Apocalipsis 11,19a; 12,1-6a, 10ab (He ajustado ligeramente las referencias para que el texto fluya de manera coherente con la narrativa).
"La Mujer y el Dragón: La Batalla Cósmica y la Victoria de Cristo"
“11,19a Y se abrió el Santuario de Dios en el cielo y apareció en su Santuario el Arca de su Alianza... 12,1 Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza. 2 Estaba embarazada y gritaba de dolor porque le llegaban los dolores de parto. 3 Apareció también otro signo en el cielo: un enorme Dragón rojo, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas, siete diademas. 4 Su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra. El Dragón se puso delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo en cuanto naciera. 5 Ella dio a luz un hijo varón, el que debía regir a todas las naciones con un cetro de hierro. Pero el hijo fue arrebatado y llevado junto a Dios y su trono. 6a Y la Mujer huyó al desierto, donde Dios le había preparado un lugar... 10b Y oí en el cielo una voz potente que decía: «Ahora ha llegado la salvación, el poder y el Reino de nuestro Dios, y la soberanía de su Cristo».”
Contexto
Este pasaje del libro del Apocalipsis marca el comienzo de la segunda mitad del libro. Es una gran visión cósmica que describe la lucha fundamental entre las fuerzas del bien y las del mal. El capítulo 11 termina con la visión de la apertura del Templo celestial y la aparición del Arca de la Alianza, el símbolo supremo de la presencia de Dios. Inmediatamente, el capítulo 12 introduce el "gran signo" de la Mujer y su enfrentamiento con el Dragón. Esta visión no es una narración histórica literal, sino una representación simbólica de la historia de la salvación.
Tema Central
El tema central es la batalla espiritual entre la Mujer (que representa al pueblo de Dios, tanto el antiguo Israel como la nueva Iglesia, y en una lectura mariológica, a la Virgen María) y el Dragón (Satanás, el poder del mal). El Dragón intenta destruir al hijo de la Mujer (el Mesías, Jesucristo), pero fracasa porque el niño es protegido y exaltado junto a Dios. Aunque la Mujer debe huir al desierto (simbolizando el tiempo de prueba y persecución de la Iglesia en la historia), la victoria fundamental ya ha sido ganada en el cielo: la salvación y el Reino de Dios han llegado con la entronización de Cristo.
Aplicación a nuestra actualidad
Esta visión apocalíptica, aunque llena de imágenes dramáticas, nos ofrece una clave para interpretar nuestra propia vida y la historia del mundo con los ojos de la fe:
La Iglesia Gloriosa y Sufriente: La Mujer está "revestida del sol", coronada, gloriosa, pero al mismo tiempo "grita de dolor" en el parto. Esta es una imagen perfecta de la Iglesia: es santa y gloriosa por su unión con Cristo, pero también sufre y gime en la historia mientras "da a luz" a nuevos hijos de Dios y se enfrenta a la persecución.
La Realidad del Combate Espiritual: La presencia del "enorme Dragón rojo" nos recuerda que el mal no es una idea abstracta, sino una fuerza real y hostil que se opone activamente al plan de Dios. Intenta "devorar" a Cristo y a sus seguidores, y "arrastrar" a otros con su engaño. Debemos ser conscientes de esta batalla espiritual, no para tener miedo, sino para estar vigilantes.
La Victoria de Cristo: "El hijo fue arrebatado y llevado junto a Dios y su trono". La Resurrección y Ascensión de Jesucristo es la victoria definitiva sobre el Dragón. Satanás ha sido derrotado fundamentalmente. Aunque todavía pueda causar estragos en la tierra, su poder último ha sido quebrado.
El "Desierto" de la Iglesia: "Y la Mujer huyó al desierto, donde Dios le había preparado un lugar". El "desierto" es el tiempo de la Iglesia en la historia, un tiempo de peregrinación, de prueba y de protección divina. No estamos exentos de la persecución del Dragón, pero tenemos la certeza de que Dios nos ha "preparado un lugar", nos protege y nos sostiene durante este tiempo.
La Certeza de la Salvación: "Ahora ha llegado la salvación, el poder y el Reino de nuestro Dios, y la soberanía de su Cristo". Esta aclamación celestial es la clave de nuestra esperanza. Aunque en la tierra veamos la lucha, en el cielo la victoria ya es un hecho. El Reino de Dios ya ha sido inaugurado por Cristo. Vivimos en el "ya, pero todavía no": ya hemos sido salvados, y esperamos la manifestación plena de esa salvación.
María, la Mujer: La tradición de la Iglesia ha visto en esta Mujer una imagen privilegiada de la Virgen María. Ella es la hija de Sión que da a luz al Mesías, está revestida de la gracia de Dios ("llena de gracia"), y está íntimamente unida a la lucha y la victoria de su Hijo.
Este pasaje es una fuente de inmenso aliento para la Iglesia en tiempos de prueba. Nos recuerda que, a pesar de la aparente ferocidad del mal, la victoria pertenece a Cristo. Nos llama a vivir como la Mujer: gloriosos por la gracia de Dios, pero dispuestos a enfrentar el sufrimiento de la historia, protegidos por la providencia divina y con la certeza de que el Reino de nuestro Dios ya ha triunfado.
Preguntas para la reflexión
¿De qué manera experimento yo en mi vida esa doble realidad de la Iglesia: gloriosa por la gracia de Cristo, pero también sufriente en la lucha contra el mal?
¿Soy consciente de la realidad del combate espiritual en mi vida y en el mundo? ¿Confío en el poder de Cristo para vencer al "Dragón"?
¿Cómo me fortalece la certeza de que Cristo, por su Resurrección y Ascensión, ya ha ganado la victoria definitiva sobre el mal?
¿Qué "desiertos" o pruebas estoy atravesando? ¿Soy capaz de verlos también como un lugar donde Dios me protege y me sostiene?
¿Mi vida refleja la esperanza que nace de la aclamación celestial: "Ahora ha llegado la salvación, el poder y el Reino de nuestro Dios"?
Oración
Señor Dios, te damos gracias porque en medio de la batalla contra el mal, nos muestras el signo victorioso de la Mujer revestida de sol. Que, como ella, podamos estar llenos de tu gracia, dar a luz a Cristo en nuestro mundo, y perseverar en el desierto de la historia, protegidos por tu providencia. Fortalece nuestra fe en la victoria de tu Hijo, Jesucristo, y ayúdanos a vivir con la esperanza de que tu salvación, tu poder y tu Reino ya han llegado. Amén.