Lucas 1,46-50.53-55
"El Magníficat: El Alma de María Alaba la Grandeza y Misericordia de Dios que Exalta a los Humildes"
“46 María dijo entonces: «Mi alma canta la grandeza del Señor, 47 y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, 48 porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, 49 porque el Poderoso ha hecho grandes cosas en mí: ¡su Nombre es santo! 50 Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen... 53 Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. 54 Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, 55 como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre».”
Contexto
Este pasaje es una porción significativa del Magníficat, el cántico de alabanza de María que se encuentra en el Evangelio de Lucas, pronunciado durante su visita a su parienta Isabel. Después de que Isabel, llena del Espíritu Santo, reconoce la bendición de María y del fruto de su vientre, María responde con este himno que exalta la grandeza, la santidad y la misericordia de Dios, tanto por lo que ha hecho en su propia vida como por su forma de actuar en la historia de Israel y en favor de los humildes.
Tema Central
El tema central de estos versículos es la alabanza gozosa y profética de María a Dios, su Salvador. Ella reconoce la "grandeza" de Dios y las "grandes cosas" que el Poderoso ha hecho en ella, a pesar de su "pequeñez". Esta acción divina en favor de la humilde servidora se enmarca en la misericordia constante de Dios hacia quienes lo temen y en su forma característica de actuar: exaltando a los humildes y hambrientos, y derribando a los poderosos y ricos autosuficientes. Todo esto es visto como el cumplimiento de las promesas hechas a Israel, a Abraham y a su descendencia.
Aplicación a nuestra actualidad
El Magníficat sigue siendo una de las oraciones más poderosas y relevantes para los cristianos de hoy, y estos versículos en particular nos ofrecen varias lecciones:
Alabanza que Brota del Corazón: "Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador". La alabanza de María es profunda, involucra todo su ser ("alma" y "espíritu"). No es una formalidad, sino una explosión de gozo que nace de la experiencia de la acción de Dios. ¿Permitimos que nuestro "espíritu se estremezca de gozo" al contemplar la obra de Dios en nuestra vida?
Dios Mira la Pequeñez y Hace Grandes Cosas: "Él miró con bondad la pequeñez de su servidora... el Poderoso ha hecho grandes cosas en mí". María reconoce su propia humildad y pequeñez, y atribuye toda la grandeza a Dios. Esto nos enseña que Dios elige a menudo lo pequeño y lo humilde del mundo para realizar sus obras más grandes. No debemos desanimarnos por nuestra propia insignificancia aparente; Dios puede hacer maravillas a través de nosotros si nos abrimos a su gracia como lo hizo María.
La Misericordia de Dios para los que lo Temen: "Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen". El "temor de Dios" aquí es una reverencia amorosa, un deseo de vivir en su amistad y según su voluntad. Su misericordia es constante y fiel para quienes viven en esta actitud.
La Opción Preferencial de Dios por los Humildes y los Hambrientos: "Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías". Esta es una afirmación radical de la justicia social de Dios. Él se pone del lado de los que no tienen, de los que sufren necesidad (no solo material, sino también espiritual, aquellos "hambrientos" de justicia, de amor, de Dios). Los "ricos" que son despedidos con las manos vacías son aquellos que confían en sus propias riquezas y se cierran a Dios y a los demás. Esto nos desafía a examinar nuestra propia actitud hacia los bienes y nuestra solidaridad con los pobres.
La Fidelidad de Dios a sus Promesas: "Socorrió a Israel... acordándose de su misericordia, como lo había prometido...". Dios es fiel a sus promesas a lo largo de la historia. Lo que hizo con María y en la venida de Jesús es el cumplimiento de antiguas promesas. Esta fidelidad de Dios es la base de nuestra esperanza.
El Magníficat es una escuela de oración y de vida. Nos enseña a alabar a Dios desde la humildad, a reconocer su poder transformador, a confiar en su misericordia infinita, a optar por los pobres y a vivir en la certeza de su fidelidad. Nos invita a tener el mismo espíritu de María, un espíritu que canta la grandeza de un Dios que subvierte los valores del mundo y exalta a los que confían en Él.
Preguntas para la reflexión
¿Qué "grandes cosas" ha hecho el Señor en mi propia vida, a pesar de mi "pequeñez", por las cuales mi alma puede cantar su grandeza hoy?
¿Cómo puedo cultivar una mayor conciencia de la "misericordia de Dios" que se extiende de generación en generación sobre quienes lo temen, y vivir más plenamente en ese temor reverente?
¿De qué manera la afirmación de que Dios "colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías" desafía mis propias actitudes hacia la riqueza, la pobreza y la justicia social?
¿Cómo puedo yo, al igual que María, recordar y celebrar la "fidelidad de Dios a sus promesas" en mi vida y en la historia de la salvación, para fortalecer mi esperanza?
¿Qué actitudes del corazón de María (humildad, gozo, fe, espíritu profético) me siento más llamado/a a cultivar en mi propia vida de oración y servicio?
Oración
Mi alma canta tu grandeza, Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Ti, mi Salvador. Porque has mirado con bondad mi pequeñez y has hecho grandes cosas en mí. Tu Nombre es santo y tu misericordia se extiende por siempre sobre quienes te temen. Ayúdanos a vivir con un corazón humilde, confiando en tu poder que colma de bienes a los hambrientos y socorre a tu pueblo, acordándote siempre de tus promesas de amor. Amén.