Salmo 40(39), 5, 7-10
"Aquí Estoy, Señor: La Ofrenda del Corazón Obediente"
“5 ¡Cuántas maravillas has realizado, Señor, Dios mío! ¡Cuántos proyectos en favor nuestro! Nadie se te puede comparar. Yo quisiera anunciarlos y proclamarlos, pero son innumerables... 7 Tú no quisiste víctima ni oblación; abriste mis oídos; no pediste holocaustos ni sacrificios expiatorios. 8 Entonces dije: «Aquí estoy. En el rollo de un libro está escrito lo que debo hacer: 9 yo amo, Dios mío, tu voluntad, y tu ley está en mi corazón». 10 Proclamé gozosamente tu justicia en la gran asamblea; no, no mantuve mis labios cerrados, tú lo sabes, Señor.”
Contexto
El Salmo 40 es un salmo que combina dos géneros: la primera parte (vv. 2-11) es una acción de gracias por una liberación experimentada, y la segunda parte (vv. 12-18) es una súplica en medio de una nueva angustia. Los versículos seleccionados pertenecen a la primera parte, la de acción de gracias. El salmista, después de haber sido rescatado por Dios, reflexiona sobre la respuesta adecuada a tanta bondad. Llega a una comprensión profunda: la mejor ofrenda que puede dar a Dios no son los sacrificios de animales del Templo, sino una vida de obediencia a su voluntad, que brota de un corazón que ama su ley.
Tema Central
El tema central es la primacía de la obediencia interior y la proclamación gozosa de la justicia de Dios sobre los sacrificios rituales externos. El salmista, reconociendo las innumerables maravillas de Dios, entiende que lo que Dios verdaderamente desea es un oído abierto a su voluntad y un corazón que la ama. Su respuesta personal es una entrega total: "Aquí estoy", comprometiéndose a hacer la voluntad de Dios y a proclamar su justicia en la comunidad.
Aplicación a nuestra actualidad (especialmente desde la perspectiva cristiana)
Este salmo es de una importancia teológica inmensa, ya que la Carta a los Hebreos (10,5-7) pone estas palabras en boca de Jesucristo al entrar en el mundo, mostrando su perfecta obediencia al Padre. Nos ofrece una clave para nuestra propia vida espiritual:
La Contemplación de las Maravillas de Dios: "¡Cuántas maravillas has realizado... ¡Cuántos proyectos en favor nuestro!". La vida de fe comienza con la contemplación agradecida de la obra de Dios. Antes de "hacer", debemos "contemplar". Esta admiración por sus maravillas y sus planes de amor por nosotros es lo que debe motivar toda nuestra respuesta.
La Crítica a la Religiosidad Externa: "Tú no quisiste víctima ni oblación... no pediste holocaustos...". Esto no es un rechazo total del culto, sino una crítica profética a un culto que se ha vuelto vacío, una rutina externa sin un compromiso del corazón. Dios no se complace en ritos que no van acompañados de una vida transformada.
El Verdadero Sacrificio: Un Oído Abierto y una Voluntad Rendida: "Abriste mis oídos... Entonces dije: «Aquí estoy... yo amo, Dios mío, tu voluntad»". El sacrificio que Dios verdaderamente desea es un "oído abierto", es decir, una disposición a escuchar su Palabra y a obedecerla. La respuesta "Aquí estoy" es la expresión de una disponibilidad total, de una entrega de la propia voluntad a la de Dios, no por obligación, sino por amor ("yo amo... tu voluntad"). Esta es la esencia del sacrificio de Cristo y debe ser el centro de nuestra propia ofrenda espiritual.
La Ley Escrita en el Corazón: "...y tu ley está en mi corazón". La obediencia no es la sumisión a una ley externa y fría, sino la adhesión gozosa a una ley que se ha internalizado, que se ha hecho parte del propio corazón. Es la promesa de la Nueva Alianza (cf. Jeremías 31,33).
La Proclamación Gozosa como Consecuencia: "Proclamé gozosamente tu justicia en la gran asamblea...". La experiencia de la salvación de Dios y una vida de obediencia amorosa no pueden permanecer en secreto. Brotan espontáneamente en un testimonio gozoso, en una proclamación de la justicia y la bondad de Dios ante la comunidad.
Este salmo nos invita a pasar de una fe de meras prácticas externas a una fe de obediencia interior, de entrega de la voluntad por amor. Nos enseña que el mayor acto de adoración que podemos ofrecer a Dios es decirle cada día desde el corazón: "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad", y luego vivir esa entrega proclamando con nuestra vida sus maravillas.
Preguntas para la reflexión
¿Dedico tiempo a contemplar las "maravillas" y los "proyectos" que Dios ha realizado en mi vida, para que esto alimente mi gratitud?
¿Mi vida de fe se apoya más en prácticas externas o en la búsqueda de tener un "oído abierto" a la voluntad de Dios y un corazón que la ame?
¿Qué significa para mí hoy decir con sinceridad "Aquí estoy" al Señor? ¿A qué me está llamando a entregarle?
¿Siento que la "ley de Dios" es una carga externa o algo que, por la gracia, está cada vez más "en mi corazón"?
¿Mi experiencia del amor y la salvación de Dios me lleva a "proclamar gozosamente su justicia" en la "gran asamblea" (mi comunidad, mi entorno)?
Oración
Señor, Dios mío, ¡cuántas maravillas has realizado en mi favor! Yo quisiera proclamarlas, pero son innumerables. Tú no quieres sacrificios ni holocaustos, sino un oído que escucha y un corazón que ama tu voluntad. Por eso te digo: «Aquí estoy, Señor, para hacer lo que te agrada». Pon tu ley en lo más profundo de mi ser, para que mi vida entera sea un testimonio gozoso de tu justicia y de tu amor. Amén.