Salmo 130(129), 1-4, 7-8
"Desde lo Hondo a Ti Grito, Señor: La Esperanza en el Perdón y la Redención"
“1 Canto de las subidas. Desde lo más profundo te invoco, Señor, 2 ¡Señor, oye mi voz! Estén tus oídos atentos al clamor de mi súplica. 3 Si tienes en cuenta las culpas, Señor, ¿quién podrá subsistir? 4 Pero de ti procede el perdón, y así se te venera... 7 ¡Espere Israel al Señor, porque en él se encuentra el amor y la redención en abundancia! 8 Él redimirá a Israel de todas sus culpas.”
Contexto
El Salmo 130, conocido como "De profundis", es un salmo penitencial y uno de los "Cánticos de las subidas". Es una oración que brota de la angustia profunda ("desde lo más profundo") causada por la conciencia del propio pecado. Sin embargo, no es un lamento desesperado. El reconocimiento de la culpa se encuentra inmediatamente con la confianza en el perdón de Dios. La experiencia personal del salmista se amplía al final para convertirse en un mensaje de esperanza para toda la comunidad de Israel.
Tema Central
El tema central es la esperanza en la redención, que se fundamenta no en la justicia humana (porque nadie podría subsistir ante el juicio de Dios), sino en la naturaleza misericordiosa y perdonadora de Dios. El salmo enseña que el perdón "procede" de Dios, es su iniciativa. Esta certeza lleva al salmista a extender su propia esperanza a todo el pueblo: Israel debe esperar en el Señor, porque en Él hay amor (jesed) y una redención abundante que es capaz de liberarlo de todas sus culpas.
Aplicación a nuestra actualidad
Este salmo es una guía fundamental para el sacramento de la Reconciliación y para toda la vida del creyente que lucha con el pecado:
Orar desde el Abismo: "Desde lo más profundo te invoco...". La oración más auténtica a menudo nace no de nuestra fortaleza, sino de nuestra debilidad, de nuestros "abismos" de pecado, de tristeza o de desesperación. El salmo nos da permiso para ser honestos con Dios sobre nuestra miseria.
La Humildad ante la Justicia de Dios: "Si tienes en cuenta las culpas, Señor, ¿quién podrá subsistir?". Este es el punto de partida de toda verdadera conversión: el reconocimiento de nuestra propia impotencia para salvarnos a nosotros mismos. Ante la santidad de Dios, todos somos culpables. Esta humildad nos vacía de nuestro orgullo y nos abre a la gracia.
El Perdón, la Esencia de Dios: "Pero de ti procede el perdón, y así se te venera". Esta es la gran revelación, el corazón del Evangelio. El perdón no es algo que arranquemos de Dios; "procede de Él", brota de su misma esencia. Y, paradójicamente, es esta misericordia, no su poder temible, lo que nos lleva a una "veneración" (un temor reverencial y amoroso) más profunda. Amamos a Dios no porque nos castiga, sino porque nos perdona.
De la Esperanza Personal a la Comunitaria: "¡Espere Israel al Señor...!". La experiencia personal del perdón no nos aísla, sino que nos hace solidarios con toda la comunidad. El salmista, habiendo encontrado la fuente del perdón, se convierte en un evangelista de la esperanza para su pueblo. También nosotros, al experimentar la misericordia de Dios, estamos llamados a ser testigos de esa misericordia para nuestros hermanos.
Amor y Redención Abundantes: "...porque en él se encuentra el amor y la redención en abundancia!". El amor de Dios (jesed) es fiel, leal, misericordioso. Y su "redención" no es mezquina o limitada. Es "abundante", "plenaria", capaz de redimirnos no de algunas culpas, sino de "todas". Esta es la certeza que nos libera de todo escrúpulo y nos da la audacia para volver a empezar.
El Salmo 130 es un canto de esperanza que nace del fondo del abismo del pecado. Es un recordatorio de que nuestra fe no se apoya en nuestra perfección, sino en la inagotable misericordia de un Dios cuyo mayor gozo es perdonar y redimir.
Preguntas para la reflexión
¿Hay algún "abismo" en mi vida del que me avergüenzo o que me da miedo presentar a Dios? ¿Cómo me anima este salmo a clamar a Él desde allí?
¿Soy verdaderamente consciente de que, por mí mismo/a, no podría "subsistir" ante Dios, y de que todo en mi vida espiritual es un don de su perdón?
¿Mi "veneración" o mi "temor de Dios" nacen del miedo al castigo o de la gratitud por su misericordia, que "procede de Él"?
¿De qué manera mi propia experiencia del perdón de Dios me impulsa a ser un testigo de esperanza para "Israel", para mi comunidad?
¿Confío en que la redención de Dios es "abundante" y capaz de liberarme de "todas mis culpas", incluso de aquellas que me parecen más arraigadas o vergonzosas?
Oración
Desde lo más profundo te invoco, Señor; ¡Señor, oye mi voz! Si tienes en cuenta mis culpas, no podré subsistir. Pero de Ti procede el perdón, y por eso te alabo. Espero en Ti, Señor, porque en Ti se encuentra el amor y la redención en abundancia. Que toda tu Iglesia espere en Ti, porque Tú nos redimes de todas nuestras culpas. Amén.