Esta oración es muy importante practicarla al inicio de todas las jornadas o momentos de oración. Prepara a la persona orante para que pueda tener un encuentro con Dios más pleno, libre de las preocupaciones, tensiones y estados nerviosos producto de las situaciones pasadas que pueden desarrollar culpas o enjuiciamientos personales o de otros. Como también las inquietudes por situaciones futuras amenazantes o deseos profundos que inhiban un encuentro abierto y auténtico con Dios.
Quien guíe la oración comunitaria puede motivar este momento usando el guion que se incluye a continuación o bien si es oración personal, usar un video o audio grabado con ella, para seguirla con los ojos cerrados.
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Vamos a dar comienzo con un momento de oración de silencio. La invitación es a calmarnos, a pedir paz. Se invita a que tengan una posición tranquila.
Ojalá sentados con la espalda erguida. Observando la pantalla con los ojos entrecerrados. O con los ojos cerrados.
Sin observar nada. Y hacer silencio. Hacer silencio.
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Poner la atención en nuestra respiración. La mente puesta en el aire que entra y sale por la nariz. Entra y sale por la nariz.
Vamos a comenzar haciendo tres respiraciones profundas. Tomen mucho aire, todo el aire que puedan. Manténganlo en el abdomen un ratito y lo van soltando muy lentamente por la boca con los labios apenas entreabiertos.
Y nos relajamos. Volvamos a hacerlo. Tomamos aire por la nariz.
Lo retenemos. Y soltamos muy lentamente. Por tercera vez.
Volvemos a tomar mucho aire. Y lo vamos soltando de a poco, de a poco, entre los labios que están casi cerrados. Solamente dejando salir el aire.
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Es necesario, para estar con el Señor, no estar tenso. Pongan la atención en su cabeza, en su rostro. Y suelten los músculos que puedan estar tensos.
En la mejilla, en la frente, en los párpados. Soltamos. Ponemos atención en los hombros y en el cuello.
Y lo que esté tenso, lo soltamos. Giramos el cuello levemente hacia la izquierda, lo más que podamos. Volvemos lentamente hacia el centro.
Y ahora, giramos hacia la derecha, todo lo que podamos. Y volvemos al centro. Tomamos aire por la nariz.
Y soltamos y nos vamos relajando. Vamos a recorrer ahora nuestro tórax. El estómago, la guatita, el abdomen.
Apretamos el abdomen. Y soltamos. Sentimos el peso de nuestro cuerpo en la silla donde estamos.
Apretamos los glúteos. Y soltamos. Volvemos a tomar aire por la nariz.
Y lo vamos soltando de a poco y nos vamos relajando. Ponemos atención ahora en nuestros muslos. Apretamos los muslos.
Y soltamos. Lo mismo con nuestras pantorrillas. Apretamos las pantorrillas.
Y soltamos. Ponemos atención en nuestros pies. Movemos los dedos de los pies.
Tomando conciencia de nuestro cuerpo completo. Percibimos la ropa que rosa nuestra piel. Y volvemos a tomar aire por la nariz.
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Y soltamos. Y así, más en paz, más tranquilas, más tranquilos, nos disponemos a iniciar este rato de oración.
Para ello, vamos a prestar atención al aire que entra y sale por la nariz.
Que la mente no haga lo que quiere. Nosotros le decimos, mente, fíjate en el aire que entra y sale por la nariz. No al pasado con sus recuerdos.
No al futuro con sus incógnitas. Solo al presente. El aquí y el ahora.
El aire que entra y sale por la nariz. Cuando tomamos aire, ese aire fresco nos purifica. Dios está en este ambiente.
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Dios está con nosotros. Aquí estamos, Señor. Aquí estamos.
Aquí estamos, Señor. La mente fija en la respiración. Nos presentamos.
Aquí estamos con todas nuestras debilidades y fragilidades. Para ti. Aquí estamos para ti.
Para ti. Nos despojamos de lo nuestro para poder recibirte a ti, Señor. Para que tú estés en mi.
Aquí estamos. Para ti. Y tú en mi. Quedamos un rato masticando esto. Percibiendo la presencia de Dios.
Con la mente puesta en la respiración, en silencio. Seguimos así el tiempo que sea necesario para estar en paz y relajados.