3-11 Jesús camina sobre el agua

'Tranquilícense, soy yo; no teman'

Contexto 

Jesús se ha desplegado en su peregrinar, cura enfermos, expulsa demonios, predica, acompaña en los momentos de angustia, se conmueve ante la necesidad, la fragilidad y las carencias. Luego de tanta actividad se agota, porque su encarnación en la humanidad es plena. Como todos nos cansamos, Jesús también. Recuperaba energías a través de la oración y la meditación. Luego de cada jornada agobiante, descansaba y se potenciaba poniéndose en contacto orante con el Padre.

Este pasaje que contemplaremos es relatado por los evangelistas Mateo, Marcos y Juan y es de aquellos que más polémica y discusión han despertado en los investigadores de los textos. Fácilmente podemos perdernos de la gran riqueza orientadora de nuestra fe que se desprenden de aquí si nos centramos en la posibilidad o imposibilidad de que un cuerpo sólido pueda o no caminar sobre una superficie líquida. Lo que los evangelistas nos transmiten es mucho más profundo que aquello y nos permitirá descubrir actitudes de vida, formas de enfrentar los momentos complejos y como puede ser nuestra relación con Jesús. 

Dispongámonos a sumergirnos en esta historia contemplándola y extrayendo de ella lo que Dios quiere transmitirnos, lo que quiere revelar de su relación con nosotros.

Oración Inicial.

Señor, en respuesta a tu infinito amor, te ofrezco este momento de oración. Que todo lo que reflexione, decida y planifique, esté solamente
orientado a unirme a Ti y a vivir contigo, amando, perdonando y sirviendo en tu nombre. Que así sea. 

Gracia a pedir

Pedimos la gracia de mantener nuestra fe, confiar en Jesús incluso en medio de las tormentas y recordar que Él siempre está a nuestro lado.

Textos.  (Mateo 14,22-33)

En seguida, obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud.

Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo.  La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra.

A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar.  Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. 'Es un fantasma', dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar.

Pero Jesús les dijo: 'Tranquilícense, soy yo; no teman'.

Entonces Pedro le respondió: 'Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua'.

'Ven', le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él.

Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: 'Señor, sálvame'.

En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: 'Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?

En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: 'Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios'.

Puntos. EE:   [280]

Centraremos nuestra contemplación en estos tres puntos de los Ejercicios Espirituales sugeridos por San Ignacio de Loyola:

Primero: Estando Cristo nuestro Señor en el monte, hizo que sus discípulos se fuesen a la navecilla; y, despedida la muchedumbre, comenzó a hacer oración solo.

Segundo: La navecilla era combatida por las olas. Cristo fue hacia ella andando sobre el agua, y los discípulos pensaban que era un fantasma

Tercero: Al decirles Cristo “Yo soy, no temáis”, San Pedro por su mandato fue a él andando sobre el agua, dudando, comenzó a sumergirse, pero Cristo nuestro Señor lo libró y le reprendió por su poca fe. Y después, entrando en la navecilla, cesó el viento.

Contemplación. 

 Vemos a Jesús concluyendo una jornada larga de proclamar la enseñanza de la voluntad de Dios a una gran multitud que culminó con una situación inolvidable para los que concurrieron como fue la multiplicación ocurrida a partir de unos pocos panes y peces para satisfacer la necesidad de miles de personas que habían acudido para escucharle.

Observamos desde lejos como instruye a sus discípulos para que tomaran la delantera y cruzaran el lago a la otra orilla. Que él los encontraría más tarde.

Mientras, se queda despidiendo a tantos que se le acercaban. Tiene Jesús una atracción muy especial. Todos quieren estar junto a él. Sentirse próximos con él.

Finalmente se despide de los últimos y se dirige solo a la montaña. Comienza a subir por un sendero rodeado de vegetación y se nos pierde de vista. Por respeto a su devoción, no le seguimos. Quiere estar a solas, quiere meditar, orar en la presencia de su Padre de los cielos.

Lo dejamos ir mientras comienza a caer la tarde y nos dirigimos a encontrarnos con los apóstoles que están preparando ya las barcas para cruzar a la otra orilla del lago como lo había indicado Jesús. El lago está tranquilo, lo que ciertamente ya sabemos que no garantiza mucho, pues ya vivimos la experiencia de las repentinas tormentas que en minutos convierten las aguas tranquilas en un hervidero que hace temblar hasta a los más experimentados.

Ante la demora en regresar de Jesús, algunos interpretan que su idea era encontrarnos en la otra orilla. A lo mejor él haría el recorrido por la ribera. Finalmente anochece y nos decidimos a zarpar para amanecer en la otra orilla.

