Lucas 10, 17-24
"El Regreso de los Setenta y Dos: El Gozo Verdadero y el Privilegio de Ver"
“17 Los setenta y dos volvieron llenos de alegría, diciendo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre». 18 Él les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. 19 Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del enemigo, y nada podrá dañarlos. 20 Pero no se alegren de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres están escritos en el cielo». 21 En ese momento, Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. ¡Sí, Padre, porque así lo has querido! 22 Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; y quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar». 23 Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: «¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! 24 ¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!».”
Contexto
Este pasaje del Evangelio de Lucas describe el regreso de los setenta y dos discípulos después de su primera misión evangelizadora (Lucas 10,1-12). Vuelven entusiasmados, maravillados por el poder que han experimentado al actuar "en el Nombre" de Jesús. Jesús acoge su alegría, la enmarca en la perspectiva más amplia de la derrota de Satanás, pero inmediatamente les enseña a discernir la verdadera fuente del gozo. Este momento culmina con una exultante oración de Jesús al Padre y una bienaventuranza dirigida a sus discípulos por el inmenso privilegio que tienen.
Tema Central
El tema central tiene varias capas: 1) La eficacia de la misión realizada en el Nombre de Jesús, que participa de su victoria sobre Satanás. 2) El discernimiento sobre la verdadera fuente de la alegría cristiana, que no debe estar en el poder o el éxito, sino en la salvación y la pertenencia a Dios ("sus nombres están escritos en el cielo"). 3) La revelación divina a los "pequeños", celebrada por Jesús en su oración de júbilo al Padre. 4) La bienaventuranza de los discípulos, que tienen el privilegio de ver y oír el cumplimiento de las promesas que los grandes del Antiguo Testamento solo pudieron anhelar.
Aplicación a nuestra actualidad
Este pasaje es una profunda catequesis sobre la misión, la alegría y el privilegio de ser discípulos:
La Victoria sobre el Mal: El éxito de los discípulos sobre los demonios es una señal de que la misión participa en la victoria de Cristo sobre Satanás ("Yo veía a Satanás caer..."). Esto nos llena de confianza: cuando actuamos en el nombre de Jesús, estamos del lado vencedor. La lucha contra el mal en el mundo no es una batalla perdida.
Discernir la Fuente de la Alegría: "No se alegren de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres están escritos en el cielo". Esta es una de las enseñanzas más importantes sobre la vida espiritual. Es fácil y tentador poner nuestra alegría en nuestros éxitos, en nuestros logros, en el poder o la influencia que podamos tener (incluso en el servicio a Dios). Jesús nos redirige a la única fuente de alegría que es segura e inalienable: la gracia de ser amados, elegidos y salvados por Dios. Nuestra identidad como hijos, no nuestros logros como siervos, es el verdadero tesoro.
El Gozo de Jesús y la Alegría de los Pequeños: "Jesús se estremeció de gozo... por haber ocultado estas cosas a los sabios... y haberlas revelado a los pequeños". Jesús se alegra al ver que el plan del Padre se cumple en la humildad. Los misterios de Dios no se revelan a los autosuficientes y orgullosos ("sabios y prudentes" según el mundo), sino a los "pequeños", a los que tienen un corazón humilde y abierto como el de los discípulos. Es una invitación a la humildad como condición para el conocimiento de Dios.
El Privilegio Inmenso de Conocer a Cristo: "¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven!... muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron...". A menudo, podemos dar por sentada nuestra fe. Jesús nos recuerda el inmenso privilegio que tenemos. Toda la historia de la salvación del Antiguo Testamento era un anhelo y una preparación para lo que nosotros ahora podemos ver y oír en Jesucristo. Esta conciencia debe llenarnos de una inmensa gratitud.
Este pasaje nos invita a participar con valentía en la misión, confiando en la victoria de Cristo. Nos enseña a purificar nuestras alegrías, fundamentándolas no en nuestros éxitos, sino en el don de la salvación. Nos llama a la humildad, sabiendo que es la puerta a la revelación. Y, sobre todo, nos invita a una profunda gratitud por el privilegio incalculable de conocer a Jesucristo.
Preguntas para la reflexión
¿En qué "éxitos" (personales, profesionales, incluso espirituales) tiendo a poner mi alegría? ¿Cómo puedo reorientar mi corazón para que mi gozo fundamental esté en que "mi nombre está escrito en el cielo"?
¿Me considero a mí mismo/a un "sabio y prudente" que intenta entender a Dios con sus propias fuerzas, o me hago "pequeño" para poder recibir su revelación?
¿Soy consciente y agradezco el inmenso privilegio de conocer a Jesús, algo que "muchos profetas y reyes quisieron" y no pudieron?
¿Cómo me fortalece, para mi propia lucha contra el mal, la visión de que "Satanás ha caído del cielo" por la victoria de Cristo?
¿De qué manera puedo yo hoy participar en el "gozo de Jesús" al ver cómo la fe es acogida por los sencillos y humildes de mi entorno?
Oración
Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Gracias, Señor Jesús, por revelarnos al Padre y por hacernos partícipes de tu victoria sobre el mal. Ayúdanos a poner nuestra alegría no en nuestros logros, sino en la certeza de que nuestros nombres están escritos en el cielo. Que, agradecidos por el inmenso privilegio de verte y oírte, podamos ser tus testigos fieles en el mundo. Amén.