Salmo 45(44), 10b-12, 16-17 (He ajustado ligeramente las referencias a los versículos 10, 16 y 17 para que el texto sea más coherente con la numeración estándar y el flujo del salmo).
"La Reina y el Rey: La Belleza de la Entrega y la Alianza Nupcial"
“10b ...a tu derecha está la reina, adornada con oro de Ofir. 11 ¡Escucha, hija, mira y presta atención: olvida a tu pueblo y la casa de tu padre, 12 y el rey se prendará de tu hermosura! ¡Él es tu señor, póstrate ante él!... 16 Conducida entre cantos de alegría, entra en el palacio del rey. 17 En lugar de tus padres, tendrás hijos, y los establecerás como príncipes por toda la tierra.”
Contexto
El Salmo 45 es un "epitalamio", un canto de bodas compuesto en honor a un rey de la dinastía de David. Es un salmo real. La primera parte del salmo (no incluida aquí) es un elogio al rey, alabando su belleza, su elocuencia, su poder y su justicia. El pasaje seleccionado se centra en la figura de la reina, probablemente una princesa extranjera que llega para casarse con el rey de Israel. Se le dirige una exhortación y se describe su entrada triunfal en el palacio. La tradición cristiana ha interpretado este salmo de manera alegórica, como un canto al amor nupcial entre Cristo (el Rey) y la Iglesia (la Reina), o en una lectura mariológica, a la relación de Cristo con la Virgen María.
Tema Central
El tema central de estos versículos es la descripción de la reina y la exhortación que se le dirige para su nueva vida en la alianza matrimonial con el rey. Se destaca su posición de honor ("a tu derecha"), la llamada a una entrega total que implica "olvidar" su pasado para unirse a su nuevo señor, la promesa de que esta entrega la hará aún más hermosa a los ojos del rey, y la alegría de su entrada nupcial, con la promesa de una fecundidad que establecerá una nueva descendencia.
Aplicación a nuestra actualidad (en su sentido espiritual)
Leído en clave espiritual como el amor entre Cristo (el Rey) y el alma o la Iglesia (la Reina), este pasaje nos ofrece una profunda meditación sobre nuestra respuesta al llamado de Dios:
La Dignidad de la Reina: "...a tu derecha está la reina...". En Cristo, por el bautismo, hemos sido elevados a una dignidad real. Somos el pueblo sacerdotal, la esposa de Cristo, colocados en un lugar de honor a su lado. Es una llamada a vivir a la altura de esta inmensa dignidad.
La Exigencia de "Olvidar": "¡Escucha, hija, mira y presta atención: olvida a tu pueblo y la casa de tu padre...!". La unión con Cristo requiere una ruptura, un "olvidar". No se trata de un olvido literal de nuestra historia, sino de un desapego de todo aquello que nos ataba al "hombre viejo": antiguas lealtades, seguridades mundanas, formas de pensar paganas, pecados pasados. Para entregarnos plenamente al nuevo "Rey", debemos dejar atrás la "casa" de nuestro egoísmo.
La Belleza que Nace de la Entrega: "...y el rey se prendará de tu hermosura!". La verdadera belleza del alma, la que "enamora" a Dios, no es una cualidad innata, sino el fruto de nuestra entrega confiada a Él. Cuando "olvidamos" nuestro propio yo para buscarlo a Él, nos volvemos verdaderamente hermosos a sus ojos.
Adoración y Reconocimiento del Señorío: "¡Él es tu señor, póstrate ante él!". La entrega amorosa no excluye la adoración reverente. Reconocer a Cristo como nuestro Señor y "postrarnos" ante Él en adoración es una parte esencial de esta relación de alianza.
La Alegría de la Unión y la Fecundidad: "Conducida entre cantos de alegría, entra en el palacio del rey... tendrás hijos...". La unión con Cristo es una fuente de inmensa alegría, una fiesta nupcial. Y esta unión no es estéril, sino fecunda. Cuando estamos unidos a Cristo, nuestra vida da fruto, "engendramos" nuevos hijos para Dios a través de nuestro testimonio y nuestro servicio, y participamos en el establecimiento de su Reino ("príncipes por toda la tierra").
Este salmo nos invita a contemplar nuestra relación con Cristo bajo la hermosa metáfora del amor nupcial. Nos llama a una entrega total que implica un desprendimiento del pasado, a encontrar nuestra verdadera belleza en la fidelidad a Él, a adorarlo como nuestro Señor y a vivir con la alegría de saber que esta unión nos hace fecundos para el Reino de Dios.
Preguntas para la reflexión
¿Soy consciente de la dignidad real a la que he sido elevado/a en Cristo, como "reina a su derecha"? ¿Mi vida refleja esta dignidad?
¿Qué "pueblo" o "casa de mi padre" (apegos, seguridades, formas de pensar antiguas) necesito yo "olvidar" para entregarme más plenamente a Cristo, mi Rey?
¿Busco la "hermosura" que agrada al mundo, o la belleza interior que nace de la entrega a Dios y que "enamora" al Rey?
¿Mi relación con Cristo combina la intimidad del amor con la reverencia de la adoración ("póstrate ante él")?
¿De qué manera mi unión con Cristo está siendo "fecunda"? ¿Qué "hijos" (frutos espirituales, personas llevadas a la fe) estoy yo engendrando para el Reino?
Oración
Oh Cristo, Rey de la gloria, que nos has elegido para ser tu Esposa, la Iglesia, y nos has colocado a tu derecha con honor. Danos oídos para escuchar tu llamada a dejarlo todo por Ti, olvidando nuestro pasado de pecado para abrazar un futuro contigo. Que nuestra verdadera hermosura sea la de un alma entregada a Ti. Nos postramos ante Ti, nuestro Señor, y te pedimos entrar con cantos de alegría en tu palacio. Haz que nuestra unión contigo sea fecunda, para que demos frutos abundantes para tu Reino en toda la tierra. Amén.