[15] Que carecen con frecuencia de lo necesario para vivir.
Frente a la sucesión de oleadas de pobreza siempre nuevas, existe el riesgo de
acostumbrarse y resignarse.
Pero no podemos apartar la mirada de situaciones tan dramáticas, que hoy se constatan en todas partes y no sólo en determinadas zonas del mundo.
Encontramos cada día personas pobres o empobrecidas que a veces pueden ser nuestros vecinos.
A menudo no tienen una vivienda, ni la comida suficiente para cada jornada.
Sufren la exclusión y la indiferencia de muchos.
Es escandaloso que, en un mundo dotado de enormes recursos, destinados en gran parte a los armamentos, los pobres sean «la mayor parte […], miles de millones de personas.
Hoy están presentes en los debates políticos y económicos internacionales, pero frecuentemente parece que sus problemas se plantean como un apéndice, como una cuestión que se añade casi por obligación o de manera periférica, si es que no se los considera un mero daño colateral.
De hecho, a la hora de la actuación concreta, quedan frecuentemente en el último lugar».
No lo olvidemos: los pobres, casi siempre, son víctimas, no culpables.