"La Multitud Incontable: Triunfo y Consuelo Eterno"
«9» Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas y con palmas en la mano. [...] «14b» Estos son los que vienen de la gran tribulación; ellos han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre del Cordero. «15» Por eso están ante el trono de Dios y le rinden culto día y noche en su Templo. El que está sentado en el trono acampará junto a ellos. «16» Ya no tendrán hambre ni sed, no los atormentará el sol ni ningún ardor. «17» Porque el Cordero que está en medio del trono será su Pastor y los conducirá a las fuentes de agua viva. Y Dios secará toda lágrima de sus ojos».
Contexto
Este pasaje se encuentra dentro de una visión concedida al apóstol Juan mientras estaba exiliado en la isla de Patmos. El capítulo 7 funciona como un paréntesis esperanzador entre la apertura del sexto y el séptimo sello, que describen juicios y tribulaciones sobre la tierra. Primero se describe el sellado de los 144.000 de Israel (7,1-8) y luego, en contraste y complemento, aparece esta visión de una multitud inmensa y universal de salvados en la gloria celestial. Un anciano celestial explica a Juan quiénes son y por qué están allí.
Tema Central
El tema central es la visión gloriosa de la multitud incontable de redimidos de todas las naciones que, habiendo perseverado a través de la "gran tribulación" y sido purificados por la sangre de Cristo (el Cordero), gozan ahora de la presencia plena de Dios, rindiéndole culto eterno y experimentando la felicidad perfecta y el cuidado amoroso del Cordero como su Pastor. Es una imagen de esperanza, victoria universal y consuelo definitivo para los que sufren por su fe.
Aplicación a nuestra actualidad
Esta visión nos ofrece una perspectiva poderosa para nuestra vida hoy. Primero, nos recuerda que la salvación de Dios es universal: alcanza a "todas las naciones, familias, pueblos y lenguas". Esto nos desafía a superar cualquier visión estrecha o exclusivista de la fe. Segundo, nos muestra que el camino a la gloria a menudo pasa por la "gran tribulación". Nuestras luchas, sufrimientos y persecuciones (grandes o pequeñas) por causa de la fe no son en vano; son el camino por el que muchos han llegado a la presencia de Dios. Tercero, la clave de su victoria no está en sus propias fuerzas, sino en haber "lavado sus vestiduras en la sangre del Cordero". Nuestra pureza y nuestra salvación vienen de la gracia de Cristo, de su sacrificio redentor. ¿Confío yo en su gracia más que en mis propios méritos? Cuarto, la descripción de la vida eterna es profundamente consoladora: presencia íntima de Dios ("acampará junto a ellos"), fin del sufrimiento ("no tendrán hambre ni sed...", "Dios secará toda lágrima"), y el cuidado tierno de Jesús como Pastor que nos guía a la vida plena ("fuentes de agua viva"). Esta esperanza no es solo para el futuro; puede iluminar y sostener nuestro presente. ¿Qué sentimientos me provoca imaginar esta escena? ¿Esperanza, consuelo, anhelo, fortaleza? Dejar que esta visión resuene en nuestro corazón nos anima a perseverar.
Preguntas para la reflexión
¿Cómo me ayuda la visión de esta multitud universal y victoriosa a enfrentar mis propias dificultades o "tribulaciones" hoy?
¿De qué manera me desafía esta imagen a vivir y compartir mi fe sabiendo que es un mensaje para todas las personas, sin excepción?
¿Qué significa concretamente para mí hoy "lavar mis vestiduras en la sangre del Cordero"? ¿Cómo puedo vivir más conscientemente de la gracia y el perdón de Cristo?
¿Qué "hambre", "sed" o "lágrimas" en mi vida necesito presentar hoy a Dios, confiando en su promesa de consuelo y plenitud definitiva?
Si el Cordero es mi Pastor ahora, ¿cómo puedo dejarme guiar por Él hacia las "fuentes de agua viva" (paz, gracia, fortaleza espiritual) en mi vida cotidiana?
Oración
Cordero de Dios, Pastor nuestro que estás en medio del trono. Te doy gracias por la esperanza que nos regala la visión de la multitud incontable de hermanos y hermanas de toda nación que ya gozan de tu presencia. Ayúdame a perseverar en medio de mis tribulaciones, lavando mis vestiduras en tu sangre redentora. Que anhele la plenitud de tu presencia donde ya no habrá llanto ni dolor, y me deje guiar desde ahora por Ti hacia las fuentes de agua viva. Seca mis lágrimas, Señor, y lléname de la alegría de saberme salvado/a por Ti. Amén.