Salmo 21(20), 2-7
"Acción de Gracias por el Rey: La Respuesta de Dios a los Deseos del Corazón"
“2 ¡Señor, el rey se regocija por tu fuerza, y cuánto se alegra por tu victoria! 3 Tú le concediste el deseo de su corazón, no le negaste lo que pedían sus labios. Pausa 4 Te anticipaste a bendecirlo con el éxito y pusiste sobre su cabeza una corona de oro fino. 5 Te pidió larga vida, y se la diste: días que se prolongan para siempre. 6 Tu victoria le dio una gran gloria, lo revestiste de honor y majestad; 7 le diste para siempre bendiciones, lo llenaste de alegría en tu presencia.”
Contexto
El Salmo 21 es un salmo real, específicamente una acción de gracias por el rey. Es el complemento del Salmo 20, que era una súplica por la victoria del rey antes de la batalla. Ahora, habiendo obtenido la victoria, el pueblo (o un sacerdote) eleva este canto de gratitud a Dios, reconociendo que todos los éxitos, la gloria y las bendiciones del rey provienen directamente del Señor. Es una celebración de la generosidad de Dios hacia su ungido.
Tema Central
El tema central es la acción de gracias a Dios por las bendiciones concedidas al rey. Se destaca que la fuerza, la victoria, la gloria y la alegría del rey no son logros propios, sino dones de Dios. Dios no solo responde a las peticiones del rey ("le concediste el deseo de su corazón"), sino que incluso se anticipa a ellas con sus bendiciones. La relación entre Dios y el rey es de una generosidad divina que colma al monarca de honor, majestad y una alegría que brota de la presencia de Dios.
Aplicación a nuestra actualidad (especialmente desde la perspectiva cristiana)
Aunque este salmo se escribió para un rey davídico terrenal, la tradición cristiana lo ha leído siempre en referencia a Jesucristo, el Rey Mesiánico por excelencia. Esta lectura enriquece profundamente su significado para nosotros hoy:
Cristo, el Rey que se Alegra en la Fuerza del Padre: "¡Señor, el rey se regocija por tu fuerza, y cuánto se alegra por tu victoria!". Vemos en esto a Cristo Resucitado, cuya victoria sobre el pecado y la muerte no es un logro propio aislado, sino la manifestación de la "fuerza" del Padre. La alegría de la Resurrección es la alegría por la victoria de Dios.
Los Deseos del Corazón de Cristo Cumplidos: "Tú le concediste el deseo de su corazón...". El deseo más profundo del corazón de Jesús era hacer la voluntad del Padre y la salvación de la humanidad. El Padre ha escuchado esta súplica y le ha concedido la victoria.
La Corona de Gloria: "Pusiste sobre su cabeza una corona de oro fino". La corona de espinas de Cristo en la tierra se ha transformado en la corona de gloria en el cielo. Su humillación ha sido revertida en exaltación.
Vida Eterna: "Te pidió larga vida, y se la diste: días que se prolongan para siempre". Esto se cumple de manera suprema en la resurrección de Jesús a una vida que ya no tiene fin. Él es el Rey que vive para siempre, y en Él, también nosotros recibimos la promesa de la vida eterna.
La Alegría de la Presencia de Dios: "Lo llenaste de alegría en tu presencia". La alegría más profunda del rey (y de Cristo, y de cada uno de nosotros) no proviene de las victorias o los honores en sí mismos, sino de estar "en la presencia" de Dios, en comunión con el Padre. La verdadera fuente de la alegría es la relación con Dios.
Para nuestra vida personal:
Este salmo también nos enseña a orar. Al dar gracias por nuestras propias "victorias" y bendiciones, debemos, como el salmista, reconocer que provienen de la fuerza de Dios. Nos anima a presentar a Dios los "deseos de nuestro corazón" con la confianza de que Él escucha. Y nos recuerda que, por encima de todas las bendiciones temporales (éxito, larga vida), la mayor bendición que podemos recibir es ser "llenados de alegría en su presencia". Es una invitación a buscar la comunión con Dios como nuestra fuente última de gozo.
Preguntas para la reflexión
¿De qué "victorias" en mi vida necesito hoy reconocer que son fruto de la "fuerza" de Dios y no de la mía, para poder darle gracias a Él?
¿Cuáles son los "deseos de mi corazón" que estoy presentando al Señor en oración, confiando en que Él los escucha?
¿Soy consciente de que, por el bautismo, participo de la realeza de Cristo y estoy "revestido/a de honor y majestad" a los ojos de Dios?
¿Qué significa para mí la promesa de una vida que "se prolonga para siempre"? ¿Cómo alimenta esta esperanza mi vida diaria?
¿Busco yo la verdadera alegría en las cosas del mundo o en "la presencia" de Dios? ¿Dedico tiempo a estar en su presencia para ser llenado/a de su gozo?
Oración
Señor, Dios de la victoria, te damos gracias por la fuerza que concedes a Jesucristo, nuestro Rey, y por la inmensa alegría de su triunfo sobre la muerte. Le has concedido el deseo de su corazón y lo has coronado de gloria y honor, dándole una vida que no tiene fin. Llénanos también a nosotros con la alegría de tu presencia, para que, participando de la victoria de nuestro Rey, podamos alabarte y darte gracias todos los días de nuestra vida. Amén.