el Espíritu Santo se da "a los que le obedecen". La obediencia a Dios, aunque difícil, nos abre a recibir más fuerza del Espíritu para seguir siendo fieles. ¿Qué sentimientos me provoca la reacción furiosa del Sanedrín? ¿Temor a la confrontación? ¿Admiración por la valentía de los apóstoles? Esos sentimientos pueden ser una pista para ver dónde necesito yo la gracia de la fortaleza.
Preguntas para la reflexión
¿En qué situaciones concretas de mi vida siento una tensión entre lo que Dios me pide (a través de mi conciencia, su Palabra, la enseñanza de la Iglesia) y lo que me piden o esperan los demás (o la sociedad en general)?
¿Cómo puedo discernir más claramente cuál es la voluntad de Dios en esas situaciones de conflicto?
¿Qué significa para mí hoy ser "testigo" de la resurrección de Jesús y de su poder salvador? ¿Cómo se traduce eso en acciones o palabras concretas?
¿De qué manera experimento que la obediencia a Dios, aunque cueste, me abre a recibir más ayuda y fuerza del Espíritu Santo?
¿Qué me "enfurece" o me incomoda profundamente del mensaje del Evangelio o de las exigencias de seguir a Jesús? ¿Qué podría indicar esa reacción sobre mi propio corazón?
Oración
Señor Jesús, Jefe y Salvador, que diste a Pedro y a los apóstoles la valentía para obedecer a Dios antes que a los hombres. Concédeme esa misma claridad y fortaleza. Ayúdame a discernir la voz de tu Espíritu en medio de las muchas voces del mundo. Que no tema proclamar tu verdad con mi vida y mis palabras, confiando en que el Espíritu Santo me asiste cuando busco obedecerte. Líbrame de la furia y la cerrazón de corazón, y hazme un testigo fiel de tu perdón y tu salvación. Amén.