Salmo 137(136), 1-6
"Junto a los Canales de Babilonia: El Lamento del Exilio y el Recuerdo Fiel de Sión"
“1 Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar, acordándonos de Sión. 2 En los sauces de las orillas teníamos colgadas nuestras cítaras. 3 Allí nuestros carceleros nos pedían cantos, y nuestros opresores, alegría: «¡Canten para nosotros un canto de Sión!». 4 ¿Cómo podíamos cantar un canto del Señor en tierra extranjera? 5 ¡Si me olvidara de ti, Jerusalén, que mi mano derecha se paralice! 6 ¡Que mi lengua se me pegue al paladar si no me acordara de ti, si no pusiera a Jerusalén por encima de todas mis alegrías!”
Contexto
El Salmo 137 es uno de los lamentos comunitarios más conmovedores y conocidos. Expresa el profundo dolor y la nostalgia de los exiliados judíos en Babilonia, después de la destrucción de Jerusalén y del Templo en el 587 a.C. Es un canto que nace de la experiencia traumática del destierro, la pérdida de la patria, del Templo y de la identidad nacional. El salmo contrasta la desolación del presente con el recuerdo de la alegría pasada y culmina (en los versículos no seleccionados) con una dura imprecación contra los opresores.
Tema Central
El tema central de estos versículos es el dolor del exilio y la fidelidad inquebrantable a Sión (Jerusalén), que es el centro de la fe y la identidad del pueblo. A pesar de estar en tierra extranjera y bajo la burla de sus captores, los exiliados se niegan a olvidar a Jerusalén o a trivializar sus cantos sagrados. Su lealtad a la ciudad santa y a su Dios es tan profunda que la anteponen a su propia habilidad de tocar y cantar, e incluso a su propia alegría.
Aplicación a nuestra actualidad
Este salmo da voz a nuestras propias experiencias de "exilio" y nos enseña sobre la importancia de la memoria y la fidelidad:
El Llanto del Exilio: "Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar...". Todos, en algún momento, experimentamos alguna forma de "exilio": la pérdida de un ser querido, la lejanía del hogar, una enfermedad que nos aísla, una crisis de fe que nos hace sentir lejos de Dios. Este salmo nos da permiso para "sentarnos y llorar", para expresar nuestro dolor y nuestra nostalgia sin tapujos.
Las Cítaras Colgadas: "Teníamos colgadas nuestras cítaras". Las cítaras, instrumentos de alegría y de alabanza, están en silencio. Hay momentos en la vida en que la tristeza es tan grande que parece imposible cantar o alabar. El salmo respeta este silencio doloroso.
La Burla del Opresor: "¡Canten para nosotros un canto de Sión!". Los captores piden los cantos sagrados como un entretenimiento, una diversión exótica. Es una forma de humillación, de trivializar lo que para los exiliados es más sagrado. A veces, el mundo también nos pide que "cantemos nuestros cantos", que compartamos nuestra fe, pero no desde un interés sincero, sino como una curiosidad o para burlarse de ella.
La Fidelidad que se Niega a Trivializar lo Sagrado: "¿Cómo podíamos cantar un canto del Señor en tierra extranjera?". La negativa de los exiliados no es por desobediencia, sino por una profunda fidelidad. Los cantos de Sión pertenecen al contexto de la alabanza a Dios; cantarlos para entretener a los opresores sería una profanación. Esto nos enseña a proteger lo sagrado, a no banalizar nuestra fe para adaptarnos a las modas o a las exigencias superficiales del mundo.
La Memoria del Corazón: "¡Si me olvidara de ti, Jerusalén...!". La memoria de Jerusalén es lo que mantiene viva la esperanza y la identidad del exiliado. El juramento solemne ("que mi mano derecha se paralice...") muestra que olvidar a Jerusalén sería como morir, perder la propia esencia. Para nosotros, "Jerusalén" puede simbolizar la Iglesia, nuestra comunidad de fe, nuestra relación con Dios. Estamos llamados a mantener viva esta memoria, a no olvidarnos de quiénes somos y a quién pertenecemos, especialmente cuando estamos "lejos".
Poner a Jerusalén por Encima de Todo: "...si no pusiera a Jerusalén por encima de todas mis alegrías!". La lealtad a Dios y a su pueblo debe ser la máxima prioridad, incluso por encima de la felicidad personal.
Este salmo es un poderoso canto de identidad y de fidelidad en la prueba. Nos enseña que, en nuestros "exilios", la memoria de nuestra verdadera patria (el Reino de Dios) es lo que nos sostiene. Nos llama a proteger lo sagrado de la banalización y a mantener nuestra lealtad a Dios por encima de todo, incluso cuando el canto es difícil y las lágrimas son nuestra única compañía.
Preguntas para la reflexión
¿Cuáles son los "canales de Babilonia" en mi vida hoy, esos lugares de exilio o de tristeza donde me siento a llorar?
¿Qué "cítaras" (alegrías, capacidades de alabanza) siento que tengo "colgadas" a causa de mi situación actual?
¿He sentido alguna vez que el mundo me pedía que "cantara mis cantos" de una manera superficial o burlona? ¿Cómo reaccioné?
¿Qué significa para mí "Jerusalén"? ¿Qué es aquello que, si lo olvidara, sentiría que pierdo mi propia identidad y mi razón de ser?
¿Estoy dispuesto/a a poner mi fidelidad a Dios y a su "Jerusalén" (la Iglesia, sus valores) "por encima de todas mis alegrías" personales?
Oración
Señor, que conoces el dolor de tus hijos exiliados en Babilonia. Cuando también nosotros nos sentemos a llorar junto a nuestros propios ríos de tristeza, acordándonos de Ti, no permitas que olvidemos quiénes somos. Que nuestra lengua se pegue al paladar antes que profanar lo sagrado o traicionar nuestra fe. Mantén viva en nosotros la memoria de nuestra verdadera patria, tu santa Jerusalén, y que nuestra lealtad a Ti esté siempre por encima de todas nuestras alegrías. Amén.