Lo que no sabíamos es si Jesús seguía orando o había emprendido el camino por tierra.

Partimos sin Jesús y nuevamente surge un fuerte viento, las aguas del lago se agitan y cuesta esfuerzo luchar contra el oleaje a punta de remos. Se turnan los más experimentados para poder avanzar algo en medio del mal tiempo, pue el viento impide el avance. 

En medio de la agotadora jornada, de pronto alguien da un grito indicando a una figura luminosa que se aproxima en medio de la noche. No se distingue bien. Ha de ser un fantasma o algo sobrenatural, porque se ve como caminando sobre las aguas. La noche oscura, el viento, el fuerte oleaje y esa imagen aproximándose provocan un gran temor en todos. Los gritos de muchos aumentan la tensión.

Escuchamos una voz con el tono típico  de Jesús que nos invita a calmarnos, a no tener miedo. Entonces no es un fantasma ni una aparición. Es Jesús que viene a nuestro encuentro. 

Pedro, siempre Pedro, el impetuoso Pedro, desafío a la voz, diciéndole: “Si eres realmente Jesús permite que yo pueda igual que tu encontrarte caminando sobre las olas que nos amenazan”

El reto es aceptado y el desafío es devuelto hacia Pedro. “Ven” le invita Jesús. Y Pedro sin pensarlo, reaccionando instintivamente hace una locura. Allí en medio del lago tormentoso, se pone de pie y se baja de la barca y logra dar algunos pasos en dirección a Jesús. Pero es tal el viento y el oleaje que siente miedo y comienza a hundirse. Estaba ya superando la adversidad, pero el temor sobrepasa su fe. Y claro, sus propias capacidades no son suficientes para caminar sobre el agua y se va hundiendo. 

Sin embargo, aún queda algo de fe en el pobre Pedro y con ella pide a Jesús que lo salve, que no lo deje hundirse. 

Jesús, escucha y actúa. Le tiende la mano, lo rescata de las aguas y juntos suben a la barca. Ya más tranquilo, Pedro y todos nosotros nos llevamos una reprimenda de Jesús, por nuestra poca fe. Por la rapidez en que la perdemos.

Ante lo ocurrido, todo se confirma. Jesús, es más, mucho más que un campesino de un pueblo perdido en la montaña que tiene un lindo discurso. Es mucho más que eso y esta experiencia sobrenatural, con situaciones que van más allá de lo terrenal, confirman la convicción de que Jesús es mucho más que un profeta, esa mucho más que un líder carismático. Ha de ser el Mesías que anunciaban las tradiciones. Ha de ser el hijo de Dios vivo, encarnado en un hombre tan común como cada uno de nosotros, pero a la vez tan divino como para poder llevar a cabo acciones que son sobre naturales.

Reflexión personal.

Recordemos en nuestras vidas cuando hemos estado en dificultades. Como Jesús se ha aparecido y nos ha ayudado a superar los obstáculos. Las situaciones más angustiosas y complejas han podido superarse “milagrosamente”. Es la presencia de Jesús caminando sobre las aguas turbulentas de nuestra existencia.

Jesús en este pasaje y en otros, dedica una parte importante de su tiempo a ponerse en contacto con su Padre de los cielos. Se retira al monte a orar.  Repasemos nuestra historia personal, aquellas ocasiones en que tenemos que hacer algo importante, o luego de una jornada agotadora …

Cuando los discípulos vieron a Jesús caminando sobre las aguas, tuvieron miedo y pensaron que era un fantasma. Pero Jesús les dijo: “¡Tened ánimo; ¡yo soy, no temáis!”.   En nuestras propias tormentas personales, recordemos cuando Jesús nos ha alentado de la misma forma, invitándonos a no temer, a confiar en su presencia

Cuando Pedro gritó: “¡Señor, sálvame!”, Jesús extendió Su mano para sostenerlo. Aunque Pedro dudó, Jesús estaba allí para rescatarlo.  En nuestras luchas y momentos de debilidad, Jesús también está dispuesto a extendernos Su mano. Debemos confiar en Su gracia y en que con Él todo se desarrollará mejor.

Coloquio. 

Converso en la intimidad de mi oración, la aplicación de este episodio en mi vida. Le comento las veces que, en mis tormentas, se ha aparecido y como la fe en su apoyo, me ha ayudado a superar problemas y le pido que me ayude a no dudar y con eso subirle a la barca de mi vida, que con Él las aguas serán menos tormentosas.

Examen de la oración

Para compartir grupal
En el grupo podríamos responder a las siguientes preguntas